THE OBJECTIVE
Hastío y estío

Zelenski, el Willy Fog del siglo XXI

«Todos hablan y escriben sobre la guerra de Rusia contra Ucrania, pero a los que la viven de cerca no se les da ni voz ni papel»

Zelenski, el Willy Fog del siglo XXI

El presidente de Ucrania, Zelenski. | Europa Press

Todas las guerras son incomprensibles. Su sentido sólo se encuentra en el beneficio de unos pocos y la estupidez de muchos. Un servidor no es especialista en conflictos bélicos, pero sí que lo es haciéndose preguntas que parece que no tienen respuesta. La guerra de Rusia contra Ucrania parece enquistada. Un atasco en la M30 a las ocho de la mañana de un lunes lluvioso. Pero los rusos piensan, y puede que también Zelenski, que todavía se pueden apilar más muertos ucranianos y que no se ha hecho tope. Siempre hay espacio para más dolor cuando el sufrimiento lo «gozan» los otros.

Y es que esta guerra, como todas, no hay quien la entienda. Se habla y se escribe mucho sobre ella. Casi todos prefieren hacerlo desde lo suficientemente lejos como para que no les salpique la «tinta» roja, y a los que la viven de muy cerca, in situ, curiosamente no se les da ni voz ni papel. Ni siquiera se les da vela en unos entierros de los que son protagonistas. Y es que los muertos lo mejor que pueden hacer es callar. Pero antes de hacerlo, «los señores de la guerra» les dejan decir unas últimas palabras, «Ave Zelenski y Putin, los que van a morir te saludan». Utilizar las ruinas del Imperio Romano para impulsar otros nuevos más rusos y norteamericanos. 

Mientras tanto, el líder del país que sufre la guerra, se dedica a viajar de un lado a otro. No sabemos si se trata de una huida hacia delante. También se podría tratar de un viaje a ninguna parte. Que la guerra no es ningún teatrillo lo sabía perfectamente Fernán Gómez. El cine hace demasiado estéticos los conflictos bélicos provocando la insensibilidad para la vida real. Que «la vida es bella», pero cuando tenemos la fiesta en paz. Que la guerra no es un juego de niños por mucho que Zelenski haya querido convertirse en el nuevo Willy Fog para que así lo crean.

La muerte de este viajante sí que terminó con su particular sueño americano. Zelenski quiso hacer una de sus muchas paradas en Estados Unidos. Los cantos de sirena venían distorsionados por un presidente norteamericano que se encargó de mandarle con la música a otra parte. Como culo de mal asiento, eso no hizo mella en nuestro protagonista y siguió en su peregrinar para reunirse con los hijos de la Gran Bretaña. Aquí si que escuchó cosas bonitas, como cualquier mujer cortejada por un hombre que tiene interés en ella, para que después «la vida siga igual» como bien sabe Julio Iglesias, el único y verdadero conquistador en este mundo. 

Se supone que Zelenski con sus viajes busca la manera en que le ayuden para acabar con el conflicto o para ganarlo. Un servidor reconoce que no lo tiene claro. Una labor diplomática donde estrechar lazos con sus socios de la Unión Europea y con los países que quieran, para mediar en un conflicto que lo haga favorable a los intereses de Ucrania. Veo bien que busque soluciones y ayuda para su país, pero su manera de entrar y salir de un lugar en guerra me parece de una frivolidad máxima. La ciudadanía no tiene otra posibilidad, y debe quedarse en ese territorio a sufrir o a descansar eternamente. El resto de opciones sólo las tiene su presidente.

Nosotros en España seguro que no llevaríamos bien como nuestro presidente del Gobierno entrara y saliese del país, mientras aquí, pongamos por caso, Marruecos (no sé por qué habré pensado en ese país, el subconsciente tiene razones que la razón no entiende) decidiera atacar nuestro territorio. Hacer unas vacaciones de la guerra, mientras el pueblo no se puede tomar ni un respiro para desayunar. Tomarse la guerra como un trabajo donde la jornada para el ciudadano dura 24 horas al día, mientras el presidente y su mujer han tenido tiempo hasta para hacer un reportaje fotográfico para la revista Vogue vestidos con las mejores galas. Y es que al final el pueblo es el único que siempre permanece en defensa de lo que es suyo. De su territorio, de sus costumbres, de su cultura, de su historia. Mientras tanto, las ratas siguen copando el poder en todos los sitios, y huyendo del barco en cuanto un vaso de agua moja sus caros zapatos.

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