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Fernando VII: el rey de España con el que Pedro Sánchez es comparado tras los indultos

Tildado como el peor monarca de nuestra historia, pasó de ser “El Deseado” a convertirse en “El Rey Felón”

Fernando VII: el rey de España con el que Pedro Sánchez es comparado tras los indultos

Tildado por los expertos como el peor monarca de nuestra historia, pasó de ser “El Deseado” a convertirse en “El Rey Felón” en tan sólo unos años

Las redes sociales vienen cargadas de comentarios críticos contra Pedro Sánchez. Tras anunciar que el Consejo de Ministros aprobará los indultos a los presos del procés catalán, el presidente del Gobierno no ha tardado en convertirse en tendencia en Twitter. Muchos han usado los términos “traidor” y “felón” (sinónimo del anterior) para referirse al jefe del Ejecutivo. También le han comparado con uno de los personajes históricos españoles más denostados: Fernando VII.

Los historiadores coinciden en señalar que el hijo de Carlos IV y padre de Isabel II es el peor rey que ha tenido nuestro país desde que en él se instauró la monarquía. Lo consideran así dado su desinterés e incapacidad, que le convirtió en el español más odiado durante años. Esa animadversión ha llegado hasta nuestros días, fruto de la buena vida que siempre antepuso a todo lo demás y a la retahíla de episodios desafortunados que protagonizó.

Monarca español durante tres meses de 1808 y después entre mayo de 1814 y septiembre de 1833 (fecha de su muerte), Fernando VII fue un traidor nato desde que atisbó el poder. De hecho, conspiró contra su propio padre hasta en dos ocasiones. La primera, en 1807, no le salió bien: tuvo que fingir que estaba arrepentido para que Carlos IV le perdonase. La segunda, en 1808, dio pie al Motín de Aranjuez, con el que sí logró arrebatar el trono a su progenitor. Y, de paso, quitar de en medio al valido (primer ministro) Manuel Godoy, al que no soportaba.

Como la Guerra de Independencia con Francia estalló poco después de hacerse con la Corona, Fernando VII vivió en Bayona durante seis años. Mientras José I reinaba en España, su predecesor se convirtió en el prisionero de lujo de su hermano, nada menos que Napoleón. Los españoles le apodaban “El Deseado” y ansiaban que retomase su reinado lo antes posible. Lo que no sabían es que Fernando había cedido el trono español a los Bonaparte sin ningún tipo de resistencia y que incluso suplicó convertirse en el hijo adoptivo del emperador galo.

Tras esa guerra en la que muchos murieron por él mientras vivía a cuerpo de rey (nunca mejor dicho) en Francia, Fernando VII al fin se mostró tal cual era. Nada más regresar a España, acabó con todas las innovaciones liberales que se habían dado en el país durante su ausencia. Es decir, la Constitución de 1812, la abolición de la monarquía absoluta, la separación de poderes, las libertades individuales y las garantías jurídicas. Todo volvió a hacerlo y deshacerlo una única persona: el rey.

El retroceso también quedó evidenciado de la mano de la Inquisición, que volvió a funcionar durante unos años gracias a Fernando VII. Ni los estragos de la guerra ni la pérdida de buena parte de los territorios españoles en América parecieron importarle mucho. La creación del Museo del Prado (1819) fue uno de los pocos hitos positivos de su reinado. Eso sí, seis años después de haber dejado que España perdiera más de 100 obras de arte de maestros de nuestra pintura a manos de José I.

Manga ancha ficticia a los liberales y la Década Ominosa

Su paso de “Deseado” a “Rey Felón” quedó muy bien reflejado en 1820. De cara a la galería, Fernando VII juró la Constitución de 1812 tras el pronunciamiento de Riego. De puertas para dentro, negoció una intervención militar en España para acabar con liberales como el político asturiano. Cosa que sucedió gracias a la Santa Alianza, que puso fin al Trienio Liberal (1820-1823) y dio comienzo a la Década Ominosa (1823-1833).

Desembarco de Fernando VII en El Puerto de Santa María (Cádiz) en 1823.

Fue el período de mayor decadencia del reinado de Fernando VII, caracterizado por la represión de los liberales y la división entre los absolutistas, que no se ponían de acuerdo entre si su régimen debía darse de forma moderada o en su máxima expresión. Al final, acabaron produciéndose las guerras carlistas: el hermano de Fernando, Carlos (de la facción absolutista más reaccionaria), no aceptó la sucesión que recayó en la futura Isabel II.

El país era incapaz de salir del bucle de desgracias en el que llevaba años y años sumido. Sin embargo, a Fernando VII no le importaba lo más mínimo que todo se fuera a pique. Sus máximas preocupaciones eran el tabaco, las mujeres (tuvo cuatro y además era un asiduo de los prostíbulos), el dinero, el billar (al que siempre ganaba a pesar de lo mal que se le daba: de ahí la expresión ‘Así se las ponían a Fernando VII’, dadas las facilidades que se le otorgaban, por puro temor a que perdiera, en las partidas) y sus caprichos.

El Estado era algo secundario: si se compraban varias naves defectuosas a Rusia para reforzar la Armada española por casi 70 millones de reales (ocurrió en 1818: la madera de los cascos estaba podrida), tampoco pasaba nada. Tuvo que ser la gota la que se llevase por delante al rey, sin que esto generase mucha pena que digamos, un 29 de septiembre de 1833.

La enfermedad pudo con Fernando VII todo lo que no lo hicieron los liberales, los franceses, la progresiva decadencia española que ayudó a forjar y, en definitiva, su largo historial de agravios. Esos que, dada su envergadura, todavía son capaces de salir a flote hasta más de un siglo después de haberse producido.

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