Crónicas de la niña que descubrió que su padre era el agente doble Trigon
‘Mi padre, un espía ruso’ es un libro doble en el que Alejandra Suárez comparte sus investigaciones hasta descubrir la verdad de su padre, el agente doble Trigon, y después se reproducen sus memorias pasando del KGB a la CIA
Existe una larga lista de libros que desmenuzaron los horrores de la Unión Soviética, desde el alegórico Rebelión en la granja de George Orwell hasta el visceral Archipiélago Gulag, pasando por el camino por innumerables crónicas de la crueldad comunista como las de André Gide. Otro libro que podría haber resultado palabra que se torna arma contra la opresión eran las memorias que decidió escribir el agente doble Trigon cuando pasó de trabajar para la CIA infiltrado en el2 KGB, uno más de esa lista de libros que pudieron haber sido un éxito.
Alejandra Suárez nació en Madrid el 6 de marzo de 1975, fruto de la relación que Pilar Suárez Barcala (madre soltera, por eso tiene sus apellidos) mantuvo con Aleksandr Ogoródnik, diplomático y economista soviético reclutado por la CIA como agente en Bogotá. Pasó su infancia en Madrid, con su madre, su abuela y su tata colombiana. Estudió Biología con especialidad en Biotecnología en la Universidad Complutense de Madrid y en el King’s College de Londres. Con veinticuatro años se trasladó a Tenerife, donde reside desde entonces, con su marido y sus dos hijos.
Cuatro décadas más tarde su hija, Alejandra Suárez, da un golpe literario en la mesa para solucionar todos los enigmas en ‘Mi padre, un espía ruso’ (Ediciones B). La primera parte del libro son las detectivescas memorias de Alejandra quien se retrotrae con un lenguaje sencillo a su infancia para hacernos sentir el misterio de una niña sin padre en primera persona. También asistimos a las revelaciones parciales de su madre sobre el romance que tuvieron sus padres que tanto afectó su adolescencia y, finalmente, su emancipación en el asunto tomando las riendas junto a su novio de la época para averiguar los detalles en los que su madre mintió.
«Trigon conocía los riesgos que tomaba, pero vivió según sus propios términos. Intercambiábamos paquetes cargados de secretos de estado entre las sombras de los árboles de los parques, en las torres sobre los puentes de ferrocarril o tras peñascos en bosques cubiertos de nieve»
Así es como Alejandra descubre que su padre no murió en un accidente de coche durante el embarazo de su madre sino que fue capturado cuando ella tenía dos años y que mordió un bolígrafo con cianuro dentro para no confesar al KGB la información que había subministrado a la CIA. Alejandra también ofrece un perfil de su madre, miss y modelo, como una larga sombra repleta de mentiras:
«Resultó que mi padre no era alemán, sino soviético. No se llamaba Alejandro, sino Alexánder (realmente, Alexandr), aunque mi madre y muchos otros amigos siempre lo llamaban Sacha. No era matemático, sino diplomático especializado en economía, profesión por la que había viajado a Colombia, donde había conocido a mi madre. Era miembro del KGB, pero se había convertido en espía de la CIA, a los que proporcionaba información. Los dos se habían conocido en un desfile de trajes típicos de diferentes países organizado por el Instituto Colombiano de Cultura en cuya preparación había participado mi madre».
«Resulta que, sin yo saberlo, mi existencia ha sido uno de los secretos mejor guardados y que tanto mi madre como la CIA me ocultaron al mundo. Esta es la historia de cómo descubrí que mi padre era un espía»
Suárez llega hasta el final exprimiendo toda la información desclasificada e incluso yendo más allá y poniéndose en contacto con agentes de la CIA como quien redacta el prólogo. Su tesis es que la Guerra Fría prosigue de formas más sutiles y teme todavía las consecuencias de sus actos: «Uno de mis grandes temores es que mi familia auténtica le haya ocurrido algo a raíz de mi intento de contactar con ella».
La segunda parte del libro es un material muy especial porque son las memorias de Alexandr, o Trigon, encontradas por Alejandra y que reflejan su desencanto por la Unión Soviética desde temprana edad por motivo de horripilantes arrestos nocturnos, torturas, encarcelamientos en campos forzados y destierros. Crueldades que todavía tienen eco en el conflicto bélico del presente entre Rusia y Ucrania que confirmaría la tesis de la autora sobre la pervivencia del conflicto entre dos bloques geopolíticos.