Conflicto sociales y el Mito Áureo
Durante mucho tiempo el mito de una edad aurea en la que la vida era mejor y en la que soñábamos con tiempos de “vino y rosas” en la Arcadia Democrática ha permanecido en el inconsciente colectivo
Durante mucho tiempo el mito de una edad aurea en la que la vida era mejor y en la que soñábamos con tiempos de “vino y rosas” en la Arcadia Democrática ha permanecido en el inconsciente colectivo; aquel en el que nosotros éramos participes de los cambios, siempre buscando la mejora, y que en verdad nunca existió. Este Mito Áureo es una jugarreta del cerebro que nos pone en evidencia la necesidad psicológica de sentir que nosotros éramos diferentes, aunque incomprendidos.
Quien quiera profundiza en este aspecto le basta leer a los ya citados hace tiempo “Filósofos de la Sospecha” que no hacen otra cosa que delatar las triquiñuelas y trampas que nos ponemos para no caer en la desesperanza y el nihilismo.
Y es un Mito precisamente por que no soporta el mínimo escrutinio epistemológico o de análisis de datos. Vivimos hoy, en el mejor de los mundos posibles, porque es el único posible nacido de todos nuestros actos. Al igual que no existe la Historia Ficción, esa que siempre dice: “Si julio Cesar no hubiera sido asesinado…” o “si los aliados hubiesen perdido la segunda guerra mundial…”; ese mismo argumento se traslada igual de potente a la frase de: “… y si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta”. Un mal chiste, pero que aclara y desfundamenta a esos tremendistas que siempre están enojados con sus semejantes y que siempre argumentan vociferantes ante amenazas, reales o no, que “subvertirán el orden natural humano y auguran época de tinieblas y terror”.
Que hasta los pesimistas antropológicos, piensen que son meras falacias, significa que tristemente las desgracias que vienen no son una Espada de Damócles que permanentemente suena sobre nuestras acciones. Yo creo, más bien, en que miramos hacia afuera por no querer reconocer que los sucesos y los hechos de la cotidianeidad, se van diluyendo para dar paso a otra cosa que aun no se sabe qué es. Como argumento preciso baste leer el poema de Costantin Kavafis, “Qué vienen los Barbaros” en donde vemos que las excusas buscadas fuera no son más que espejos de nuestra propia ineptitud y miedos ancestrales.
Siempre hubo esa visión dolida que cada generación repite, en la que se siente que la siguiente no es merecedora de mayor valía y que por el contrario siempre hay que estar “avisando de sus errores”. Dice un amigo mío que la experiencia es eso que cuando la tienes, es que ya no te hace falta para nada. Pues bien, yo también, todos en realidad hemos oído la frase: “yo a tu edad…” o una peor que no por ser dicha por un gran pensador deja de ser algo que denota la propia esencia de los temores humanos. Dice así. “La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros”. Les suena, ¿no?, pues fue dicha hace más de 2500 años por Sócrates, por lo que parece que mucho no ha variado la visión de cada generación sobre la siguiente.
Ya hemos centrado el tiro de esta semana, apuntamos a los cuatro mitos que siempre están dentro de cada cultura, sea la que sea, y que por supervivencia olvida lo que “ella a su vez heredó y lo que entrega a la de sus hijos”. Primero sabemos que no existe la Época aurea, segundo buscamos fuera los causantes o justificaciones de nuestras propias acciones, tercero somos prisioneros de una sospecha sobre las motivaciones reales que tenemos, y ese cuarto que siempre hace pensar que los que heredan están en deuda eterna con sus mayores y que nos acercamos al abismo humano si no “espabilamos”.
Como irreverente y emboscado, siempre respondo igual cuando oigo esas frases. Cuando me dicen que “… ellos a mi edad habían hecho…”, respondo diciendo que ya sabemos lo que a la mía hacían, pero hay que esperar a ver que es lo que hacemos a la suya dado que “la educación sentimental de una cultura” está depositada en quien educa o conforma a la ciudadanía, sea de forma administrativa, penar o de moral meramente ocasionalista. Primera Diana en la conciencia de los mayores.
Para que no digan que dejamos “sufrir” a la pieza, la segunda invectiva parará en seco a la “presa”: quien dice no hace y quien hace no dice. Se multiplican los “intelectuales de Salón” pero que jamás han vivido nada de aquello que critican. Es cierto que no hace falta vivir todo para saber que algo es malo por experiencia. Basta hacer una ostensión para saber que algo es inadecuado para generaciones pasadas, presentes y futuras; pero si es cierto que demasiadas veces intentamos resolver problemas o disolver conflictos pensando que todos “jugamos a lo mismo”, y sin ánimo de ser relativista, está afirmación es cuando menos inexacta, pero las más de las veces falsa. Somos prisioneros y creadores de nuestra cultura y de ella emanan nuestras capacidades para superar conflictos.
Como es cruel dejar una pieza sufriendo, el “tirador emboscado” debe asegurarse que no ha errado el tiro y la “caza” ha terminado. Cual Artemidoro debe arriesgar su propia seguridad acercándose lo más posible para ver y proclamar el resultado. Es arriesgado pero imprescindible que cuando se habla de conflictos sociales, que pertenecen a la identidad de una sociedad, nosotros seamos conscientes de igual manera que somos parte de “Cazador y parte de Presa”. No hay por tanto mejores ni peores “actores” en una sociedad; cada uno cumple el papel que puede.
Voy terminando. Nos acercamos a un nuevo proceso de conflicto social, que no por predecible prospectivamente, parece que no somos capaces de evitar o desviar. Como la Naturaleza del escorpión, actuamos de forma irrefrenable dirigiendo nuestros pasos a lo que sabemos será, o repetir de nuevo la historia del Conflicto Cainita, o provocar una crisis de la que surgirá una nueva forma de vivir y sentir los valores. No digo que sea mejor o peor, digo que será diferente y nadie puede describirla por que está, como el Super Hombre de Nietzsche, “por venir”. Pero lo que si es seguro es que ni habrá Paz, ni será ordenado el cambio. Del poco juicio cultural que nos quede dependerá la duración y la pervivencia de la Cultura y su especie.
Realmente no se si nos acercamos a un cambio de paradigma social como otras veces aconteció; no se si las “señales” que veo similares a las “antiguas que antecedieron a sucesos graves” son iguales, semejantes o me lo parecen sólo a mi corto entender; mucho menos sé si la presencia de estas “señales” viene acrecentada por que es inminente el cambio o por que como nunca hasta ahora hemos tenido tal capacidad de acceso a la información, esta infoxicación nos hace ver cosas que no hay o cosas que son leves como si fueran apocalípticas.
Lo que si es seguro es que Ortega tenia razón cuando dijo que analizando los problemas que cada generación tiene “no sabemos lo que nos pasa, no tenemos categorías para nombrarlo, y eso es lo que nos pasa”. En esta búsqueda semanal compartida con ustedes le va la vida a este Emboscado que sale a campo abierto sin la certeza de que esté abatida la pieza y no sea una estratagema para otro “cazador mejor dotado o pagado por otros intereses”. Pero también le va la pervivencia al mundo como lo hemos conocido.
No seré yo quien diga si es mejor lo que está por venir, que lo que tenemos o teníamos antes de entrar en crisis perpetua. Lo que es seguro es que es diferente, y que la globalización de la información, la velocidad de propagación que impide pensar y reflexionar, hace que la toma de decisiones esté sesgada cada vez más, y ni una recuperación aurea, ni una sospecha razonable para no dejarse engañar, ni mucho menos la prospectiva e incluso la imaginación de mundos alternativos creando una suerte de “Historia Ficción del Futuro”, nos va a evitar el conflicto. Al menos a este Emboscado esa solución no le satisface. Conozco demasiados “agitadores de lo extraño, y protectores de estandartes y valores esencialistas”, como conozco “al creador alternativo que busca nuevos horizontes para la humanidad en esta sociedad del conocimiento en red.Sólo queda esperar al devenir de la inercia de los acontecimientos. Ya me temo que los propios actores han caído presa de sus propias “programaciones” y hojas de ruta. Por lo que no puedo decir otra cosa que, aun no siendo Suvervalista no puedo por menos que temer a mis propios semejantes que no son capaces de salir de la rueda que han creado, prisioneros de la cual arrastran a la sociedad ofreciendo Arcadias, Edades de Oro, y si es necesario hasta un Dios personalista que garantice nuestros anhelos bajo el manto de nuevas creencias, nuevos “chamanes de tribu”, y lo que es peor, caer en la abulia y apatía propia de un “mundo feliz” como Husley planteaba.