'La España precaria': el libro sobre todas esas prácticas que degradan el mercado de trabajo
«Una enciclopedia de la degradación del mercado de trabajo que es imprescindible conocer para poder combatir». El periodista Javier Ruiz ha atinado bastante a la hora de definir La España precaria (Akal), un ensayo que hace poco tuvo ocasión de prologar y que ha sido escrito por Alejandra de la Fuente —quien se dio a conocer hace unos años a través de una cuenta de Twitter en la que decidió denunciar abusos en el mercado de trabajo bajo la marca de Mierda Jobs—. La joven periodista publicaba en esa cuenta anuncios reales que, más que ofertas laborales, eran auténticas ofensas laborales donde se invitaba a la gente a trabajar gratis, o a realizar jornadas interminables a cambio de sueldos miserables.
Tal y como señala Ruiz en el prólogo, el libro recoge «un vergonzoso catálogo de fenómenos que forman nuestro paisaje diario, pero en el que solo reparamos cuando nosotros o alguno de nuestros familiares caemos en el paro. Fenómenos como la ‘pobreza laboral’ (seguir en la pobreza pese a tener un empleo), la ‘romantización de la precariedad’ (disfrazando de modernidad las más antiguas formas de explotación laboral) o la ‘gratisfacción’ (el demandar trabajo a cambio de nada) son fórmulas que algunos empresarios y muchos medios de comunicación están popularizando como formas de emprendimiento».
«Pretendo señalar las prácticas ilegales o las prácticas que sí que son legales pero que precarizan a los trabajadores. Creo que es importante hacer públicas estas situaciones porque, si no, da la sensación de que no existen»
La España precaria no busca la demonización de la clase empresarial, pero sí señala a todos aquellos que abusan de sus asalariados. «El objetivo del libro es mostrar la realidad laboral que hay en nuestro país», comenta a The Objective De la Fuente, que en los últimos años ha colaborado en medios como CTXT o Público, y actualmente aborda asuntos laborales y de economía en la Ser. «Pretendo señalar las prácticas ilegales o las prácticas que sí que son legales pero que precarizan a los trabajadores. Creo que es importante hacer públicas estas situaciones porque, si no, da la sensación de que no existen».
De la Fuente, cuya generación vive su segunda gran crisis económica en poco más de una década, conoce la situación de primera mano. «Cuando yo empecé a buscar trabajo a los veinte años, no encontraba de nada», comenta. «Hice bastantes prácticas y luego me puse a trabajar como recepcionista. Tenía que atender a los clientes, cobrar, llevar la agenda, limpiar el baño… Trabajaba a media jornada y cobraba 360 euros al mes. Después de ese trabajo seguí buscando y me ofrecieron (entre otras muchas cosas) trabajar en una autoescuela por 700 euros al mes, a jornada completa de lunes a viernes (mañana y tarde) y los sábados por la mañana. Además, me daban de alta veinte horas semanales y las otras veinticinco en B».
«Las prácticas cubriendo trabajos estructurales en las empresas están totalmente normalizadas, de la misma forma que está normalizado que las compañías contraten becarios durante nueve meses, les den la patada y cojan a otro por 300 € brutos al mes»
El ensayo describe un paisaje desolador para los trabajadores más jóvenes, y dedica varias páginas a lo que la autora denomina ‘los esclavos del siglo XXI’, esto es, los jóvenes (y no tan jóvenes) becarios. «Hemos llegado a un punto en el que las prácticas cubriendo trabajos estructurales en las empresas están totalmente normalizadas, de la misma forma que está normalizado que las compañías contraten becarios durante nueve meses, les den la patada y cojan a otro por 300 € brutos al mes», apunta De la Fuente.
La periodista tiene claro que la inestabilidad e inseguridad padecidas no son fruto del fracaso personal, sino de un modelo que apuesta por los beneficios empresariales a costa de exprimir al máximo a los trabajadores: «Tenemos derecho a un trabajo con un salario digno, pero la realidad en ocasiones es bien distinta. No es nuestra culpa trabajar empalmando contratos temporales en fraude. Es culpa del sistema en el que estamos trabajando que, en multitud de ocasiones, permite tenernos trabajando así. Y así con los turnos abusivos, las extra sin pagar y un largo etcétera. Y lo ‘naturalizamos’ porque muchas personas no han conocido otra cosa. Si desde que entras en el mercado de trabajo te encuentras con un mercado desolador y no conoces otra cosa es complicado salir de ahí. Aunque también digo que la gente sabe muy bien lo que es la precariedad y, aunque vivan en ella, tiene muy claro que quieren salir».
Aunque el libro también pone voz a la indignación de esos trabajadores más maduros que sienten la amenaza del despido y del no poder cotizar en sus últimos años de vida laboral, siendo condenados a pensiones de supervivencia. «Algunas empresas expulsan a los trabajadores mayores de cincuenta años, y cuando a ti te despiden con esa edad no es nada sencillo encontrar trabajo porque la discriminación por edad existe (tanto para despedir como para contratar). Muchas de estas personas se ven en una situación crítica. Por eso es importante que las empresas tengan planes de formación y que desde el Gobierno se luche por acabar con la discriminación», explica la autora.
«Algunas empresas expulsan a los trabajadores mayores de cincuenta años, y cuando a ti te despiden con esa edad no es nada sencillo encontrar trabajo porque la discriminación por edad existe»
Si hay algo claro es que los bajos salarios y la falta de seguridad laboral matan. Tan claro como que la precariedad laboral acaba afectando a la salud mental de muchísimas personas. «Hay gente que toma sustancias para aguantar en su trabajo», comenta De la Fuente. «La primera vez que escuché hablar del consumo de drogas fue para un artículo. Hablé con varios médicos y uno de ellos me explicó que solía verlo en trabajadores precarios que necesitaban sacar mucho trabajo en poco tiempo y con largas jornadas laborales. Esto me hizo investigar sobre las drogas y las diferentes sustancias que se utilizan para poder aguantar jornadas maratonianas y encontré una práctica conocida como microdosificación, que consiste en tomar cada pocos días cantidades muy pequeñas de LSD para, de alguna forma, fomentar sus habilidades, muy entre comillas».
En efecto, en España (y según datos del Ministerio de Sanidad) una de cada diez personas toma psicofármacos a diario. Lo más triste es que muchas de ellas los consumen por estrés laboral o por el hecho de no encontrar un trabajo. «No quiero decir que estoy en contra de la medicación, siempre y cuando sea necesaria, pero en España se abusa mucho de ella y parece que se utiliza para que los humanos sigamos funcionando en un mundo que no para y que nos ahoga a cada paso que damos, en el que el ámbito laboral es determinante y la precariedad es detonante. Tomar lexatin no va a hacer que lleguemos a fin de mes, no va a hacer que nos paguen las horas extra, no va a hacer que tengamos un salario de más de 1200 euros y no va a hacer que baje el precio del alquiler, pero nos ayuda a sobrellevar que estamos en paro, que no nos pagan las horas extra, que no tengamos un salario de más de 1200 euros y que estemos pagando 900 euros por un piso. Nadie debería medicarse para aguantar las condiciones laborales de un puesto de trabajo y nadie debería tener que hacerlo porque no haya manera de encontrar uno», añade.
«En España se abusa mucho de la medicación y parece que se utiliza para que los humanos sigamos funcionando en un mundo que no para y que nos ahoga a cada paso que damos, en el que el ámbito laboral es determinante y la precariedad es detonante»
No es la primera vez que se hace y comparte el diagnóstico del nuevo modelo laboral. Sin embargo, salta a la vista que, como bien señala Javier Ruiz en el libro, no se ha emprendido todavía. «Son necesarios cambios antes, durante y después de la incorporación al mercado de trabajo», apostilla el periodista. «Es necesario adaptar la formación a las demandas de las empresas, antes de llegar a la búsqueda de empleo; es imprescindible aumentar las plantillas de Inspección para frenar ciertos abusos durante la vida laboral, y es urgente modificar el sistema público de formación (las llamadas políticas activas de empleo), para evitar que quienes caen en el paro se vean atrapados en un pozo sin salida después de perder el puesto de trabajo». Ojalá podamos hablar pronto de la naturalización del trabajo decente y del pleno empleo como una utopía convertida en realidad.