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La gerontocracia se enquista en la Casa Blanca

«Si los republicanos persuadieran a Trump para que finalmente abandonara el sueño de regresar a la Casa Blanca, el panorama no sería tan cómodo para Biden como en estos momentos»

La gerontocracia se enquista en la Casa Blanca

«Joe Biden, el veterano mandatario al que algunos con un punto de maldad llaman Sleepy Joe por sus despistes en público» | Europa Press

Estados Unidos vive desde hace tiempo en la paradoja política. La primera democracia del planeta, una nación joven comparada con, por ejemplo, las del Viejo Continente, tiene al presidente más anciano de su historia, el cual ha anunciado esta semana su firme voluntad de presentarse a la reelección en noviembre de 2024, cuando tendrá 82 años. Joe Biden, el veterano mandatario al que algunos con un punto de maldad llaman Sleepy Joe por sus despistes en público, tiene en la mano la candidatura del Partido Demócrata. A lo mejor sin necesidad de hacer siquiera campaña. No por su popularidad ni por su liderazgo, sino porque enfrente quizá tenga a Donald Trump, que si finalmente obtiene el respaldo del Partido Republicano luchará por volver a la Casa Blanca con 78 años. Apenas un 5% de los norteamericanos quiere que se repita lo de los últimos comicios presidenciales, cuando Biden derrotó a Trump. Un 70% considera que el actual mandatario debería retirarse, incluido un 50% de votantes demócratas. A la ciudadanía le gustaría que hubiese otra alternativa. ¿La hay? Seguro que sí, pero en la actual situación de incertidumbre mundial con la guerra de Ucrania de por medio resulta arriesgado.

Hace casi cuatro décadas, cuando Ronald Reagan, con 74 años cumplidos aspiraba a la reelección a la Casa Blanca, la cuestión de la edad de un presidente era objeto de gran discusión en la prensa norteamericana. El aspirante demócrata, el senador Walter Mondale, lo insinuó más de una vez durante la campaña. Pero el tema quedó definitivamente enterrado cuando en uno de los debates electorales un periodista preguntó a Reagan si consideraba un hándicap su edad comparada con los 54 de Mondale. «No pienso aprovechar políticamente la juventud y la inexperiencia de mi rival», respondió ante las carcajadas del propio Mondale y los aplausos del público asistente. El presidente republicano ganó por goleada la reelección semanas más tarde.

Hoy resulta hasta cómico considerar que Reagan era anciano cuando se presentó por primera vez a la Casa Blanca con 70 años, si se tiene en cuenta que el año próximo Biden irá a la reelección con 82 y que si gana, como muchas encuestas vaticinan que así será si su oponente es Trump, acabará su mandato con 86. Nadie antes en la presidencia de Estados Unidos ha sido tan anciano. La alternativa sería abandonar la jefatura del país sin agotar el segundo mandato y pasar el cargo a la actual vicepresidenta, Kamala Harris, la ex senadora californiana afroamericana. Harris, de 59 años, ha pasado hasta ahora completamente inadvertida pese a que las expectativas sobre ella eran enormes cuando Biden la puso en su ticket en 2020. Otro supuesto verosímil podría ser que falleciera al igual que ocurrió con Franklin Roosevelt y Harry Truman.

El caso del ex senador por Delaware y católico practicante es realmente peculiar. No goza precisamente de enorme popularidad, como así reflejan las encuestas, pero la ciudadanía admite que en las circunstancias actuales otro político en su lugar -y naturalmente en primer término Trump- podría ser mucho peor. De ahí que Biden esté deseando que el controvertido político multimillonario finalmente pueda salir indemne de sus múltiples procesos judiciales y luche por volver de nuevo a la Casa Blanca. Es ya conocido que él nunca admitió la derrota en 2020 y que sigue afirmando a fecha de hoy que la victoria de Biden fue fraudulenta. Éste obtuvo más de 81 millones de votos, un récord histórico de aceptación mientras que el hasta entonces presidente consiguió 74 millones, también un buen resultado y con mayor aceptación que cuando derrotó a la demócrata Hillary Clinton en 2016.

En el haber de Biden está la buena gestión hasta ahora de la guerra ucraniana. No ha conseguido doblar el brazo a Vladimir Putin, pero ha respaldado, y sigue haciéndolo, al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. Su política de firmeza y la imposición de sanciones al autócrata ruso ha permitido mantener unida al a OTAN sin causar fricciones con los aliados europeos, a diferencia de lo que ocurrió durante el mandato de Trump, y la entrada de dos nuevos socios, Suecia y Finlandia. No oculta su odio y desprecio a Putin, a quien en alguna ocasión lo ha calificado de ‘asesino’. «Basta con mirarle a los ojos para descubrir que usted no tiene alma», le espetó hace años cuando era el vicepresidente de Barack Obama. En cualquier caso, no ofrece de momento ninguna iniciativa ni propuesta negociadora alguna en comparación con China o Francia. Su postura es clara: Putin debe retirarse de todas las zonas ocupadas. También en su haber hay que incluir la mayor política de inversiones de infraestructuras en décadas, su serio compromiso en la lucha contra el cambio climático y la descarbonización de la industria local, y los buenos resultados de desempleo. En su debe, por contra, están las vacilaciones con China en lo que respecta al comercio y Taiwán, la inflación que no logra domeñarla pese a la subida de los tipos de interés, así como el aumento de la criminalidad y la violencia con armas en las escuelas.

«La violencia racial y el odio están muy incrustados en la sociedad americana. Evidentemente el periodo de Trump lo agudizó»

Cuando en 2020 se presentó por cuarta vez a la Casa Blanca, Biden contó con la ventaja de que su mayor enemigo era otro anciano como él, el senador Bernie Sanders, pero con una filosofía socialdemócrata demasiado radical para el prisma americano. Ahora el actual presidente, al presentar el pasado martes en un vídeo el anuncio de que irá a la reelección, ha vuelto a recordar que lo hace porque considera que la democracia americana es frágil y está en peligro a causa de la polarización. La violencia racial y el odio están muy incrustados en la sociedad americana. Evidentemente el periodo de Trump lo agudizó. En los pocos minutos de duración del vídeo Biden apareció varias veces acompañado de la vicepresidenta Harris, una clara señal de que él piensa que ella debe ser su sucesora cuando deje el cargo.

Si los republicanos persuadieran a Trump para que finalmente abandonara el sueño de regresar a la Casa Blanca y optaran por una candidatura menos controvertida, aunque igualmente conservadora, como la del gobernador de Florida, Ron DeSantis, de 44 años, el panorama no sería tan cómodo para Biden como quizá en estos momentos lo sea. A ojos de un observador extranjero resulta increíble que Trump, con una docena de imputaciones abiertas y un procesamiento en curso sobre el pago a una prostituta utilizando fondos electorales, no sea inhabilitado de por vida para ejercer cargo público alguno. Sin embargo, él sostiene inacabado su programa, su famoso MAGA (Make America Great Again) y luchará con uñas y dientes para reconquistar la Casa Blanca.

El cine a veces adelanta acontecimientos. En las últimas semanas la plataforma Netflix ha lanzado una serie llamada La diplomática donde se describe un Washington político efervescente por las consecuencias de la guerra de Ucrania. El filme muestra un presidente débil y sin rumbo, necesitado de asesores que le ayuden a gestionar la nueva crisis mundial. Una vicepresidenta forzada a dimitir por un escándalo financiero que implica a su esposo y una alta funcionaria del Departamento de Estado, joven de enorme talento, diplomática en misiones en Líbano e Irak, casada con un ex embajador de gran prestigio, destinada temporalmente a Londres y a quien los asesores del presidente han puesto el ojo como próxima vicepresidenta. Ni por asomo recuerda a Kamala Harris, pero el guion si algo muestra es que el inquilino de la Casa Blanca será tutelado por personas más capaces que él y seguramente la primera de todas una mujer. 

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