The Objective

La viñeta animada... sobre el 7 de octubre

364 días para odiar.

Hoy es el 8 de octubre. Quedan, por tanto, trescientos sesenta y cuatro días para maldecir, escupir y vilipendiar a los judíos. Como Dios manda.

Ayer, 7 de octubre —un día que debería vivir en la infamia por su cobardía, su salvajismo desaforado y su crueldad inusitada contra una población indefensa y desprevenida, que fue abrumada por una horda de hienas que la mutilaron, abrasaron, degollaron y secuestraron— fue el segundo aniversario del horror. Una masa de fanáticos, sedientos de sangre, lo arrasó todo en nombre de lo más sagrado; de vuelta a su querida Gaza, con las rehenes sangrantes y violadas, una población desatada celebraba por todo lo alto, en una explosión apoteósica de júbilo desenfrenado. La alegría del terror desbordaba las calles: el carnaval de la muerte. Unos y otros, «los inocentes», reían a carcajadas y grababan en vídeo la hazaña. Las niñas presas, con la mirada perdida y en estado de shock, eran zarandeadas por la muchedumbre salvaje.

¿Se extraña el mundo ante la salvaje reacción de Israel? Nada lo justifica, es cierto. Es verdad que Netanyahu es un personaje incómodo, pendiente de juicio por corrupción y otros asuntos. Con lo cual, lo que debería hacer Israel, según la comunidad internacional, es poner la otra mejilla: dejar que violen a tu otra hija, poner a tu hijo pequeño a disposición de los verdugos. El buenismo tiene estas maldades.

Se oye poco hablar de los rehenes; la condena es tímida. Se escuchan acusaciones sobre la falta de proporcionalidad. ¿Qué proporcionalidad hay que guardar cuando, en esos ochocientos kilómetros de túneles del averno, siguen todavía, agonizantes, hasta cuarenta y siete secuestrados, muertos en vida? Si Hamás quisiese acabar con los bombardeos sin fin, ¿no debería empezar por liberar a los rehenes de inmediato? Ni hablar: cuanto peor, mejor. Cuantos más muertos, mayor será el éxito de su campaña publicitaria.

Cuando un grupo de encapuchados entre a tu casa en mitad de la noche con afilados cuchillos de monte, recuerda que no te está permitido usar la pistola. Ve a la caja de herramientas y desenfunda un destornillador. Es proporcional en tamaño y también… desternillante.