Víctor de Aldama: un tipo a la caza del dinero
«Se hizo millonario trampeando ya antes de la pandemia presumiendo de casa… y de un Maserati que nunca pagó»
A los propietarios del Zamora Club de Fútbol les aseguró que tenía contactos excelentes. Les convenció, compró el club y lo subió a una categoría superior, pero luego se desentendió. Estuvo a punto de adquirir el Córdoba y se interesó por el Cádiz. Lo de menos era el balón. Lo importante, ganar dinero rápido y de cualquier manera. Su agenda la fue ampliando con nombres de personas a las que les gustaban los billetes igual que a él. Así dio con el grandullón Koldo García Izaguirre, el chico para un roto o un descosido del todopoderoso José Luis Ábalos, el ex número dos del PSOE, la mano derecha de Pedro Sánchez, quien en la crisis de gobierno de 2021 éste lo destituyó de ministro de Transportes –«Tú ya sabes por qué», dicen que le espetó-, pero que en las últimas elecciones de 2023 lo colocó en la lista del partido por Valencia y expulsado este año tras estallar el escándalo de las mascarillas en el que supuestamente estaría implicado.
Ábalos, para quien el juez del Tribunal Supremo que instruye en esa instancia su implicación en el asunto de las mascarillas, ha pedido al Congreso el suplicatorio para investigarle sobre un presunto delito de corrupción. El exministro tiene un porvenir político y probablemente penal muy oscuro, al igual que su asesor García, el famoso Koldo, a quien un buen día antes de ser Sánchez secretario general del PSOE se lo presentó Santos Cerdán, el hoy secretario de Organización del partido y sucesor de Ábalos. El presidente quedó encantado por el compromiso e ilusión mostrados por el aizkolari y portero de un club de alterne de Pamplona. Y bien que lo demostró protegiendo con su cuerpo los avales que facilitaron el retorno de Sánchez al liderazgo de la formación.
Víctor Gonzalo de Aldama (Madrid, 1978), supuestamente abogado, empresario y conseguidor de negocios cuestionables, descubrió no muy tarde quiénes eran muchos de los que iban a representar la cúpula dirigente socialista y se identificó con su proceder: la filosofía de alcanzar el poder como fuese, la soberbia, el desprecio a la crítica de quien disiente y la seguridad en sí mismos. Aldama, un tipo sin escrúpulos que desde primera hora del día maquinaba operaciones en las que él siempre se llevaba un gran trozo del pastel, dio con la horma de su zapato cuando conoció casualmente al tándem Ábalos-Koldo gracias a un hermano suyo que trabajaba como escolta del ministro. «Lo tienes a huevo», le comentó tal vez intuyendo que su filosofía de vida no era muy distinta de la del político.
Se hizo millonario trampeando ya antes de la pandemia presumiendo de casa en una exclusiva urbanización de Alcobendas, localidad al norte de Madrid, de ser nieto de un marqués promotor de La Moraleja, la selecta urbanización a las afueras de la ciudad y de un Maserati que nunca pagó y explotando contactos en Ecuador, México y Venezuela. Luego se separó de su esposa con la que tiene una hija, se emparejó con una peluquera colombiana y se trasladó a vivir a una urbanización en Puerta de Hierro (Madrid).
Siempre ha dicho que es estrecho amigo de la vicepresidenta de Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez. Pero fue la epidemia y la compra de material sanitario por parte de la Administración Pública -con mordidas de por medio a través de su firma Soluciones de Gestión, en la que trabaja también un socio suyo- lo que le encumbró y a la postre llevó a la cárcel. Fue detenido en febrero junto a una veintena de implicados, entre ellos Koldo, por presunta pertenencia en una organización criminal, tráfico de influencias, cohecho y malversación de caudales públicos. De esos mismos cargos, el juez instructor del Tribunal Supremo sostiene que hay «indicios bastantes» para pedir al Congreso el suplicatorio de Ábalos por su condición de aforado y seguir investigando sobre su patrimonio.
El exministro -como su asesor, chófer y chico para todo, Koldo García Izaguirre- niegan todo. O casi todo, puesto que hay algunos elementos difíciles de negar como la compra y luego alquiler de un chalet en Cádiz, la de un piso de 250 metros cuadrados en el madrileño Paseo de la Castellana, a un precio muy inferior que el del mercado, finalmente abortada porque estaba ocupado, así como el alquiler durante dos años de otro apartamento en la Torre de Madrid de su entonces pareja sentimental, estudiante de Odontología y a la que se le otorgó a dedo un empleo en una empresa pública. Todo supuestamente como agradecimiento de favores prestados. A Koldo presuntamente también le engrasó con dinero. Éste lo niega.
La orgía de corrupción ha salpicado a varios ministerios y ministros, entre ellos el de Administración Territorial y expresidente de Canarias, Víctor Ángel Torres, la presidenta del Congreso cuando gobernaba Baleares, el jefe de gabinete de la vicepresidenta María Jesús Montero y al secretario de Organización del PSOE Santos Cerdán, a quien Aldama ha llamado «electricista de mierda» por su pasado como mecánico en alguna de las entrevistas que ha concedido.
Decidió abrir la caja de los truenos poco después de que en octubre regresara a la cárcel de Soto del Real por estar implicado en otra trama de corrupción, que los analistas consideran de mayor envergadura, sobre un fraude del IVA en empresas de hidrocarburos por un monto cercano a los 200 millones de euros. Pidió hablar con el juez y disparó con bala hasta el corazón del PSOE.
«Vaya inventada», dijo Sánchez cuando leyó todo lo que confesó a la justicia. Se autoinculpó más si cabe de los delitos ya imputados, pero facilitó tanta información que el juez decretó su libertad bajo fianza. Habló no sólo de las mordidas a dirigentes socialistas en la compra de mascarillas, sino de adjudicaciones ilícitas de obra pública, del rescate de Air Europa y de sus turbias relaciones con el gobierno de Maduro y Delcy en particular. Él acompañó a Barajas a Ábalos y Koldo hasta el interior del avión oficial venezolano donde se encontraba la vicepresidenta y fue él quien presuntamente había alquilado un chalet a las afueras de la capital donde ella planeaba reunirse con Sánchez y varios ministros del Gobierno pese a que su presencia habría supuesto violar las medidas de prohibición de pisar suelo europeo a representantes del Gobierno venezolano.
Sánchez y su equipo han cerrado filas desprestigiando a Aldama. Quien conoce a este comisionista de operaciones ilícitas, el «nexo corruptor» como lo define la justicia, sostiene que Aldama guarda más munición, bien guiado por su avezado letrado. «Este personaje es un delincuente confeso, cuya estrategia de defensa es la mentira», afirma el jefe del Gobierno. «Sánchez es un mitómano. Ha pedido pruebas. Las tendrá», respondió Aldama al salir de prisión.
Sánchez ha tenido que tragarse sus primeras palabras de que no lo conocía una vez que han ido apareciendo fotos del empresario en la sede oficial del partido, además de la que se hizo con el primer ministro en un pequeño mitin en un teatro de Madrid. En la última, la más impactante, se le ve a la derecha de Ábalos con Koldo al fondo, en una reunión de trabajo con el opositor venezolano Juan Guaidó en una sala de la restringida cuarta planta de Ferraz, la sede oficial del PSOE.
Aldama, tildado por quien le conoce como de ideas conservadoras y que en sus primeros años de profesional buscaba desesperadamente dinero para pagar una vivienda, quiere mostrar ahora una apariencia chulesca de triunfador, de empresario audaz con su barba espesa, a veces descorbatado y con un pañuelo en el bolsillo de la pechera de la chaqueta un tanto hortera. Ha amasado fortuna depositada seguramente fuera del país. Sabe que su destino será tarde o temprano la prisión, pero antes, con ese punto irascible que muestra cuando se le contradice, quiere enterrar a Sánchez y lo que representa, algo que pocos analistas opinan que lo conseguirá. Sus acusaciones, sus pruebas en el supuesto que sea capaz de demostrarlas, no será sencillo de sacarlas adelante pese a tener un magnífico letrado. Pero pocos dudan que su campaña en los juzgados y en los medios desgasta día a día a la coalición de gobierno. La prensa se pregunta cuál será la nueva bala del comisionista. Mientras, el Ejecutivo, que oculta mal el nerviosismo, sentencia que Sánchez llegó al poder para liderar un Gobierno limpio y acabar con la corrupción de la etapa del PP. De momento, ese mensaje no llega del todo a creérselo gran parte de la ciudadanía.