Se esconde el presidente en La Mareta y mientras, España arde como una falla valenciana. Sí, valenciana… aunque sean montes gallegos, extremeños o leoneses. No sabe uno si es más guapo o es más jeta, este presidente desprovisto de arrestos y falto de presupuestos.
Me le imagino por los pasillos del chaletón público canario, con su Meyba apretao, modelo tigre-piscina, esquivando e ignorando a una Bego compungida y en pareo, camino a la terraza, donde le esperan Almodóvar, lujurioso de ceñido bañador (estricta etiqueta rosa) y el gracioso Jose Luis Rodríguez Zapatero, su predecesidente, que tanto se asemeja a los muñecos de Jose Luis Moreno en aspecto y al propio ventrílocuo en talante.
—Está calentita la cosa, mon President, pero no te preocupes, todo se arreglará, ya verás. — le sonríe El Cejas.
—Ande yo caliente…
—… ¿qué mejor me lo llevo yo caliente?
¡¡¡¡Jajajajaja!!!!… Muchas risas, algunas histéricas, ¡me troncho! Qué ocurrentes.
Se esconde el gran vanidoso en La Mareta y no da la cara ni a la de tres ni a la de trece: lo suyo es el mal fario, que lo tiene contagioso, como una pandemia. No sabremos nunca si no se deja ver por chulo o por cobarde, pero uno entiende que prefiera navegar en Falcorbeta en vez de tener que bregar con el cabreo general que le espera allá donde exhibe su galante y apolínea musculatura.
Echa la culpa a terceros con la soltura de un Modric, se la endosa como un pase en profundidad del gran Luca al presidente autonómico de turno antes de proseguir su ruinosa tournée: la tournée de Dios, Jardiel, la tournée de Dios… pero en Falcon.