THE OBJECTIVE
El purgatorio

Pedro García Cuartango: «En la Transición hubo una mayor libertad en los medios que ahora»

El prestigioso periodista, antiguo director de ‘El Mundo’, sube a ‘El purgatorio’

En esta vida canalla, en este país lleno de duelos a garrotazos desde que amanece hasta que se muere la tarde y empieza a rugir la madrugada, a veces surgen voces como las de Pedro García Cuartango (Miranda del Ebro, 1955). No son voces timoratas, son timbres limpios de un hombre que duda y no tiene miedo a expresarlo, que añora el sentir de otros tiempos, y mantiene una decencia intelectual que en momentos de prostitución de ideas y valores, es digna de admiración. Fue director de El Mundo, adjunto a Pedro J. durante varias décadas, ahora practica el oficio de tertuliano, pero le basta una sola palabra para definirse: periodista.

PREGUNTA.- Hay una película de Paolo Sorrentino llamada La gran belleza. Recuerdo una frase que dice «¿Qué hay de malo en sentir nostalgia? Es la única distracción que les queda a los que no tienen fe en el futuro». ¿Qué hay de malo en sentir nostalgia, Pedro?

RESPUESTA.- No recordaba esa frase que me parece muy brillante. Bueno, eso forma parte del carácter de cada persona, yo sí que soy una persona nostálgica. Soy una persona quizá demasiado obsesionada por mi infancia, por mi adolescencia, fue una época muy feliz. Nací en una familia católica, en una familia muy integrada. Viví en Miranda de Ebro, una pequeña ciudad con mucho contacto con la naturaleza y realmente para mí esos años fueron años de plenitud. Tengo la sensación de haber vivido en un paraíso y quizá de ahí viene esa nostalgia. Y también porque, como tú decías y como dice esa frase de la película de Sorrentino, en la medida que uno cumple años, es consciente que el futuro cada vez es más corto y eso en cierta manera te fuerza a mirar hacia atrás. 

P.- ¿La nostalgia puede ser una enfermedad?

R.- Puede ser si se vuelve obsesiva, como todo puede ser una enfermedad. Te puede paralizar, tienes un peligro de vivir atrapado en el pasado. Pero, por otra parte, la nostalgia es necesaria a partir de cierta edad. Es algo que sirve para consolarnos, para dar sentido a nuestras vidas. Y la nostalgia la veo como un mecanismo positivo, pero reconozco que puede ser enfermiza, que puede ser una forma de neurosis. 

P.- ¿Es Pedro García Cuartango un hombre con nostalgia de la política o de los que estaban en la política antes? 

R.- Sí, pero tengo una relación ambivalente con la política, de amor y odio. Pero sí, añoro a los políticos de la Transición, lo he escrito y lo he dicho. Creo que políticos como Suárez, como Fraga, como Felipe González, especialmente Santiago Carrillo, tenían un nivel intelectual y una altura de miras de la que carecen hoy la actual generación de políticos. Ahí está el gesto de Carrillo cuando aceptó los símbolos nacionales la bandera, el himno, para poder consolidar la transición, para que España pudiera ser una democracia. Fue un gesto de un gran valor, y yo echo de menos ahora esos gestos en la clase política.

P.- ¿Echa de menos también algún elemento de los medios? ¿Es nostálgico de algo de los medios de comunicación?

R.- Es cierto que los medios han perdido mucho poder, especialmente los periódicos tradicionales. Ahora los digitales compiten con los medios tradicionales y han creado un panorama mucho más plural, eso me parece que es una ventaja, un activo. No lo veo de forma negativa. Lo que sí que me preocupa es el deterioro de algunas empresas periodísticas, sobre todo las empresas convencionales, debido a la caída de la publicidad y a la caída de las ventas en los quioscos. Es evidente que el modelo tradicional de empresa informativa del periódico está en crisis y que no se ha podido encontrar ninguna alternativa. El periodismo no ha muerto, el periodismo está vivo, pero en cierta forma el periodismo necesita ser reinventado. 

P.- Estamos en el inicio de la entrevista, y siempre preguntamos, estando en El purgatorio, por la relación con la fe de los invitados.

R.- He escrito públicamente que soy una persona agnóstica. Tuve una educación muy religiosa, católica, soy un producto de nacionalcatolicismo. Soy una persona de rosario y misa diaria, mi padre era el jefe de Acción Católica en Miranda de Ebro, en mi familia hay religiosos y religiosas y yo soy un producto del nacionalcatolicismo. Ten en cuenta que yo nací en 1955, luego vine a Madrid, a la universidad, tuve una evolución intelectual y me hice agnóstico, y soy agnóstico.

Y defiendo el agnosticismo porque el ateísmo y las personas muy creyentes tienen un punto en común: creen firmemente. Uno cree firmemente en la nada y otros creen firmemente en Dios. Entonces, en mi posición, que yo creo, considero que está en el medio. Es que no sé, no sé, sinceramente no sé si Dios existe o no. No sé si esta vida tiene o no sentido. Me hago preguntas sin respuestas y por lo tanto me sitúo en el terreno del agnosticismo.

«La mejor regulación de la libertad de expresión es el Código Penal y nada más»

P.- ¿Qué relación tiene con la muerte?

R.- Pienso mucho en la muerte y más en la medida que estoy cumpliendo años. Como te he dicho, tengo 69 años, tengo algunos problemas de salud y soy muy consciente que mi vida ha transcurrido en buena medida, que el tiempo que tengo por delante es muy limitado y, naturalmente, eso me genera una cierta angustia. O sea, no me no me abruma, no es algo que me paralice. Pero esa conciencia de la fugacidad de las cosas, de la precariedad de la vida, me produce una sensación de tristeza, como de tener que abandonar algo en donde yo he estado muy a gusto, que es en este mundo y saber que esto toca sufrir.

P.- ¿No le invita a paladear más los momentos?

R.- Sin duda, lo pienso continuamente, soy muy consciente. Por ejemplo, estas vacaciones, he llegado a pensar si serían la última vez que yo iba a Bayona, que me gusta mucho ir allí en Galicia. Es decir, todo lo que hacemos a partir de determinadas edades puede ser la última vez y por lo tanto agudiza esa necesidad de disfrutar del presente. Creo que eso es una constante en la vida humana, el poder disfrutar de un momento, el disfrutar del amor, de un viaje, de un libro, también está muy ligado a la fugacidad de la vida. Saber que somos perecederos, que somos seres arrojados al mundo, como decía Heidegger, y por lo tanto tenemos que aprovechar al máximo el tiempo.

P.- Pedro García Cuartango es un invitado que me hacía mucha ilusión tener en esta tercera temporada de El purgatorio, a la que no es fácil llegar, todas las semanas traer a alguien.

R.- El periodismo es perseverancia. Spinoza decía que el afán del ser es perseverar en sí mismo. Y es verdad, el afán de cada ser humano, de cada proyecto, es perseverar. Y me parece una ocasión para felicitarte y para felicitar a THE OBJECTIVE por lo que hacéis, que tiene un enorme mérito.

P.- Te lo agradecemos mucho, Pedro. Cuartango es periodista, y punto. Conviene decir esto porque los adjetivos muchas veces son muy floridos y queda muy bien, pero él es periodista. 

R.- Si ahora me rasgas aquí las venas, no creas que va a salir sangre, va a salir tinta.

P.- Cuando fue director del diario El Mundo, él era periodista. Cuando fue editor, él era periodista. Y cuando ahora escribe en otros sitios, sigue siendo periodista. ¿Nunca tuvo otra vocación?

R.- No. Se lo dije a mi padre a los 12 años, cuando llegaba a casa, y yo le arrebata los periódicos. Mi padre era un muy buen lector, le dije que yo quería ser periodista, y mi padre me dijo que sí. Y se lo agradezco mucho. Porque nunca me puso ningún obstáculo, nunca me dijo: «No, con esa profesión te vas a morir de hambre, no tienes futuro». Y entonces yo vine a Madrid a estudiar periodismo desde Burgos y siempre he sido periodista, y siempre me he considerado periodista y nada más que eso.

Jamás en mis trabajos he antepuesto los intereses de la empresa, ni las consignas de un partido, ni siquiera la ideología. He querido siempre defender la verdad, los hechos, y esa es la esencia del trabajo del periodista. Y soy periodista y solo periodista. Nunca he querido influir en política, nunca he querido pasarme al otro lado. Siempre he querido ser periodista y obviamente me moriré siendo periodista. 

P.- ¿Le preocupa la situación actual entre el poder y el periodismo? 

R.- Sí, me preocupa. Me preocupa porque este Gobierno, el Gobierno de Sánchez, tiene muy poco respeto a la libertad de información y a la autonomía de los medios. Estoy absolutamente en contra de la regulación que ha anunciado el Gobierno para acabar con los bulos, que tampoco sabemos en qué va a consistir, porque al final se habló de trasponer la directiva europea, con la cual yo estoy de acuerdo.

Pero eso no significa que haya que modificar el Código Penal o adoptar nuevas leyes para perseguir los bulos. Yo creo, y lo digo porque he trabajado de periodista en el franquismo muy joven, que la mejor regulación en materia de libertad de expresión es el Código Penal y nada más. Me da mucho miedo estas iniciativas y creo que hay un intento muy peligroso del poder del Gobierno de influir y de condicionar los medios. Y por supuesto, eso lo rechazo absolutamente.

El veterano periodista durante la entrevista en ‘El purgatorio’ . | Víctor Ubiña

P.- ¿Estamos en el peor momento entre prensa y poder, al menos que usted recuerde?

R.- Eso me lo he preguntado muchas veces y no tengo una respuesta clara. O sea, la tensión entre el poder y los medios siempre ha existido, pero no en España, en toda Europa, en todo el mundo. Podemos hablar de Watergate, de los papeles del Pentágono, de mil asuntos. Siempre ha existido esa pulsión del poder por presionar, por controlar los medios. Sin embargo, se puede decir que en la Transición hubo una mayor libertad que ahora. Hubo una edad de oro del periodismo por una serie de circunstancias y ahora el poder es más fuerte, hay más medios para presionar a las empresas y a los periodistas.

Y sí, me preocupa. Me preocupa porque además incluso veo con preocupación que hay una parte de esta profesión que defiende ese tipo de leyes y de controles, y hay que estar en contra de cualquier tipo de mecanismo de censura, de mecanismos de control de los medios. Y para eso están los jueces y están las leyes. Por lo tanto, no estoy defendiendo la mentira ni la impunidad, pero creo que este trabajo solo se puede hacer con una absoluta libertad de expresión.

P.- Hablemos de Sánchez. Le leí en El Español, en una entrevista de Lorena Maldonado, diciendo que Pedro Sánchez le había defraudado.

R.- Sí, y la gente me está criticando todavía por haber dicho que había votado a Sánchez. Pero le voté en 2015, eso quiero dejarlo claro. Voté a Sánchez y te digo por qué, tengo mucho interés en aclararlo. Lo voté porque creí en sus promesas de regeneración política. Creí en que él acabaría con el tráfico de influencias, las puertas giratorias, el nepotismo, porque él hizo mucho hincapié en eso cuando era líder de la oposición. Y yo que tenía con él una relación personal bastante directa, le creí y le voté por eso.

Obviamente, me ha decepcionado tremendamente porque ha hecho muchas de las cosas que decía que jamás iba a hacer. No hace falta que usted haga ahora un listado de sus contradicciones, porque es pública. La última es la del nombramiento de Escrivá, cuando él hace unos años criticó que Zapatero nombrara a Fernández Ordóñez al frente del Banco de España. Entonces es que todas sus decisiones al final ponen de relieve sus contradicciones. Y la mayor impugnación, el mayor crítico de Pedro Sánchez es el propio Pedro Sánchez. Porque si tomamos lo que decía y lo que hace, hay una contradicción absoluta.

P.- Una de las muchas preguntas que afloran en esto: ¿de qué es Pedro Sánchez? ¿Es socialdemócrata? ¿Es del poder?

R.- Tengo claro que Pedro Sánchez no miente y no se contradice y es, al final, dicho así, una paradoja. Pero es que es verdad, porque él considera que cambia de opinión cada día en función de las circunstancias. Lo que dice hoy no vale para mañana, porque las circunstancias de mañana son distintas. Por lo tanto, creo que él en su fuero interno piensa que no miente, simplemente se adapta a las circunstancias para sobrevivir, porque él esencialmente es un superviviente. Y lo digo por su historia, por cómo fue expulsado del partido y cómo volvió. Él es un superviviente y, por lo tanto, su estrategia central lo que tiene claro es que va a hacer lo que sea para sobrevivir en la política y para mantenerse en el poder. 

P.- ¿Tiene inteligencia política o la inteligencia política que tiene básicamente es no tener principios?

R.- Tiene una extraordinaria inteligencia política, es un gran estratega de la política. Es una persona que no tiene miedo a decidir, que es muy intuitivo, tiene una gran memoria e incluso cuando quiere, es brillante. O sea, es un gran estratega. Tiene una inteligencia política más maquiavélica. Hombre, me puedes preguntar: ¿pero es para al servicio del mal? Por lo menos al servicio de sí mismo. Pero desde luego es un político peligroso en la medida que es muy inteligente.

P.- ¿Qué es ser de izquierdas en España? 

R.- Ya no creo en esos estereotipos. He sido una persona de izquierdas en mi juventud, en mi época de estudiante, cuando yo estudiaba filosofía en París. Pero es que esos estereotipos ya no tienen sentido, son clichés que ya no responden a los profundos cambios sociales del ahora. Hay cosas de la derecha que debemos reivindicar: el valor del esfuerzo, el mantenimiento de las cosas buenas de nuestro pasado, el patrimonio cultural.

En ese aspecto yo soy conservador, pero también soy de izquierdas o soy progresista en materia de justicia social, en materia de impuestos, de redistribución de la riqueza o de garantía de derechos. Entonces al final la derecha tiene cosas buenas y la izquierda también. Lo que no tiene sentido es adscribirse y decir yo soy de determinada corriente, determinado partido y asiento mecánicamente a todo lo que me dicen. Obedezco las consignas que emanan de arriba hacia abajo. Me niego a eso. Por lo tanto, hay cosas en las que coincido con la derecha y otras con la izquierda. 

P.- ¿Lo que más le ha cabreado en los últimos tiempos en términos políticos es la amnistía?

R.- Sí, me ha cabreado mucho, he sido muy crítico. Es una ley de impunidad, es un borrón y cuenta nueva sobre unas conductas de una gravedad política enorme. Y subraya que, además, las personas que las cometieron, los líderes del procés, no se arrepintieron jamás. Ellos dijeron en el proceso, cuando se iba a dictar sentencia, que lo volverían a hacer. Y lo siguen diciendo. Por lo tanto, me parece que esta ley de amnistía, además de inconstitucional, es una ley dictada ad hoc para conseguir la investidura de Sánchez. Y desde luego, me parece ofensivo intelectualmente que se compare esta amnistía con la amnistía de 1977. 

P.- Vemos desde fuera que los cambios de opinión, o sea, las mentiras del Gobierno por intereses, y después eso no se ve reflejado en un castigo electoral severo. Entonces, una de las preguntas que han surgido en el debate publicado es: ¿cuál es el suelo electoral del PSOE?

R.- Eso es muy difícil de responder. Recuerda que, no obstante, Sánchez cuando estaba en la oposición llegó a sacar 80 escaños, creo que en estas elecciones que yo lo voté. No sé cuál es el suelo electoral del PSOE. El PSOE tiene un apoyo social grande, porque hay personas que por razones sentimentales y familiares jamás van a votar a la derecha.

Eso forma parte de nuestro ADN histórico. España es un país polarizado en los dos últimos siglos. Hay ejes de izquierda-derecha, monárquicos-republicanos, laicos-católicos, socialistas-conservadores. Es un país muy dividido y es un país donde se mantiene una especie de memoria histórica, personal y en el sentido de que si tu abuelo era republicano y murió durante la guerra, pues tú siempre vas a votar a la izquierda.

Ese tipo de mecanismos mentales siguen funcionando y España es un país muy poco permeable. Hay muy poco cambio en la tendencia de voto, eso lo hemos visto. España es el país donde el voto es más estable. El Gobierno siempre se decide en un puñado de votos entre PSOE y PP, las fuerzas políticas emergentes durante los últimos años no se han consolidado y al final siempre todo está polarizado entre el PSOE y el PP.

Cuartango posa en la sede de THE OBJECTIVE. | Víctor Ubiña

P.- ¿Los socialistas críticos que siguen votando al PSOE, qué parte del partido son o quiénes son? 

R.- Me temo que son una minoría. Los Felipe González, Alfonso Guerra, Redondo Terreros, ese tipo de líderes históricos del PSOE que formaron parte del equipo de Felipe González o de esa época, pues han quedado en una posición muy marginal en el PSOE. Las bases mayoritariamente apoyan a Sánchez. Y ven a estas personas que tuvieron además un gran mérito histórico como una reliquia del pasado. Desgraciadamente, su influencia es muy pequeña.

P.- Cuando vemos, por ejemplo, a un García-Page o a un Lambán que son esa ala más crítica, los que hacen una especie de papel de poli malo.

R.- Sí. evidentemente no se van a ir y son un grano para Sánchez. Si él pudiera, los eliminaría de un plumazo porque les molesta, se nota mucho cuando habla de ellos. Pero como su posición es marginal en el partido, al final tampoco son un obstáculo. Ahora Sánchez acaba de anunciar que va a convocar el Congreso del partido en noviembre y la clave de ese congreso es afianzar su poder, blindarse frente a posibles críticas. Y tener una base de autoridad para llevar a cabo medidas tan polémicas como el acuerdo de financiación con Cataluña. De paso, también propiciar posteriormente la laminación, la liquidación de esos barones díscolos. Por eso te decía antes que Sánchez es una persona muy inteligente, porque tiene una estrategia a medio y largo plazo y siempre piensa en términos de poder. 

P.- Qué personaje más fascinante.

R.- Lo es, es que es un enigma, Carlos. Frío, calculador y siempre nos sorprende. Todos sus colaboradores Ábalos, Iván Redondo, Carmen Calvo, los que le ayudaron a recuperar el poder, todos fueron liquidados. Y es un político implacable, que no actúa con criterios sentimentales, hace lo que él considera útil para mantenerse en el poder y eso es lo que le hace muy peligroso. 

«Pedro Sánchez es un superviviente y hará lo que sea para sobrevivir»

P.- Recuerdo a Pérez-Reverte adjudicando a Sánchez el adjetivo de pistolero. «Se los va a cargar a todos», comentó, «y no se carga al Rey porque de momento le es necesario».

R.- No diría eso, no me gusta esa palabra. Pero es verdad que, como te he dicho antes, que es implacable. 

P.- Es un killer, creo que dijo.

R.- Para Sánchez, el fin justifica los medios, eso es evidente. La amnistía, que es, a mi modo de ver, políticamente impresentable y éticamente inaceptable. Él siempre ha estado en contra de la amnistía, pero en determinado momento le es útil para ser investido y lo hace porque él considera que el fin justifica los medios. Y yo pienso que él no es un cínico, él se cree lo que dice. Lo que pasa es que, como te decía, el cambia de opinión en función de las circunstancias.

Él piensa que como la amnistía es necesaria para que yo pueda gobernar. Pues lo hago, probablemente porque piensa que es mejor que él esté en el poder a que vuelva la derecha y que sus medidas son mejores que las que podría tomar el PP. No sé cuál es su fondo ético, pero sí, no cabe duda que cuando hay un obstáculo en lo elimina y que para él el fin justifica los medios. 

P.- ¿A qué personaje literario se podría parecer Pedro Sánchez? 

R.- Me viene uno a la memoria, pero no literario, sino Cromwell, Oliver Cromwell, el que decapitó al rey Carlos I, implantó una república en Gran Bretaña. Y además un parlamento en el que se dice que entró a caballo. Le llamaban Lord Protector. Era un hombre que acumuló un gran poder, era implacable. Pues me recuerda en cierta forma a la figura de Cromwell. 

P.- ¿Pedro García Cuartango le tiene miedo a la extrema derecha en España? Porque otra de las consignas repetidas en el PSOE durante las últimas campañas es el temor a la extrema derecha.

R.- Tengo prevención. Vamos a ver, la extrema derecha, con la que yo no comparto prácticamente nada, se está moviendo dentro de los límites de la legalidad y son una alternativa legítima. Y que además mucha de la gente que les vota, como ha sucedido en Alemania, no es porque sean fanáticos, sino simplemente porque están descontentos con el sistema. Entonces, yo respeto a Vox, creo que es una opción legítima. Ahora me parece que su discurso, su populismo, sus soluciones fáciles para problemas complejos, es verdad que están condicionando mucho la vida política y me parecen discursos peligrosos. Sin embargo, al final cada uno vota a quien quiere y yo, desde luego, no quiero demonizar a las personas que votan a Vox, ni tampoco a sus dirigentes. 

P.- Da la sensación, escuchándole, de que Cuartango es un hombre políticamente huérfano.

R.- Sí, totalmente huérfano.

Cuartango en la entrevista. | Víctor Ubiña

P.- ¿Y ya no vota?

R.- (Tras una breve pausa) Te diré que sí voto, lo cual parece una contradicción. No voy a decir a quién he votado, pero voto porque creo que es un mal necesario. O sea, decir prefiero votar aunque vaya con las narices tapadas a no votar, pero no creo en ningún partido. Vamos a ver, me voy a definir: creo que sería bueno que el PP ganara las próximas elecciones y que hubiera un recambio democrático, pero también considero que por la experiencia del pasado, en cierta forma el PP volvería a repetir los mismos errores que se cometieron en el pasado y en los que ha incurrido Sánchez.

Quiero decir, no espero que el PP vaya a liderar la regeneración ética de la política. Entonces, desgraciadamente es así y eso me ha hecho ser muy escéptico. No veo ningún partido que me convenza. En un determinado momento, sí que me ilusionó Ciudadanos en sus primeros tiempos y me sentía muy cercano. Pero también hubo un deterioro. Albert Rivera cometió muchos errores y ahora mismo pues no hay ningún partido que concite mi simpatía o mi adhesión o que no identifique.

P.- ¿A Feijóo le falta gancho?

R.- Feijóo, si gobierna, no será un mal gobernante. Lo que pasa es que Feijóo es un mal líder de la oposición.

«Sería bueno que el PP ganara las próximas elecciones»

P.- ¿Es un mal candidato?

R.- Es un mal candidato porque él llevaba 12 años en Galicia gobernando cuando vino aquí a Madrid, y él no estaba preparado mentalmente para ser líder de la oposición. Venía de otra cultura política y eso le cuesta mucho. Pero eso no significa que si él gana las elecciones sea un mal presidente del Gobierno. No lo haría mal. 

P.- Hablemos de cultura, para no hacerlo demasiado de política. Le quiero preguntar por una decisión que afecta a su amigo José Luis Garci, esa noticia de que Trece TV canceló la tertulia de cine de Garci ante su negativa a programar películas solo en color. Recuerdo la columna de Jimina Sabadú en El País: «Garci se fue de Televisión Española porque no le dejaban fumar y se va de Trece TV porque no le dejan poner pelis en blanco y negro». 

R.- Recuerdo esa columna y me sumé a la idea de que la televisión pública debería recuperar el programa de Garci. En fin, es una decisión que tengo que respetar porque es una decisión empresarial, pero no la entiendo porque el programa de Garci ocupaba un espacio que era un determinado tipo de cine, y tenía además un debate que tenía un público minoritario, pero un público muy fiel. Y creo que es necesario que en los espacios públicos, que en las televisiones, en la prensa, en las radios, haya este tipo de proyectos culturales que, aunque no sean mayoritarios, sí que apuntan a la curiosidad, a las necesidades de mucha gente que busca eso, que busca ese tipo de oferta diferenciada

P.- Y que lo mayoritario no tiene por qué ser bueno ni ser de calidad

R.- Exactamente. Por supuesto que las películas de los programas de Garcí eran magníficas. Claro, es que hay gente, amigos que me han dicho: «Bueno, pero ¿cómo se os ocurre poner Dies irae, la película de Dreyer?». Y yo digo, pues «porque es una maravillosa película». Ya sé que es una película en blanco y negro, de los años 30, que es muy difícil de dar ese salto histórico. Pero es una película maravillosa y una oportunidad para que la vea mucha gente. Porque ese tipo de películas es verdad que en España, muchas personas, sobre todo las nuevas generaciones, no las han podido ver nunca. 

«He conocido las cloacas del Estado, y conviene estar lejos de ellas»

P.- Aparte de John Ford, del que me consta tiene devoción, ¿qué otros directores de cine estarían en su listado?

R.- Sin duda alguna, Alfred Hitchcock es un director prodigioso que creó un nuevo lenguaje, una nueva forma de hacer cine. El lenguaje del suspense. Me gusta mucho Howard Hawks, un maestro de la comedia y del cine de entretenimiento. Y luego con Garci le critico y discuto con él, porque le digo que a veces es poco sensible al cine europeo. Es un poco injusto de mi parte, pero yo le reprocho que no ponga películas del neorrealismo italiano, de la nouvelle vague francesa, porque yo soy un entusiasta del cine europeo.

P.- Una de las cosas buenas que tiene Cuartango es que te incita a descubrir cosas nuevas, en la literatura, por ejemplo, a nuevos autores y novelas. Una de las ideas que le he escuchado y me ha parecido más fascinante es esto de leer y la rebeldía. ¿Por qué leer un acto de rebeldía? 

R.- Leer, primero, es un acto inútil, siempre insisto en ello. La idea es de Nuccio Ordine, pero siempre lo he pensado, no hay nada más inútil que leer. Hacer como yo en mi adolescencia, irme a los Pinares de Burgos con La Cartuja de Parma o con Ana Karenina y pasarme toda la tarde allí leyendo, cuando tenía 15 o 16 años. Pero a la vez que es inútil, la lectura te hace vivir otros mundos y te hace entender la naturaleza del ser humano. Y en esa medida, la lectura es útil.

Por lo tanto, sí que tiene sentido leer. Leer es una forma de vivir. Y yo no veo ninguna diferencia entre vivir y leer. Pero. Y hoy más que nunca leer es un acto de rebeldía. En una sociedad donde prima lo audiovisual, donde las redes sociales tienen un gran impacto, en una sociedad muy consumista. El acto de leer, de cogerte, no sé, La Ilíada, en una tarde en tu casa, o releer un drama de Shakespeare, me parece que es un gesto de rebeldía. Es decir, no quiero este tipo de distracciones fáciles y consumistas, y me quedo aquí en casa leyendo. Y es una expresión de por lo menos si no de rebeldía, de individualidad.

P.- Una curiosidad: ¿cuánto tiempo fue director de El Mundo?

R.- Un año y una semana. 

P.- Lo dice casi como una condena (ríe)

R.- Sí, bueno, fue una condena. No fue ni querido ni buscado. Pero también te digo que disfruté mucho porque aparte de que lo pasé mal porque era unas circunstancias muy adversas de crisis del periódico, de pérdida de capital humano, pero también el poder hacer un dirigir un periódico y encabezar un proyecto es enormemente estimulante. 

El periodista burgalés durante la entrevista. | Víctor Ubiña

P.- Pero se dormía poco y mal. 

R.- Trabajaba muchas horas, pero nunca tuve sensación de cansancio. Y había días que trabajaba 12 o 13 horas o más, incluso alguna noche me quedé en la redacción. Pero nunca tuve sensación de cansancio, porque yo nunca he ido al trabajo a disgusto. O sea, a mí siempre me ha gustado el periodismo y las redacciones y por lo tanto para mí era algo llevadero. No, yo no lo cambiaría por nada. Mi trabajo durante muchos años en El Mundo, en las redacciones, a mí me ha hecho feliz. 

P.- Le iba a decir, ya que fue director del diario El Mundo, y un hombre con cierto poder o cierta influencia, ¿conoció a las cloacas del Estado?

R.- Sí, las conocí. Existen las cloacas del Estado. Villarejo, por ejemplo, es la personificación, es el paradigma de las cloacas del Estado. Un periodista tiene que estar lo más lejos posible de esas cloacas. Incluso hay informaciones que a mí me llegaron de esas cloacas que me negué a publicar porque eran ilegítimas y porque además dañaban la intimidad de las personas. Entonces hay que poner límites también a eso. Pero un periodista, cuanto más lejos esté de las cloacas, mejor. De hecho, a mí cuando era director me llegó una persona que me dijo que Villarejo quería conocerme, quería hablar conmigo. Le dije que ni hablar, no he hablado con él nunca. Ni le conozco ni quiero conocerle. Siempre he hecho mi trabajo de forma honesta y transparente, y nunca he hecho cosas ilegales o me he aprovechado de esas cloacas para obtener información.

«Soy un producto de nacional catolicismo y he acabado como agnóstico»

P.- De todas las personas que ha conocido en su oficio, en el periodismo, ¿recuerda quién le impresionó más?

R.- He conocido a todos los presidentes desde la Transición, he conocido a todos los personajes del mundo económico, he conocido escritores, intelectuales. Si tuviera que decirte uno, me quedaría con Santiago Carrillo, con el que tuve una larga conversación en la que él me contó bastantes interioridades de la Transición. Y al final, me vino a decir que era consciente de que se había equivocado, que había claudicado en muchas cosas, pero que lo había hecho por la necesidad de salvar la democracia, de que España no volviera a una guerra civil, de que era lo más importante.

Era la reconciliación entre la gente y la libertad, a mí eso me impresionó. Yo sé que Carrillo tiene una historia turbia, sé que se le puede responsabilizar de una serie de historias muy oscuras durante la guerra y después. Pero al final, Carrillo era un hombre que apostó por la democracia y apostó por la libertad. Y le tenemos que estar agradecidos. 

P.- Para cerrar. Si tuviera que poner una frase en tu epitafio ¿Qué pondría? 

R.- «Aquí yace un hombre bueno». O sea, no quiero decir que sea bueno, pero yo creo que la bondad, el intentar ser coherente, honesto, es lo esencial. Al final la vida no se mide por el éxito. La vida no se mide por ser ministro, por presidir un banco. La vida se mide por la dignidad de cada persona, por lo que cada persona es y quiere ser, y es mucho más importante ser coherente, ser digno, portarse bien con los demás, aunque tengas un trabajo minúsculo, aunque sea el último de los trabajos o el más servil que tener poder y estar cegado por la ambición, por el dinero. Yo creo que lo esencial en la vida al final es ser bueno. Y ya decía Kapuscinski que para ser un buen periodista hay que ser un hombre bueno. Y estoy muy de acuerdo con eso. 

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