A propósito de la oficialidá: guía para conocer la lengua asturiana
La reivindicación de la oficialidad del asturiano es legítima, constitucional y, también, un primer paso para evitar a corto plazo su desaparición
Nuestra capacidad lingüística es uno de los factores que diferencian a los humanos de los animales. Decía el psicólogo evolucionista Steven Pinker que el lenguaje es una facultad innata de las personas y, por tanto, consustancialmente unida a la evolución y al cambio.
Por definición, el lenguaje se manifiesta a través de formas idiomáticas particularizadas que han ido generando una gran diversidad lingüística. Actualmente, existen en el mundo alrededor de 7.000 lenguas, de las que casi la mitad se encuentra en peligro de extinción. Entre ellas podemos contar una de las lenguas de España, como es el asturiano (nombre tradicional del idioma, frente al de bable), y que hoy es objeto de acaloradas discusiones ante su posible declaración de oficialidad.
¿Qué deberíamos saber sobre el asunto para no perdernos en un debate serio? He aquí algunos puntos básicos:
Asturiano… ¿y eso qué es?
Es el romance autóctono hablado en el territorio comprendido entre los dominios lingüísticos gallego y castellano, es decir, en la mayor parte de Asturias (con unos 400.000 hablantes), el noroeste de León y Zamora y las tierras portuguesas de Miranda. Internamente, el asturiano tiene tres grandes variedades dialectales –orientales, centrales, occidentales– comprensibles entre sí. Esto no ha de extrañar, pues la variación es característica de cualquier lengua natural viva y su existencia no entorpece la conciencia unitaria sobre el idioma.
La lengua asturiana constituye el resultado del desarrollo del latín hablado en los territorios peninsulares ya citados. Su procedencia del latín y su estatus en tanto que código lingüístico independiente son incuestionables desde el punto de vista científico y, como tal, es considerado en proyectos de investigación internacionales, como el DÉRom.
Es, por tanto, hermana de otras lenguas románicas, con las que comparte filiación y un gran caudal léxico sujeto a las evoluciones propias de cada una. Puede verse un ejemplo en los resultados romances del latín persicu: en gallego, pexego; en asturiano, piescu; en castellano, prisco; en catalán, préssec; en francés, pêche; en italiano, pesca, etc.
Primeras documentaciones
Resulta muy complicado establecer una fecha exacta que indique cuándo se dejó de hablar en latín y cuándo se empezó a hablar en romance. Dejando de lado las particularidades propias de cada territorio y la falta de homogeneidad en la formación de las diferentes lenguas románicas, se viene aceptando entre los estudiosos que a partir del siglo VIII lo que se hablaba era ya un romance incipiente. Sin embargo, el paso del romance al plano de la escritura fue muy gradual. En el caso del asturiano, la mayor parte de sus textos escritos medievales datan de entre la segunda mitad del siglo XII y finales del XIV y son de carácter jurídico. El documento más antiguo conservado es el Fueru d’Avilés, otorgado por Alfonso VII en 1155 a la villa de Avilés.
En cuanto a las manifestaciones puramente literarias, hay que esperar hasta el año 1639 para encontrar el primer texto conocido escrito íntegramente en asturiano. Se trata de la obra Cuando examen les abeyes, del poeta Antón de Marirreguera. Desde entonces, viene existiendo una tradición literaria escrita en asturiano de manera ininterrumpida, aunque con diferente producción textual según la época.
Situación social y estandarización
El contacto de las lenguas asturiana y castellana en Asturias se ha caracterizado desde hace siglos por la situación de diglosia o bilingüismo desequilibrado, donde la lengua A (castellano) ocupa los espacios comunicativos de prestigio, mientras que la lengua B (asturiano) se restringe a los ámbitos más familiares o informales.
Pese a ello, a partir del último cuarto del siglo XX se ha asistido a un lento pero decidido proceso de redignificación y normalización social del asturiano –conocido como el Surdimientu–, que ha ido consolidando una percepción cada vez más positiva del idioma, tal y como reflejan las encuestas. Una de las consecuencias de la progresiva normalización fue la culminación exitosa del proceso de estandarización de la lengua, un proceso que es análogo al de cualquier idioma con tradición escrita y, por tanto, necesita un código consensuado (el estándar) para la comunicación formal.
La Academia de la Llingua Asturiana ha sido la responsable de dotar al asturiano de las principales herramientas normativas: Diccionariu, Gramática y Normes Ortográfiques.
El marco jurídico
De acuerdo con el artículo 3.2 de la Constitución española, las diferentes comunidades autónomas bilingües de España han declarado en sus respectivos Estatutos de Autonomía la cooficialidad de su lengua propia, junto al castellano. No ha sido este el caso de Asturias, cuyo Estatuto, aprobado en 1981, solo habla de garantizar la protección del asturiano. Esta formulación imprecisa se materializó en 1998 con la Ley de Uso, que otorga un amparo legal menor que el que supondría la oficialidad.
Lo cierto es que, en un país donde existe el concepto jurídico de oficialidad para las lenguas, no ser oficial implica una gran invisibilidad, un techo de cristal que es fuente de problemas y discriminación para los hablantes de asturiano. La reivindicación de la oficialidad del asturiano, que se prolonga desde la década de los 80, es legítima, constitucional y, también, un primer paso para evitar a corto plazo su desaparición, lo que constituiría una pérdida irreparable de patrimonio humano pues, en palabras de Steiner:
Cuando muere un idioma, muere con él un enfoque total –un enfoque como ningún otro– de la vida, de la realidad, de la conciencia (…) Aprender un idioma, leer sus clásicos, contribuir a su supervivencia, aunque sea en modesta medida, es ser más que uno mismo.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.