A los cuatro lugares sagrados que para el budismo existen en el mundo, todos en Asia, se sumará un quinto, la ciudad de Cáceres, que ha iniciado el camino -sin salir de tierras extremeñas- hacia esta religión merced a un proyecto de construcción de un gran complejo religioso.
Por qué es importante: tal condición situará a Cáceres y, en concreto, al entorno natural del Cerro de Arropez, en la quinta tierra sagrada budista del planeta, la primera fuera del continente asiático, si bien aún deberá esperar a que la UNESCO lo refrende. Esta travesía espiritual o llegada de una nueva cultura permitirá al budismo sumarse a las tres grandes culturas que hasta ahora han cincelado la historia de Cáceres: la árabe, la cristiana y la judía.
Cobra mayor importancia este hecho si tenemos en cuenta que los hasta ahora cuatro lugares del budismo están ubicados en la India y Nepal, donde el 80% de la población es de confesión hindú, y que los budistas en España no llegan al 1% de la ciudadanía religiosa.
Este puente con el budismo ha comenzado este jueves en la capital cacereña con la celebración de dos ceremonias budistas realizadas por una delegación nepalí que, a pesar de la pandemia, ha viajado -más de 7.000 kilómetros de distancia- para sellar el hermanamiento entre Cáceres y Lumbini (Nepal), lugar de nacimiento de Buda.
De allí se han traído tierras sagradas nepalíes con el objeto de sacralizar, a su vez, la tierra cacereña, el monte Arropez. De hecho, este sábado se plantará un pipal (Ficus religiosa), árbol bajo el que Buda alcanzó la iluminación, y una encina, árbol simbólico de la dehesa extremeña.
Estas tierras de lugares sagrados relacionados con la vida de Siddhārtha Gautama, el príncipe hindú nacido en Nepal, han recorrido un largo periplo no exento de trabas burocráticas. «Ha sido una experiencia muy complicada porque la UE prohíbe la entrada de tierra», ha explicado a Efe el director de Relaciones Institucionales de la Fundación Lumbini Garden, Ricardo Guerrero.
«Se han tenido que pedir muchos permisos para justificar esa entrada bajo términos educativos y de investigación», ha explicado. De momento, esta tierra sagrada, a la espera de ser llevada al monte Arropez, que acogerá el complejo budista, han sido depositadas en el Museo Pedrilla y Casa Guayasamín, donde este jueves se ha celebrado un acto de la bendición y unión con la tierra de Cáceres.
En este mismo espacio, propiedad de la Diputación cacereña, reposa la réplica de Buda tallada en jade blanco birmano y valorada en medio millón de euros que llegó a Cáceres a finales de septiembre de 2020, como donación de la Lumbini Garden.
Nada que ver con la estatua de Buda que coronará el citado complejo religioso, de 40 metros de altura y 350 toneladas de peso. Junto a ella se ubicarán las embajadas de las principales ciudades budistas orientales, un centro de meditación, jardines y un núcleo universitario asociado al país asiático en el que tomen contacto estudiantes de Asia y Occidente.
La unión de las tierras, en un acto frente a la réplica del Buda sedente, ha simbolizado el inicio del proceso sacralización de Cáceres para convertirse en esa quinta tierra sagrada del budismo. La ciudad extremeña dibuja así su particular viaje iniciático para convertirse en parada obligatoria del circuito espiritual mundial. «En el budismo la peregrinación se considera un acto de mucho mérito, una buena acción, porque la peregrinación no se hace por devoción, sino por inspiración», ha apuntado Guerrero.
Traer las tierras de Nepal a Cáceres significa «acercar esa historia, esa tradición y ese peregrinaje al espacio más recóndito». No obstante, aún queda mucho camino por recorrer que podría durar unos dos años, pues incluye hasta 16 ceremonias en los principales templos budistas asiáticos y que debe culminar en la sede de la UNESCO en París, donde se aprobaría la declaración.
Noticia de Eduardo Villanueva y Alberto Santacruz.