The Objective

¿Por qué los escándalos ya no importan?

Ábalos, Cerdán, Koldo, Begoña Gómez, David Sánchez —el hermano del presidente—, la condena al fiscal general del Estado, la supuesta revelación de secretos de Sánchez a Ábalos sobre la investigación que estaban llevando a cabo a Koldo, el caso Air Europa, Leire Díez y las supuestas cloacas del PSOE para desacreditar a jueces, fiscales y rivales políticos, el ministro Torres, Francina Armengol y la tesis de Sánchez supuestamente plagiada. Fake, vaya.

No hablamos de un caso aislado. Hablamos de un ambiente, de una acumulación de escándalos que, en cualquier otro momento, habría provocado un terremoto político. Hace años, cualquiera de estos casos podía tumbar a un gobierno, y ahora ya no. Es más: según todas las encuestas el PSOE cae… pero poco. Muy poco para la magnitud del ruido. Y no hablamos del CIS, que siempre da como ganador a Sánchez. No: muchas otras encuestas hablan de empate técnico entre PP y PSOE.

¿Por qué? Porque los supuestos casos de corrupción duran lo que un trending topic. Un día escandalizan, al siguiente compiten con otra polémica y terminan cansando. (Bostezo). Antes, los escándalos eran un recurso escaso; ahora se fabrican en serie. Y cuando todo es urgente, nada lo es. Los escándalos fuertes pierden impacto cuando se repiten. Como quien toma demasiado café: al final ya no te despierta.

Hay estudios, incluso, sobre la fatiga moral y el agotamiento por indignación: cuando te lanzan polémicas cada día, el cerebro filtra, bloquea y desconecta para protegerse. ¿Cómo lo justifica el ciudadano? No es que no nos importe; es que no podemos permitirnos que nos importe todo.

A eso hay que sumarle la polarización: hoy la corrupción no se analiza, se interpreta. Admitir un escándalo del partido propio es «dar munición al enemigo». Y también influye el voto identitario: ya no se vota por gestión, sino por pertenencia. En el caso del sanchismo es eso… o que «vienen PP y VOX».

Y así, a fuerza de estar enfadados… estamos cansados. Inmunizados ante tanta corrupción. El problema no es solo la corrupción, sino que lo grave deje de parecernos grave por exceso de escándalos y por miedo a que gane el otro.