Y Don Alfredo inventó la dinamita.
Que Don Alfred Nobel inventó la dinamita no es ningún secreto, pero que haya un Premio Nobel de la Paz en su nombre resulta, como poco, entre estrambótico y peculiar. Y que se lo hayan dado a María Corina Machado, que no es precisamente de izquierdas, (¿verdad, Pablo Iglesias?) explosivo.
A Maduro le huele la cabeza a pólvora, y aunque la noticia bomba venga de Oslo, el que de verdad tiene los explosivos es el Donald. El presidente de los USA ha decidido que, si no le van a dar el Nobel de la Paz pacíficamente, se lo va a ganar a hostias, literalmente.
Y aunque no sea precisamente el de Literatura el galardón que persigue el rubio para su ajuar, no deja de ser poesía lírica para nuestros oídos que le apriete las tuercas al cafre bigotudo: cuando las barbas de tu vecino iraní veas pelar, Nicolás, pon tu mostacho de morsa a remojar, que te van a dar… pues eso, pal pelo.
Yo tengo ya encargado el bol de palomitas, la manta eléctrica y las birritas en la nevera. Primera fila en el sofá de mi casa, frente a la tele de 75 pulgadas. Esto va a ser más gozoso que ganar una Champions: ver cómo meten en vereda al sátrapa torturador, por más que tenga que ser el desaforado Mister Trump el que haga el trabajo sucio. Oiga, al final, siempre son los americanos los que nos sacan las castañas del fuego. Son belicosos y les va la marcha. La marcha militar, la cosa de los Marines y de los Navy SEAL. Es decir, que tienen oficio, y hablando de oficio, iba a decir aquello de “zapatero, a tus zapatos”, pero, bien pensado, Zapatero, pon tus zapatos en polvorosa, güei, no vaya a ser que te pillen con las tijeras de esquilar, que además tú eres barbilampiño y a lo mejor te acaban cortando otra cosita donde también hay pelo, José Luis. Y ya sabes, donde hay pelo… hay alegría.



