Se nos piraba el hermanísimo Azagra al lejano Japón. Volaba a la fuga el presunto en vuelo regular, para pintar la mona con su Cio-Cio-San amado (o amada, nunca se sabe). ¿O es el bueno de David Cio-Cio-San del sainete en esta opereta bufa con una inversión del argumento de Madame Butterfly, y quien le espera en el lejano Oriente es su Pinkerton querido, para abrazarlo, enrollados, entre makis y temakis? Puccini no hubiese imaginado tanto.
De nada sirve preguntárselo al despistado director, no se moleste, Señoría, que el muchacho no sabe ni donde ni con quién trabaja. Él solo dirige, lo que pasa es que no sabe el qué. Un director sin orquesta es un pollo sin cabeza, y el pollo se nos iba a Nagasaki en un febril arrebato turístico.
- Tú a La Mareta, Pedro, y yo a Nagasaki. Si no me prestas el Falcon, me marcho en Iberia, que cada uno tiene sus pulsiones.
Destinos desiguales para estos dos hermanos de teta, a cuál más jeta.