The Objective

La viñeta sobre... la peste porcina

No seré el primero, ni voy a ser el último, en reparar en lo poéticamente justiciero del apellido Cerdán, que parece hecho a imagen y semejanza de la piara de golfos que nos gobierna. ¡Fango! —claman, mientras retozan, hozan, gozan y se refocilan en el barro aderezado con sus boñigas— ¡fango! Pero el apellido sucio, el marrano de verdad, es el del porquero. Es un apellido común, del montón, vulgar y cotidiano como su dueño, el dueño de los chanchos. Hablamos, por si el lector alberga dudas, de Sánchez.

Han dejado al partido de los “100 Años de Honradez” para los zorros, estos cerdos. Lo han enmarranado hasta tal punto que se ha abierto un debate interno entre la militancia para renombrarlo bajo las mismas siglas. Me dicen fuentes infiltradas que la opción que más fuerza toma es la de Partido Sucialista, pero no lo tienen claro. Hay quien dice que sucias y listas hay pocas. Uno no opina lo mismo.

Y en medio de este lío, va la UCO, dice “Cuco” y, cual Tamariz que se saca un as de la manga, geolocalizan los agentes el epicentro de la epidemia de peste porcina en la mismísima sede de Ferraz —al perro flaco todo son pulgas y al cerdo guarro, todo cacas—, por donde el porcino Salazar paseaba sus jamones, señorial el muy gañán, toqueteando el género (opuesto) y campando campante con sus carnes tolendas, tolón-tolón, muy a sus anchas entre los belloteros, que en castellano se dice “encinas”. Al parecer no tenía un pelo de tonto el cochino, pero se le veía, de la dehesa, la melena.

Están todos imputados por hacerles putadas y tratarlas de putas a sus pobres diputadas. A sus militantes feministas (y feministras, sí, feministras). Y es que, en verdad, no hay justicia para con las leales charos, las que dan la cara por los caraduras y de las que al final nos acabamos despiporrando todos, más por pena que por saña.

Dejémoslo aquí, que me acabo de abrir un sobrecito de Cinco Jotas y me rugen las tripas.