Álvaro del Castaño reflexiona sobre la innata maldad del ser humano en su primer poemario
El escritor y articulista de The Objective, Álvaro del Castaño Villanueva, tras dos novelas, publica su primer poemario, ‘Atalaya’ (La Huerta Grande, 2022)
Álvaro del Castaño siempre dice que él nunca ha querido ser poeta, ni escritor. Tampoco un intelectual. Pero, sin embargo, ya ha publicado dos novelas y este reciente poemario que acaba salir calentito del horno, y se pronuncia regularmente en estas páginas sobre temas de actualidad. Mas una pulsión, una necesidad, una voluntad de entenderse a sí mismo y al mundo que le rodea le ha llevado a seguir escribiendo, a continuar ese proceso de escritura íntimo que comenzó cuando el autor estaba en la adolescencia, a los catorce años, cuando ensayaba su voz poética, pensando que sus versos no habrían de interesar a nadie.
Así, de entre los muchos textos que habitan en su escritorio, Atalaya se ha posicionado con más fuerza. Más que de un poemario se trata de una idea que eventualmente tomó la forma del verso, ya que, como nos cuenta por videollamada Álvaro del Castaño, asentado ahora en Madrid, el texto, como «tenía mucho valor para mí, le quise dar muchas vueltas. Lo pasé al formato de cuento varias veces y al final, gracias a Dios, lo dejé en el formato actual». Con ello, lo que comenzó como poema (aunque lo alienta un fuerte hálito narrativo), después de ir y volver al formato cuento, retornó a su prístina forma poemática. Dan fe de este largo trabajo de acomodamiento y refinado del texto los más de 25 años que han pasado desde que el poema comenzó a escribirse. Por ello no es nada extraño que recoja las preocupaciones medulares de del Castaño: el tema del ego, la vanidad, el ser consciente de que no se puede vivir en una burbuja, que hay que ser empático con los demás, el creernos diferentes cuando resulta que todos nos parecemos bastante. Y el tema central del poemario: la maldad, innata al ser humano.
Un poema premonitorio
Atalaya es premonitorio en dos niveles: uno más anecdótico (pero no menos llamativo) y otro más de fondo. En el primer caso se refiere a las Torres Gemelas de Nueva York, cuya caída vaticina ya del Castaño en este texto de los años noventa. Y una curiosidad: el propio del Castaño estuvo presente ese día de septiembre de 2001, en un edificio al lado de las Torres. Nos cuenta Del Castaño que «yo estaba allí. Se me cayeron encima. Y tuvimos que salir huyendo. Estuve metido en la zona cero durante una semana».
En un segundo nivel, se refiere la premonición de Atalaya a asuntos que el autor descubrió al releer recientemente el texto, disponiéndolo para su publicación. Se dio cuenta Del Castaño que había en Atalaya temas de profunda actualidad que, sin embargo, él ya intuyó varias décadas atrás. «Todo el tema del suicidio, de las enfermedades mentales, que actualmente después del Covid es una cosa brutal», nos dice. Y añade: «Pero también el egocentrismo que hay en la actualidad y que creemos que podemos prescindir de lo espiritual, al margen de lo que es la religión. El poema habla también de la ausencia de Dios y de la ambición del hombre de convertirse en Hombre-Dios. También hay resquicios, a mi entender, de totalitarismo».
La maldad existe
«Yo creo que es así, es un poco la figura del diablo en la cristiandad, que la maldad existe y está ahí, completamente al acecho», nos dice del Castaño al ser preguntado por la idea de fondo del poema, una suerte de largo diálogo entre un hombre instalado en una torre, afuera del mundo, que se cree intocable y juzga a sus hermanos, a la humanidad. Y les increpa y se pronuncia virulento contra sus miserias, sus deseos de gloria, sus mezquindades; creyéndose otro, mejor, intocado e intocable. En este sentido, el poema guarda familiaridad con la obra de la poetisa argentina Alejandra Pizarnik, de quien el autor afirma sentirse «alma gemela». Es un poema muy nocturno, que se preocupa por la otredad, donde es crucial la idea del espejo.
«Todo ser humano puede ver dentro de su propia alma ese ángulo de maldad que todos tenemos»
Nos comenta Álvaro del Castaño que su planteamiento para Atalaya es el de entender que «todo ser humano puede ver dentro de su propia alma ese ángulo que todos tenemos que es el ángulo de la maldad». Dicho esto, no se lleve a equívoco el lector, pues los sombríos versos de Atalaya no son autobiográficos, aunque sí reflectan «resquicios de cosas que podrían ser, pues cuando te asomas a tu propia alma ves que es multidimensional», confiesa el autor.
Atalaya tiene tintes oníricos, de pesadilla. Por ello matiza del Castaño que «no quiero que nadie piense que quien habla es mi yo, pero es verdad que, si nos miramos en el alma, hasta los santos tienen un lado muy peligroso. Todos somos capaces de cualquier cosa y lo único que nos limita son nuestros principios y nuestra experiencia y nuestra educación. Pero si te desmadras, todos somos capaces de cualquier cosa. Y esto es una parte del ser humano».
Hablando de la esencia de la vida
Atalaya nos habla de lo que su autor llama «la esencia de la vida». El hecho de tomar en consideración que, por muy bien que te vayan las cosas, has de ser consciente de tu suerte, no has de perder la conexión con la gente que no es como tú. «En el mundo del relativo éxito hay muchísimos egos y una vanidad desmesurada, y es una cosa en la que yo jamás querría caer. Es una cosa que me planteo mucho, el tener cuidado con tu propio ego», nos dice Del Castaño.
«En el mundo del relativo éxito hay muchísimos egos y una vanidad desmesurada»
Y esto tiene que ver con un sentido circular de la Historia, a la que es gran aficionado el autor, «la idea de que todo se repite, de que la vida es como el día de la marmota, que todo ha pasado ya y que estamos encajonados en el tiempo», afirma el autor. Sentencia que le permite su corolario, la siguiente reflexión: «¿Qué nos saca de ese ciclo?, pues para mí, es la espiritualidad, que nos hace distintos, porque nos vamos a otra dimensión, y la intelectualidad, estas dos dimensiones que nos alejan de estar encerrados en una carrera de la rata -nos dice-. Creo que son importantísimas en el ser humano. También en mis textos verás que tengo una profunda cultura cristiana, soy muy consciente de la cristiandad que nos rodea, de los principios cristianos, y lo importantes que son para una sociedad cohesionada».
«Eres lo que lees. Si no lees estás condenado a ser manipulado, estás condenado a la insignificancia»
Sobre esto se extiende el autor, al decir que «eres lo que lees. Si no lees estás condenado a ser manipulado, estás condenado a la insignificancia». Y es que a Álvaro Del Castaño le preocupa mucho el tema de «tener tus propias opiniones, de dudar de todo lo que te dicen, de lo que lees; no para oponerte, sino para llegar a tus propias conclusiones».
De la oscuridad a la luz: un proceso psicoanalítico
La trama del poemario Atalaya, que ha estado al cuidado de la editora Philippine González-Camino, se puede resumir de la siguiente manera: Se trata de un muerto que le habla a alguien que no sabe que es él mismo, y no para de injuriarle. Al final de éste, se dará cuenta de que el otro es él mismo. Así las cosas, la evolución del texto y la anagnórisis del yo poético se pueden entender, como nos dice del Castaño, como un proceso psicoanalítico. A ello coadyuvan las fotografías de la artista Paz Juristo, esposa, a la sazón, del autor. Las fotografías, sacadas de la cuenta de Instagram de Juristo, cumplen la función de iluminar y acompañar el texto; dado que se trata de un texto lóbrego, oscuro y afligido, las fotografías inundan el texto de esperanza.
El poema discurre de la noche hacia la luz, y así, las fotografías muestran esa misma evolución de la noche a la luz. «Cuando el protagonista se da cuenta de que se está gritando a sí mismo, se le acaban los rencores. Porque todos los rencores, toda esa inquina que tenía era contra sí mismo», nos dice del Castaño, quien concluye: «Para mí esa esa clave de todo. Te creías un ser superior y estabas hablándote a ti mismo. Es ésta la lucha de la doble personalidad». Una lucha, sépase, profundamente humana.