El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha obtenido una importante victoria con la esperada confirmación de su candidata a la Corte Suprema, Amy Coney Barret, consolidando así la mayoría conservadora en el Alto Tribunal y dándole un impulso a su campaña a la reelección a ocho días de los comicios.
Lo más importante: la Corte Suprema, árbitro de los asuntos más espinosos de la sociedad estadounidense, contará así con seis jueces conservadores de nueve, tres de ellos nombrados por el mandatario republicano.
A pesar de la oposición de los demócratas, que denunciaron un proceso «ilegítimo» tan cerca de los comicios, los senadores republicanos, mayoritarios en la Cámara Alta, avalaron todos -salvo una excepción- el ingreso de Amy Coney Barrett, una católica ferviente opuesta al aborto, al máximo tribunal de justicia del país.
«Es un día trascendental para Estados Unidos, para la constitución estadounidense y para un estado de derecho justo e imparcial», dijo el mandatario poco después durante la toma de juramento de la magistrada en el jardín de la Casa Blanca.
Los demócratas advierten que Barrett podría votar para desarticular el Obamacare, una reforma de salud que ha ayudado a millones de estadounidenses a obtener un seguro médico, y que tal vez ayudaría a anular la sentencia del caso Roe contra Wade de 1973 que permite el derecho al aborto. Sin embargo, Barrett dijo que mantendrá sus creencias personales separadas de su trabajo. «Haré mi trabajo sin miedo ni favores (…) Y lo haré independientemente de los poderes políticos y de mis propias preferencias», ha declarado.
La magistrada podría participar en su primera audiencia a partir del 2 de noviembre, la víspera de las elecciones presidenciales. Por lo tanto, teóricamente actuará en caso de que se examinen posibles apelaciones contra los resultados de la votación.
Cimentando una estrategia que ha implicado la nominación de más de 200 jueces conservadores en todo el sistema judicial federal durante su mandato, el nombramiento de Barrett congracia a Trump con los votantes de la derecha religiosa en un intento final por recuperar terreno frente a su rival demócrata Joe Biden.
Pero más allá del resultado del 3 de noviembre, su legado será perdurable porque esos cargos son vitalicios y Trump ha elegido en general jueces jóvenes. Barrett tiene 48 años. «Ella va a estar ahí mucho tiempo», había dicho el mandatario antes de la nominación ante una multitud en Lititz, en uno de los tres mítines previstos este lunes en Pensilvania, un estado clave en las elecciones.
Por su parte, Biden, ha señalado en un comunicado que la confirmación en medio de una elección «debe ser un duro recordatorio para todos los estadounidenses de que tu voto importa».
Durante el debate en el Senado antes de la votación, el jefe de la minoría demócrata, Chuck Schumer denunció la «hipocresía» de los republicanos y afirmó que la jueza no fue elegida por sus credenciales, sino por sus creencias «de derecha radical».
Pero del lado de los republicanos, todo fueron halagos. El poderoso senador Lindsey Graham celebró un día «histórico» y el jefe de la bancada, Mitch McConnell, enalteció las «brillantes» credenciales de Barrett.
Poco después de la votación, la joven congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez tuiteó su apoyo a una idea que circula en el ala más izquierdista: aumentar el número de magistrados de la Corte Suprema para contrabalancear la influencia de los jueces nombrados por Trump.
Biden, aunque no es un entusiasta de esa idea, no la descarta del todo. Si es electo, planea crear una comisión bipartidaria para reformar la Corte Suprema.