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Menos mortales, pero en gente más joven: la nueva realidad de los ictus, según un estudio

Tras tres décadas de revisión, un informe avala sobre la segunda causa de muerte en el mundo

Menos mortales, pero en gente más joven: la nueva realidad de los ictus, según un estudio

Una consulta de neurología. | ©Freepik

En España, los ictus se han convertido en una de las principales preocupaciones de salud pública. Cada año, más de 120.000 personas sufren un accidente cerebrovascular en el país. Datos que ofrece la Sociedad Española de Neurología, que sitúan esta patología como una de las más prevalentes en nuestro país. No obstante, a nivel mundial, el ictus es la segunda causa de muerte, solo por detrás de los infartos de miocardio.

En España, los ictus también son la segunda causa de muerte. Especialmente entre las mujeres, y una de las principales causas de discapacidad grave en adultos. Estos datos reflejan la gravedad de una afección que no solo cobra vidas, sino que también deja secuelas permanentes en muchos pacientes. Algo que conviene comprobar con un extensísimo estudio publicado por Lancet Neurology, que se adentra en las tres últimas décadas de estudio y control del ictus.

También conocido como accidente cerebrovascular, el ictus se produce cuando se interrumpe el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro. Esto puede suceder por un coágulo que bloquea una arteria (ictus isquémico) o por la rotura de un vaso sanguíneo (ictus hemorrágico). Al no recibir suficiente oxígeno, las células cerebrales empiezan a morir en cuestión de minutos, lo que puede causar daños irreversibles en las funciones cerebrales. Dependiendo de la gravedad y del área afectada, las consecuencias del ictus pueden ser muy variados. De hecho, pueden ir desde problemas motores o del habla hasta discapacidades graves, e incluso la muerte.

A pesar de los avances médicos en el tratamiento del ictus y las mejoras en las campañas de prevención, esta patología sigue siendo una amenaza considerable. El tiempo de respuesta es crucial en los casos de ictus, ya que recibir tratamiento dentro de las primeras horas puede marcar la diferencia entre una recuperación exitosa o vivir con secuelas. Algo que explica la Federación Española de Daño Cerebral. Por ello, es esencial identificar los síntomas rápidamente. Algo que sucede con, por ejemplo, la pérdida repentina de fuerza en un lado del cuerpo. Así como la dificultad para hablar, problemas para ver o confusión repentina.

La nueva realidad sobre los ictus

Aunque las tasas de mortalidad por ictus han disminuido en los últimos años gracias a las mejoras en el tratamiento médico y la prevención, la situación ha cambiado en otros aspectos. Según el estudio de Lancet Neurology, el número de ictus en personas jóvenes está aumentando, lo que supone un reto adicional para los sistemas de salud. Cada vez más personas menores de 50 años están sufriendo esta afección, lo que se debe a una combinación de factores de riesgo relacionados con el estilo de vida moderno y cambios en el entorno ambiental.

Uno de los principales factores de riesgo en el aumento de ictus en personas jóvenes es la hipertensión arterial. Esta condición, que a menudo se desarrolla por malos hábitos alimenticios y sedentarismo, puede dañar los vasos sanguíneos y aumentar la probabilidad de que se formen coágulos o que las arterias se rompan. Además, un informe de la Journal of American Medical Association advierte del riesgo de que las personas con altos niveles de presión arterial no lo sepan.

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El estudio publicado en Lancet Neurology avala que cada vez los ictus se producen en gente más joven. ©Freepik

Obesidad y contaminación: dos factores a tener en cuenta

Junto con la hipertensión, la obesidad se ha consolidado como otro factor determinante, como explica otro estudio publicado en la JAMA. La acumulación de grasa no solo afecta el corazón, sino también los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro, lo que puede favorecer la aparición de un accidente cerebrovascular. Del mismo modo, son numerosas las publicaciones que ahondan en la necesidad de desvincular el factor etario con la probabilidad de sufrir un ictus. Ser más joven per se no nos hace menos propensos a sufrirlos.

Además de los factores personales, hay elementos del entorno que pueden contribuir al aumento de los ictus en personas jóvenes. Un estudio vincula la exposición prolongada a la contaminación atmosférica con un mayor riesgo de sufrir un ictus, como ya contamos en THE OBJECTIVE. Las partículas contaminantes que se encuentran en el aire, especialmente en las grandes ciudades, pueden provocar inflamación en las arterias y desencadenar problemas cardiovasculares que, en última instancia, pueden derivar en un ictus. Por lo tanto, la combinación de factores de riesgo tradicionales y ambientales ha hecho que esta enfermedad esté afectando a personas cada vez más jóvenes.

Cómo reducir el riesgo de sufrir un ictus

A pesar del aumento en la incidencia de ictus en personas jóvenes, hay múltiples formas de reducir el riesgo de sufrir uno a lo largo de la vida. Una de las más efectivas es adoptar un estilo de vida saludable que incluya una dieta equilibrada y variada. Las dietas ricas en frutas, verduras, cereales integrales, y grasas saludables puede ayudar. Principalmente por mantener bajo control el colesterol y la presión arterial, dos factores clave en la prevención del ictus. Reducir el consumo de alimentos ultraprocesados, ricos en grasas saturadas y azúcares, también es fundamental para evitar la obesidad y la hipertensión.

El ejercicio físico regular es otra de gran herramienta para proteger la salud cardiovascular y cerebral. Actividades como caminar, correr, nadar o andar en bicicleta no solo ayudan a controlar el peso. También mejoran la circulación y fortalecen el corazón y los vasos sanguíneos. Los expertos recomiendan al menos 150 minutos de actividad moderada a la semana para mantener una buena salud general. Lo cual reduciría el riesgo de padecer un ictus.

Finalmente, eliminar el consumo de sustancias tóxicas como el tabaco y el alcohol es crucial. Fumar daña directamente las paredes de los vasos sanguíneos, lo que aumenta la posibilidad de que se formen coágulos. Además, el alcohol en exceso puede elevar la presión arterial y contribuir al desarrollo de enfermedades cardíacas. Evitar el tabaco y moderar el consumo de alcohol no solo reduce el riesgo de ictus, sino que también mejora la salud en general y previene otras enfermedades graves.

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