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Cultura

Pedro J. y Cebrián se enzarzan en la sede de ‘ABC’

Los exdirectores de ‘El Mundo’ y ‘El País’ discrepan abiertamente sobre la figura del general Manglano en la presentación del libro ‘El jefe de los espías’.

Pedro J. y Cebrián se enzarzan en la sede de ‘ABC’

La sede de Vocento acogía este martes la presentación del libro El jefe de los espías. Sus dos autores, los periodistas Juan Fernández-Miranda y Javier Chicote, presentaron en sociedad el fruto de cuatro años de trabajo desgranando los archivos secretos del teniente coronel Emilio Alonso Manglano, jefe de los servicios secretos españoles (Cesid) entre 1981 y 1995.

Julián Quirós, el actual director de ABC, fue el primero en hablar en una tarde donde las palabras iban a pesar quintales. De pie frente al auditorio, daba la bienvenida a un «acto entre compañeros», pues los periodistas abarrotaban la sala. Quirós también avanzaba que «lo interesante de presentar un libro de Periodismo, al contrario de lo que sucede con uno de Literatura, es que puedes traer a los protagonistas» de esas páginas. Y cierto es, pues los autores de El jefe de los espías estaban flanqueados por Pedro J. Ramírez, Juan Luis Cebrián y Luis María Ansón; los dos primeros, protagonistas forzosos de uno de los apuntes más inquietantes del general Manglano, redactado en un cuaderno del año 81: «En una reunión de oficiales se habló de formar un comando que ejecute a Juan Luis Cebrián y a Pedro J. Ramírez». «No funcionó lo del comando, evidentemente», articulaba Javier Chicote, y el público se relajaba con las primeras risas.

La siguiente en dirigirse al auditorio era la responsable de la edición, Blanca Rosa Roca, quien hablaba del germen del libro: «Nació el 9 de junio cuando os conocí (decía refiriéndose a los dos autores) y me llevé al AVE los 200 folios que me disteis. A los tres días os llamé y solo pude deciros ‘lo quiero’». Rosa Roca elogiaba el trabajo de contexto realizado por Fernández-Miranda y Chicote, pues ambos se enfrentaron a 14 años de anotaciones que ocuparon 200 kilos de papel archivados en cajas.

Tras Rosa Roca, Juan Fernández-Miranda retoma el hilo reconociendo que, pese a lo arduo del trabajo, enfrentarse a los archivos secretos del director del Cesid es, ni más ni menos, «la carta a los Reyes Magos que escribiría cualquier estudiante de Periodismo», por lo que agradecía a los hijos del general, Santiago y Cristina, la confianza que depositaron en él al elegirlo para que los desgranara, por mediación de Melchor Miralles, presente entre el público y a quien también agradecía la consideración. «Esto es el archivo de Emilio Alonso Manglano, el archivo de casi treinta años de notas en su intimidad, que van mucho más allá de su profesión militar; hay cartas de amor y todo lo que pueda haber después de una vida larga e intensa como la suya». 

Para los autores del libro, Emilio Alonso Manglano «fue el padre de la inteligencia moderna» y «cumplió con eficacia y eficiencia el mandato de construir un Cesid nuevo, cuando este venía de no haberse enterado del 23-F, incluso de haber tenido a algunas personas implicadas»

«Cuando vi lo que había, pensé que o dejaba ABC o buscaba al mejor, y ese era Javi», decía con orgullo el autor refiriéndose a su colega de redacción, que le relevaba en el turno de palabra recogiendo el agradecimiento: «Ha sido una suerte hacerlo junto a Juan porque nos complementamos mucho, él es seguramente el periodista de su generación que más controla de política y en especial de la Transición; y donde entraban los barrizales de la corrupción, esa es mi área».

Para ambos periodistas, Manglano «fue el padre de la inteligencia moderna» y «cumplió con eficacia y eficiencia el mandato de construir un CESID nuevo, cuando este venía de no haberse enterado del 23-F, incluso de haber tenido a algunas personas implicadas» y su testimonio, aquí recogido, puede ser la lectura idónea «para cualquier ciudadano con ganas de conocer la historia reciente de España a través de alguien que siempre estuvo entre bambalinas». Efectivamente, las anotaciones literales del libro, como aquella en la que el Rey le dijo a su hijo Felipe la noche del 23-F «Felipe, vas a ver cómo juegan con la corona de tu padre como con un balón de fútbol», permiten asomarse a una parte de esa historia como quien mira por el ojo de la cerradura.

Pedro J. califica a Manglano de «incompetente» y «falsario»

Tras los autores, el siguiente en intervenir era Pedro J. Ramírez, quien, ataviado con sus propias notas, estaba decidido a no escatimar en artillería. Por eso mismo, empezaba su discurso con una disculpa: «Tengo la sensación incómoda de debatir con la sombra de un fallecido (en referencia a Manglano) y por eso quiero empezar disculpándome si mis palabras ofenden a alguien». Tras elogiar «el trabajo hercúleo de los autores» y su «servicio documental», el otrora director del diario El Mundo opinaba que Manglano ejerció la defensa del Estado «mediante la ocultación de múltiples actividades delictivas, incurriendo para ello en nuevos presuntos delitos de manera reiterada». Y no terminaba ahí: «Manglano se convirtió en un presunto delincuente con galones que llegó al cargo de jefe de los espías como consecuencia de una frivolidad de Alberto Oliart, que le propuso para dirigir el Cesid siendo solo teniente coronel tras una breve conversación en la que se produjo una especie de flechazo entre ellos», decía de corrido mientras los siseos crecían en la sala.

Y, para apuntalar su tesis, el periodista argumentaba que el propio general Manglano reconocía en sus notas que el departamento habría cometido algunas «acciones que más se acercan a la ilegalidad o que incluso pueden ser netamente ilegales» como «la entrada en la casa de Bárbara Rey o la intervención de teléfonos de periodistas, entre ellos el mío propio». Y sobre la intención de un comando terrorista de acabar con su vida, Ramírez puntualizaba lo siguiente: «Ni siquiera me previno de ello, aunque después de hacer esa anotación trató de convencerme de que no recurriera ante el Tribunal Constitucional por la retirada de mi credencial en el juicio del 23-F».

En opinión de Cebrián, uno de los puntos fuertes del libro son las conversaciones entre el general Manglano y Sabino Fernández Campo, exjefe de la Casa del Rey, al que trató con asiduidad durante el periodo histórico en el que se centra el libro

El exdirector de El Mundo aún tuvo más palabras cargadas de acusaciones contra el general Manglano, a quien tildaba de «fatuo», «incompetente» y «falsario». Tras él, tomaba la palabra Juan Luis Cebrián, quien interpelaba directamente a su colega y rival en los viejos tiempos: «En mi opinión, (Manglano) no merece tus descalificativos, Pedro J. Delincuentes convictos y confesos como Mario Conde sí que aparecen en el libro y sus historias están muy bien contadas», decía el antiguo director del diario El País, quien encomiaba a los autores por haber realizado «una gran aportación a la memoria histórica».

En opinión de Cebrián, uno de los puntos fuertes del libro son las conversaciones entre el general Manglano y Sabino Fernández Campo, exjefe de la Casa del Rey, al que trató con asiduidad durante el periodo histórico en el que se centra el libro: «Es muy exacto lo que Manglano cuenta respecto a Sabino respecto a la conducta personal del Rey y sus relaciones con la Reina Sofía, etc. Y lo que cuenta de la preocupación que eso suponía para las fuerzas políticas y para las instituciones democráticas». Frente a la visión negativa expresada con vehemencia por Pedro J., Cebrián, al igual que los autores del libro, hizo una defensa encendida de la figura de Manglano, por «defender al Estado desde los servicios secretos».

Tras él, el tercero -esta vez en concordia, pues el tono calmado de Luis María Anson pacificó la tarde– fue quien dirigiera el diario ABC entre 1983 y 1997, casi el mismo periodo de la historia de España en el que Manglano fue director del Cesid (1981-1995). Anson comenzó su intervención reconociendo razón a sus dos colegas: «He escuchado con gran atención sus intervenciones y una vez más se puede afirmar que los acontecimientos suelen tener dos aspectos, uno positivo y uno negativo. Es muy posible que ambos sean no sé si exactos, pero sí ciertos». En cuanto al trabajo de Fernández-Miranda y de Chicote, sostenía que habían logrado un libro «cuyo interés no decae en una sola página». Sobre el general alrededor de cuyas notas orbita este libro, decía que «siempre defendió una monarquía liberal como la danesa o la holandesa y estuvo siempre al lado de don Juan, siendo lo que en esa época se llamaba un juanista (…) y mantuvo esa misma lealtad cuando don Juan le pidió que cuidase de Juanito». 

Después de una hora y cuarto de palabras candentes, los autores cerraban el acto agradeciendo la confianza depositada en su trabajo y apelando a la premisa que dirige su trabajo, que no es otra sino «la búsqueda del conocimiento a través de la investigación». Por eso, concluían así: «Eso es lo que hemos hecho nosotros: este libro no es ni más ni menos que lo que nos contó Emilio Alonso Manglano».

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