Después de que Míriam Nogueras anunciara que la relación de Junts con el Partido Socialista estaba «rota de forma irreversible» y que esto se había «acabado», Pedro Sánchez reaccionó con plena paz de espíritu: no pasa nada, dijo, seguiremos trabajando como hasta ahora y, en fin, gobernar no es solo legislar.
No le falta razón. Gobernar es también gestionar la Administración y ejecutar los programas sociales y económicos.
Pero si tenemos en cuenta que la Administración se gestiona más bien sola y que no hay Presupuestos para impulsar nuevos programas sociales y económicos, ¿en qué queda la acción de gobierno?
En bien poca cosa, pensarán, pero no se crean que tan poca cosa.
Está el Falcon. Está la residencia oficial de la Moncloa, con su pequeño ejército de domésticos y jardineros y el servicio de lavandería incluido. Están las vacaciones pagadas en lugares exclusivos, como la Mareta, las Marismillas o los Quintos de Mora. Está el coche oficial de alta gama. Está el pasaporte diplomático. Están los 80 millones de euros para dietas y gastos de representación. Está la atención médica especializada, sin listas de espera ni molestos desplazamientos. Está la pensión vitalicia de 80.000 euros brutos anuales, que prácticamente duplica la prestación máxima de los ciudadanos de a pie. Está la asistencia gratuita a todo tipo de espectáculos, en palcos exclusivos y con sala VIP. Están los hoteles de lujo. Está el acceso a celebridades y personalidades de la cultura y el deporte. Etcétera, etcétera, etcétera.
No, decididamente, gobernar no es solo legislar. De hecho, la parte mejor es la que no es legislar, así que pierdan cuidado, que Pedro Sánchez no se va a aburrir.





