Alertan los positivacionistas del cambio climático que ahora, con las primeras lluvias otoñales, vendrán a sepultarnos vivos cuantiosos lodazales nacidos de aquellos polvos que fueron los incendios forestales, fatuos y feroces cual furor uterino de Ada Colau, que afortunadamente nos ha dejado en estos días para irse de crucero por el Mediterráneo hacia la Riviera de Gaza con las amigas.
Decíamos que, de aquellos incendios, o sea, de aquellos polvos, vendrían estos lodos. Y lo sabe hasta el más tonto, el lodo es fango y de fango están llenos todos los caminos llevan, no a Roma sino a Moncloa. Y aunque sueñe con cepillarse a la monarquía, nuestro primer “Presidente-chico-Almodóvar”, Pedro El Guapo, se siente Soberano. Y Soberano… es cosa de hombres. Pedro es dueño y señor. Rey y monarca, qué sueño tan carca.
Decíamos al hilo de los incendios y de los venideros fangazales, que toca vuelta al cole. El Parlamento abre sus puertas y espera a sus tan poco señoriales señorías, esa caterva de zánganos y aprovechados. El Estado está desmembrado. Los trenes, faltos de mantenimiento, se descuelgan de las catenarias y no llegan a su hora ni echándole la culpa al Caudillo. Nuestra Sanidad, esa de la que tanto presume nuestra siniestra de la bata blanca, está hecha unos zorros, a la cola de las sanidades europeas y hablando de colas, con colas más largas todavía que las de los trenes. Además, visto lo visto de la gestión de la pandemia, mejor no cogerse un resfriado, Illa, que uno la espicha. Vamos de riada en apagón, y de apagón en retraso, y de retraso en los presupuestos (para tres años ya) a la deriva, como los cayucos que llegan a nuestras costas sin parar. Esos sí que llegan a tiempo, con puntualidad prusiana. Otro incendio, coño.
Así están las cosas, pero si reparas en voz alta en el estado de nuestro Estado, si levantas la voz y lo cuentas, si se te ocurre decirlo… es la prueba irrefutable de que eres un fascistoide desorejado.
Mamá, yo no quiero ser fascista, te lo juro por la estampita del Niño Jesús, por la medallita de La Virgen. Así que lo digo aquí para que quede constancia: todo va bien.