Pedro J. Ramírez: política, intrigas y cintas de vídeo
En ‘Palabra de director’, Pedro J. Ramírez repasa sus más de cuarenta años al frente de medios. Historia de España aderezada con exclusivas, amenazas e intrigas palaciegas
Exclusivas. Amenazas de muerte. Juicios. Política. Periodismo. «Piropos». Terrorismo. Intrigas. Pornografía. Asesinatos.
Todo esto forma parte de las seiscientas cuarenta y una páginas del libro de Pedro J. Ramírez, editado por Planeta, Palabra de director, que lleva por subtítulo: «Las memorias del periodista que nunca ha temido a la verdad». Según la editorial, estamos ante unas memorias periodísticas, del periodista más influyente de las últimas décadas, que no van a dejar indiferente a nadie. Las presentan como una inmersión en la historia de España desde el final del franquismo.
Pedro J. llego a la presentación de su libro doce minutos tarde, relajado y satisfecho. Los fotógrafos le pidieron que se tirara de sus archiconocidos tirantes para las instantáneas y él lo hizo sonriente. La atmósfera era muy amigable y sosegada, nada que ver con algunos de los «piropos» que dirige el autor en su libro a algunas de las personas más influyentes de la historia de España: «Un hombre sin escrúpulos ni sentido de los límites», escribe sobre Felipe González; «una de las personas más malvadas con las que me toparía en la vida», sobre Rafael Vera. Tampoco se libra Juan Luis Cebrián, del que escribe: «Consideraba que la hegemonía de su periódico formaba parte del orden natural de las cosas y toda transgresión de ese canon merecía una respuesta contundente, sin reparar en límites». Durante la charla volvió a referirse a Cebrián y Luis María Ansón, con quienes coincidió recientemente en la presentación del libro El libro de los espías. Pedro J. recordó que ese día discrepó públicamente con sus dos compañeros cuando alabaron la figura de Emilio Alonso Manglano, mientras que él se refirió a su ocultación de actividades delictivas. Pedro J. rescató este desencuentro ocurrido hace unos días para «que tengamos en cuenta que ni entonces ni ahora todos decíamos lo mismo ni teníamos la misma actitud ante las cosas que estaban sucediendo».
Asesinatos, terrorismo y amenazas de muerte
Pedro J. empezó su presentación dedicando el libro a todos los periodistas y muy especialmente a Julio Fuentes –asesinado en Afganistán–, Julio Anguita –asesinado en Irak– y José Luis López de la Calle –asesinado por ETA–. Los tres trabajaban para él y de repente «te encuentras enterrando a alguien a quien has pedido que cubra una información».
A la presentación trajo –y casi se le olvida enseñarla– la primera amenaza de muerte que recibió como director de un periódico a principios de los ochenta. La amenaza procedía del Batallón Vasco Español y desde entonces ha tenido más, incluyendo ETA. El terrorismo ha estado presente en su vida de distintas maneras, como cuando entrevistó en París a un dirigente de ETA, pero también era inevitable pasar por alto durante la presentación los atentados del 11-M y la cobertura que realizó El Mundo. «Hay veces que persigues la verdad y no la encuentras», dijo. Habló del coraje para dejar de lado una historia cuando esto sucede, aunque calificó el hecho de «enigma histórico» y defendió que «la averiguación de gran parte de la verdad de los atentados del 11-M sigue siendo algo pendiente para mí y para las generaciones futuras. Hay huecos y fragmentos en la información que tenemos hoy».
Política, pornografía, intrigas
«He contribuido a moldear la historia de España desde la función de control del poder», dijo Pedro J. Del periodista italiano Indro Montanelli aprendió que un director no puede tener carné de un partido político, lo cual no es incompatible con que desde sus medios haya pedido el voto para determinados candidatos políticos. «Está en la línea de la tradición de la mejor prensa norteamericana decir a los lectores cuál es el mejor candidato para España en ese momento y fundamentar ese criterio», arguyó.
«La verdad es con minúscula; es poliédrica, siempre es incompleta y revisable, pero es la verdad desde el punto de vista de la ética y la objetividad»
Pedro J. Ramírez
En el libro cuenta su salida como director de Diario 16, episodio que calificó como una operación política. También hay espacio para el Rey. Pedro J. publicó en 1990 la primera información crítica con el monarca en un diario nacional en un texto titulado Un verano en Mallorca. «Yo admiraba a Juan Carlos, lo consideraba un símbolo de la consolidación de la democracia en España, pero también vi que en su comportamiento había aspectos que no encajaban con los valores que representaba». Pocos días después el Rey fue a ver a Pedro J. y le dijo, «qué, ¿amigos o enemigos? ». Era la época en que El Mundo tiraba de la manta de los GAL y el Rey protegía los crímenes de Estado, mientras que el Gobierno de Felipe González tapaba los negocios y las conductas personales impropias del Rey, recordó Pedro J.
Poco antes del juicio por los GAL, Pedro J. vivió uno de sus momentos más difíciles como director de un medio: «El infame montaje del vídeo en 1997. Yo sabía cuál era la verdad pero había que descubrir la trama. Desde el primer momento decidimos actuar como si fuera una historia de periodismo de investigación que concernía a otro y la felicidad fue enorme cuando descubrimos que el vídeo procedía de un grupo de personas cercanas a Felipe González y a personas que crearon los GAL. Finalmente el Tribunal Supremo dio por acreditados los hechos y buena parte de los implicados fueron condenados a cárcel».
Periodismo
«No me interesaba el poder pero sí la influencia», escribe Pedro J. Durante la presentación afirmó que empezó como director por casualidad, que estaba seguro de que sería una ocupación «por un rato». Midió mal los tiempos y pesó más su deseo de influencia, pues de aquel debut han pasado cuarenta y dos años. Cree que no habría servido para otra cosa que para ser periodista: «Yo soy feliz por lo menos un rato todos y cada uno de los días siendo director».
«La importancia de la exclusiva, la búsqueda de la verdad, el trabajo bien hecho: la buena escritura, el buen trabajo audiovisual. La verdad es con minúscula; es poliédrica, siempre es incompleta y revisable, pero es la verdad desde el punto de vista de la ética y la objetividad», dijo Pedro J. al referirse a su profesión. También definió el libro como una larga carta de amor al periodismo que ojalá sirva para contagiar este virus a quien lo lea.
Pedro J. no se plantea la jubilación. «Es imposible, es una manera de vivir y nadie puede jubilarse de una manera de vivir; un periodista de verdad no se jubila nunca, esto es una deliciosa cadena perpetua».