Un joven elenco interpreta la última obra de García Lorca (e imagina su final)
La premonitoria obra que García Lorca escribía cuando fue asesinado, en una propuesta magnética
Federico García Lorca escribía una obra en 1936 con el fiel espíritu que lo había conducido a cincelar otras piezas: la búsqueda de la renovación de la escena española y la utilización elementos populares y conflictos de sus contemporáneos, tejidos con una exquisita dramaturgia. Pero, en esta ocasión, buscaba dar un paso más radical aún en cuanto a la estética y a la reflexión sobre su arte. Hacía algunos meses había suspendido sus actividades junto a La Barraca, la compañía de cómicos de la lengua con la que buscaba llevar el teatro por los rincones del país a sectores sociales marginados o alejados de las grandes ciudades. Lorca fue asesinado en agosto de 1936 y la obra quedó inacabada. Se desconoce el título con el que Lorca bautizaría la pieza. El consenso ha conducido a llamarla Comedia sin título y solo se conserva el primer acto de este llamado «drama social», construido con pinceladas surrealistas.
Marta Pazos, la realizadora gallega que dirige la compañía Voadora, dirige esta puesta de Comedia sin título, con versión y dramaturgia compuesta junto con José Manuel Mora. Su propuesta combina diversos lenguajes –danza, música y plástica–, el surrealismo y también la sensualidad. Pazos crea un espectáculo magnético desde lo visual, de colores vibrantes, con un vestuario isabelino a cargo de Rosa Tharrats, coreografías de Guillermo Weickert, música de Hugo Torres, escenografía de Max Glaenzel e iluminación a cargo de Nuno Meira.
Un elenco de jóvenes actores, todos menores de 30, un universo coral de almas, personajes e imágenes le dan vida a Comedia sin título. Marc Domingo, Alejandro Jato, Cristina Martínez, María Martínez, Clara Mingueza, Koldo Olabarri, Mabel Olea, Carlos Piera, María Pizarro, Chelís Quinzá, Luna Sánchez y Paula Santos integran el elenco donde también destaca Georgina Amorós, conocida por la popular serie Élite, y una de las protagonistas de la magnífica El bar que se tragó a todos los españoles, Camila Viyuela.
El primer acto de Comedia sin título es un juego metateatral. Un dramaturgo conversa con un espectador que ha acudido a ver El sueño de una noche de verano, de William Shakespeare. El Autor –lo llamaremos con mayúscula para identificarlo como personaje– es un alter ego de Lorca que expresa sus ideas sobre el teatro y la función que debe cumplir en la sociedad (en El público Lorca había creado al personaje del director, a través del cual también expresaba sus ideas). «No voy a abrir el telón para alegrar al público con un juego de palabras, ni con un panorama donde se vea una casa en la que nada ocurre y a donde dirige el teatro sus luces para entretener y haceros creer que la vida es eso. No», rezan las primeras líneas de la primera escena del primer actor lorquiano. La idea de entretener por el mero hecho de divertir, el teatro pasatista, quedará fuera, lo advierte el Autor y el autor. Teatro dentro del teatro, dos espectadores superficiales le reprochan al Autor esta propuesta y se defienden alegando que han pasado su entrada. Mientras, actores con el vestuario de sus personajes shakesperianos listos para salir a escena, o más precisamente Titania/Lady Macbeth, hadas y silfos, y también personal técnico del teatro donde se presenta Shakespeare aparecen en escena. En esta versión, Pazos parte del primer acto original, y lleva luego el segundo, a la morgue, y el tercero, al infierno.
Dentro de la producción teatral de Lorca hay tres piezas propias del denominado «“teatro imposible», por su complejidad para ser representado, alejado del realismo de obras célebres como La casa de Bernarda Alba. Estas obras son El público, Así que pasen cinco años y la Comedia sin título. Lluís Pasqual representó Comedia sin título en 1989, protagonizada por Imanol Arias, y en 2017 Alberto Conejero «completó» con su propia dramaturgia el segundo y el tercer acto en una pieza que llamó El sueño de la vida y que fue dirigida por Pasqual. O quizá «completar» sea un verbo ampuloso para cualquier dramaturgo que presta su oficio para dotar de sentido una pieza interrumpida por el horror. «Hemos huido del intento de «completarla» desde un punto de vista textual, optando por mostrar su carácter inconcluso y su potencial creativo, como si de una herida abierta se tratase: frente al impulso racional que tiende a clausurar el sentido de la pieza, exhibimos la herida e indagamos en su potencial creador, en su poder subversivo, en su dimensión alquímica, en su búsqueda de una teatralidad liberada de las servidumbres del naturalismo», explica Pazos.
Durante dos horas nos sumergimos en un universo onírico, con caricias, pero también con heridas surrealistas. Pazos es leal a la intención de García Lorca: el espectador no ha asistido a una obra pasatista, sino que ha visitado el pasado y distintos planos de lo real, acunado por el Duende, que ha hecho su magia.
Centro Dramático Nacional
Teatro María Guerrero (C/ Tamayo y Baus, 4)
Hasta el 26 de diciembre, de martes a domingo, a las 20.