The Objective

La viñeta animada sobre... Fruto Maduro

El chiste es demasiado fácil, pero es que está… al caer. Nicolás, el mandril de Caracas, con su carita de pera hinchada y los modales aceitosos de un patrón paternalista y amable, es en realidad un animal de bellota, un sátrapa torturador y un camionero cateto que no se sabe ni el abecedario. No hay más que verle intentar leer, que hasta «mi mamá me mima» se convierte en un trabalenguas para el mendrugo que, sin vergüenza el vanidoso sinvergüenza, gusta de leer discursos en guayabera ante las cámaras, en balbuceante imitación de su antecesor Chávez.

Encaja Maduro a la perfección con el modelo de dirigentes Marvel que pueblan las páginas del cómic de nuestra actualidad mundial: desde Putin hasta Kim-Jong-como-se-diga, pasando por Erdogan y Milei, desde el Principito sanguinario saudí, los loquitos de Hamás, hasta Bibi o Donald. Y sí, va a ser Trump, el rubio con maquillaje naranja postnuclear, el que le saque de su árbol de la papaya de un pepinazo.

Porque nadie se cree el videojuego de las narcolanchas. Esos pequeños clips que nos van pasando —¡en blanco y negro a estas alturas!— en los telediarios, de pequeñas embarcaciones de traficantes saltando por los aires, pueden ser cualquier cosa menos realidad. Los narcos achicharrados son solo los teloneros del gran concierto. Preparan el camino, pavimentan las aguas del Caribe para que el golfo de Donald cruce el Golfo de América (otrora de México, pero Google ya lo ha renombrado a imagen y semejanza del querubín) a pie y se haga con Venezuela.

Porque no nos engañemos: quien está maduro no es Maduro. Son las ingentes reservas de petróleo que yacen, dormidas bajo la selva caribeña, esperando esa mano amiga del amigo americano que las aflore. Business is business.

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