The Objective

La viñeta sobre... New York, New York

Manda Mamdani ponerle un burka a la libertad de precio de los alquileres. Luego, pues ya se verá, Mami.

Yo nací en Nueva York, así que esta me toca de cerca. Suelo ir cada año, y la Gran Manzana me recuerda, con sus rejillas humeantes a ras de asfalto, a una cafetera exprés que borbotea las veinticuatro horas del día. The city that never sleeps, cantaba Frank. Gotham, indomable. Madison Square Garden y Doctor J, Cassius Clay, Iron Mike Tyson, Lou Reed y Andy Warhol. La capital del mundo por antonomasia. La metrópolis de la energía interminable, las bombillas de los musicales iluminándolo todo desde que Edison la dotó de electricidad. Refugio de inmigrantes desde que existe y puerta de entrada a la tierra de promisión. Lady Liberty, un regalo de París, iluminando con su antorcha de bienvenida la llegada de los desamparados: Give me your hungry, your poor… Y no con limosna, sino con la equal opportunity: la oportunidad de abrirse paso —seas quien seas y vengas de donde vengas— con el trabajo honesto, a good day’s work. Una receta que nunca hizo daño a nadie: el sueño americano.

Hace ya veinticinco septiembres que unos barbudos resentidos derribaron sus torres más altas. Nueva York cayó de rodillas, pero se levantó, y en el abismo que dejaron esas dos moles del World Trade Center construyó el monumento conmemorativo más hermoso que he visto jamás: dos fosas insondables en cuyos bordes están tallados los nombres de todos y cada uno de los que perecieron en aquel día de hormigón, vigas retorcidas y barbarie: oficinistas y bedeles, bomberos y policías. Y por dentro cae el agua, una catarata, y dentro de la fosa hay otra fosa, y el agua vuelve a caer… hasta el infinito, porque no se alcanza a ver el segundo fondo. El sonido te envuelve y quedas ensimismado. Es el diseño más perfecto de un recuerdo y el canto a la vida más sobrecogedor imaginable. Se me pone la carne de gallina cada vez que pienso en ello.

Y hace unos días los neoyorquinos han elegido un alcalde musulmán y socialista que ha prometido todas las recetas fallidas que no funcionaron jamás: transporte y colegios gratis, congelar los alquileres, abrir las cárceles (porque la violencia no es violencia, dice) y, cómo no, subir los impuestos a los ricos. Ellos sabrán. Los ricos cogerán su jet a otro destino o, más fácil, se empadronarán en New Jersey. Pasen y vean, señores. Ha llegado Madami, la sensación de Broadway de esta temporada. The show must go on.

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