Broncano, el opio del pueblo
Mientras las redes hierven con memes y apoyos a Broncano, la trama criminal socialista queda en segundo plano
España vive días convulsos. Las declaraciones de Aldama ante el juez han puesto en jaque a Pedro Sánchez y a todo su gobierno. Sin embargo, buena parte de la atención mediática del equipo de opinión sincronizada está fijada en David Broncano y en su rivalidad con Pablo Motos. La cortina de humo es perfecta: la izquierda, herida y acorralada por los escándalos de corrupción, encuentra en Broncano el mejor salvavidas. El showman, desde su cómodo puesto en la televisión pública, a razón de 14 millones por temporada, suministra litros y litros de anestesia a una progresía ávida de vivir adormecida y agilipollada.
Este jueves, Broncano ha logrado lo imposible: desviar el foco de la corrupción socialista desde su programa La revuelta. Para eso fue contratado. En la red social X su pataleta acumula más de 120.000 likes y 18 millones de visualizaciones en el momento de escribir esta columna. Una vez más, el humorista se posiciona como el héroe del relato oficialista, vendiendo una narrativa de victimización que encubre lo verdaderamente importante: la gravedad de las declaraciones de Aldama, el comisionista que amenaza con detonar los cimientos de Ferraz.
Mientras tanto, las redes y las tertulias debaten si Jorge Martín, campeón del mundo de MotoGP, fue vetado por Pablo Motos o su equipo en El hormiguero. El supuesto veto y la pugna de exclusivas con La Revuelta de Broncano han acaparado titulares. Sin embargo, ¿a quién le importa la estrategia comercial de un programa de entretenimiento frente a la posibilidad de que altos cargos del PSOE estén implicados en un escándalo de corrupción? Pues, aparentemente, a toda la izquierda, que ha elevado a Broncano a la categoría de mártir.
El giro de Broncano no es casualidad. Su relación con Pedro Sánchez es un secreto a voces, y no es la primera vez que el presidente utiliza el poder mediático del cómico para tapar sus vergüenzas. Recordemos que fue Sánchez quien impulsó a Broncano para desgastar a Pablo Motos, una figura incómoda para el Gobierno debido a su línea editorial crítica. Broncano, con su carisma y su habilidad para construir discursos facilones para la izquierda, cumple perfectamente el papel de apollardar a un sector que prefiere mirar hacia otro lado cuando el barro político amenaza con salpicarlos.
Lo de Aldama no es poca cosa. Sus declaraciones son un torpedo letal en la línea de flotación del PSOE. En cualquier democracia sana, esto ocuparía las portadas de todos los medios, pero en España el espectáculo de Broncano y Motos ha robado el protagonismo de los medios del régimen y de sus mariachis. La izquierda ha encontrado en esta polémica prefabricada una vía de escape inmejorable: un simpático circo que desvía la conversación hacia debates triviales, reforzando una polarización cada día más irrespirable. Todo esto, al mismo tiempo que el revolucionario Broncano se levanta un sueldazo desorbitado pagado con nuestro dinero.
Es grotesco que el progresismo se escandalice más por el supuesto «veto» de un piloto en un programa de televisión que por los millones en comisiones que, según Aldama, pasaron por manos socialistas, pero ya sabemos que en España hay más tontos que botellines. No descubrimos nada nuevo. Mientras las redes hierven con memes y apoyos a Broncano, la trama criminal socialista queda relegada a un segundo plano. La maniobra del sanchismo es brillante, un golpe perfecto, aunque no hay hígado que lo aguante.
El despistado David Broncano, con su aparente ingenuidad, ha conseguido algo que muchos en la izquierda necesitaban desesperadamente: un placebo para evitar enfrentar una realidad incómoda. Los socialistas se ríen mucho con sus chascarrillos, entre tanto, Pedro Sánchez se atornilla al poder.