The Objective

La viñeta sobre… Charlie Kirk

Se han escuchado estos días todo tipo de reacciones a la muerte en Estados Unidos del joven activista conservador Charlie Kirk. Muchas de estas voces han sido una justificación abierta, no encubierta, del asesinato político: la eliminación de un adversario por pensar u opinar distinto a uno mismo.

 

«Quién a hierro mata a hierro muere», ha sido quizás la más repetida, sacando de contexto unas declaraciones de Kirk en defensa de la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense, que no solo permite, sino que garantiza a todo ciudadano americano el derecho a portar armas. Charlie, como mucho más de medio país, porque a la vista está que los demócratas también tiran con bala, dijo que lamentablemente habría que asumir un cierto número de muertes cada año para seguir garantizando ese derecho. Pero no mató a hierro a nadie ni pidió que lo hiciesen en su nombre, más bien lo contrario. Sin embargo, para muchos, la defensa de sus ideales es suficiente como para eliminarle. 

 

Uno puede estar personalmente a favor o en contra de sus ideas, las de un chico evangelista que dejó la universidad temprano para centrarse en aquello para lo que sentía la llamada y tenía un clarísimo don: la acción política. Además de su inmensamente popular podcast, Charlie Kirk se bajaba al barro y se iba a los campus universitarios a debatir, cara a cara, con sus simpatizantes y detractores. Cuando había debate, no usaba el bate, sacaba el micrófono. Tan democrática actividad, le ha costado la vida a los 31 años de edad para regocijo de muchos pacifistas. 

 

Descanse en paz el amigo americano.