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El actor que tocó las narices a Pujol y ahora al puritanismo 'woke': «Hay que cuestionar los nuevos tabúes»

Ramon Fontserè dirige y protagoniza ‘¡Que salga Aristófanes’, que se puede ver en los Teatros del Canal hasta el próximo 6 de marzo

El actor que tocó las narices a Pujol y ahora al puritanismo ‘woke’: «Hay que cuestionar los nuevos tabúes»

Ramon Fontserè, actor y director de 'Els Joglars' | TO

Ramon Fontserè (Torelló, Barcelona, 1956) está en Madrid con su obra ‘¡Que salga Aristófanes’, la nueva sátira de la compañía Els Joglars que se puede ver en los Teatros del Canal. La obra es una demoledora crítica al «puritanismo de mierda» que llega desde Estados Unidos y aborda asuntos tan sensibles como el lenguaje inclusivo, el movimiento Me too o el nuevo fenómeno de los antivacunas de la covid-19.

Fontserè asegura en esta entrevista en THE OBJECTIVE que entre las nuevas generaciones de su gremio no ha gustado que se haga humor con algunas de estas cuestiones. Pero él dice estar de vuelta de estas generaciones de «ofendiditos». Aboga para mantener el ADN de su compañía y que, con «la máxima belleza, ingenio y malicia», el teatro pueda aspirar a «poner en entredicho los tabús de la sociedad». O que, como decía Aristófanes, se puedan decir palabras amargas pero verdaderas.

Pregunta. Los Joglars han tocado las narices al franquismo, a la iglesia, al independentismo… Y ahora a los «nuevos puritanismos» como el feminismo. ¿Cuál es más difícil de abordar?

Respuesta. Cuando te enfrentas al tema en cada espectáculo es todo difícil, pero una vez metido en harina se va desbrozando y se construye el espectáculo. Nosotros seguimos la tradición de los cómicos, que como decía Shakespeare en la obra de Hamlet, es ser el compendio y breve crónica de los tiempos. Una de las principales virtudes que se señala de la obra de Aristófanes, a parte de su gran talento artístico, es que gracias a él se puede conocer la sociedad griega del siglo V a.C. Con los espectáculos dels Joglars aspiramos a que se pueda seguir la historia de España. 

No dejan títere con cabeza. Hacéis sátira del feminismo, el lenguaje inclusivo, del ecologismo y también de los antivacunas. 

Es lo que hay. En esta deriva actual parece que el sentido común es lo que más falta. Esta sociedad sobreprotectora e infantilizada, de lo políticamente correcto, te obliga a adaptarte a un pensamiento y lenguaje que marcan unos, aunque nadie les haya pedido la opinión. Hay miedo a hablar libremente y de forma espontánea porque te pueden señalar por facha, rancio o retrógrado. 

¿Estas líneas las marca la izquierda?

Pues este nuevo puritanismo, este protestantismo, es algo que viene de Estados Unidos. Y ha llegado aquí. Todos los países que tienen gran admiración por Estados Unidos están influenciados. Francia es el que menos, porque históricamente ha sido adversario de Estados Unidos.  

¿Els Joglars sois una excepción en España?

Creo que sí, sobre todo en el mundo del teatro. Hacemos sátira y reflexión. El teatro es catártico, por suerte a mucha gente al ver la obra se le ha revelado una verdad insospechada. El público ha visto que lo que piensa realmente no lo dice por pura mecanización o pereza, o por prejuicio o complejos.

De hecho, hubo muchísimos aplausos al término de la obra. ¿Cree que la mayoría está con vosotros pese al discurso hegemónico?

Cuando hicimos la obra Señor Ruiseñor en Barcelona mucha gente nos venía a agradecer que por fin se hiciera algo para reírse del desastre del procés. Algunas personas esperaban en la salida para agradecernos el sentido del humor. Y ahora creo que ocurre algo parecido. El humor se agradece cuando se tocan estos temas difíciles.

¿En vuestro sector ha tenido algún precio hacer una obra de estas características?

Llevamos tantos años… Hemos tocado el nacionalismo, el ecologismo, las nuevas religiones, la cocina moderna o el arte contemporáneo. Este empecinamiento de intentar desvelar las realidades insospechadas que decía antes es una marca de la casa. Está en nuestro ADN, pero debería estar en el de todos los actores, que con la máxima belleza, ingenio y malicia, pusieran en entredicho los tabúes de la sociedad. No inventamos nada. Si haces un teatro para que la gente se aplaude a sí misma no vale la pena. Aristófanes decía que iba a decir palabras amargas pero verdaderas. Aunque duelan y sean difíciles de escuchar. 

¿Hay actores o miembros que no han querido participar en la obra?

Sí, hemos tenido bajas, gente que se ha marchado, y los hemos sustituido. No estaban de acuerdo con el planteamiento de la obra. Por suerte hay gente que entiende que esto es teatro, un campo sagrado de libertad, más allá de lo que cada uno piense. Si partimos de que el teatro no es un espacio supremo de libertad, mal andamos. Al final lo que importa es dormir tranquilo. 

¿La gente se ofende muy rápido hoy día?

Sí, ahora está la cosa de no frustrar. Yo soy de una generación que, cuando dejábamos atrás la infancia, lo primero que te decían es que te aguantaras cuando algo te golpeaba. Que aprendimos a vivir con la frustración. También me gustaría ser Paul Newman pero no hay manera. Ahora a los niños no les dicen ni el resultado de un partido de fútbol para que no se frustren. Yo recuerdo a mi abuelo muerto en una habitación de mi casa, y ahora se esconde. Subíamos con un acercamiento a la vida y a la naturaleza más natural, ahora hay el metaverso, realidades paralelas para no salir de la zona de confort. Imagino que hay grandes intereses económicos para mantener a todo el mundo controlado. Jonathan Haidt decía en una entrevista que entre los 12 y 14 años enganchan a los niños a las redes sociales, como con el tabaco, para que formen parte del colectivo y estén en la masa. Pero cuando luego se enfrentan a la realidad, hay depresiones, enfermedades mentales. A mí me gustan los versos de Josep Pla, de que «mientras moría Aurora salía un sol radiante». Esto es la vida, tú puedes estar jodido, pero la vida se impone.   

¿Cómo encaja que ahora vuestra obra sea percibida como reaccionaria? Después de tantos años luchando contra Franco… 

Qué le vamos a hacer. Si me llaman facha o reaccionario… Durante el franquismo los censores eran mal vistos y ahora hay miedo porque no sabes quién es el censor. Al que acusa no le pasa nada porque queda diluido en la masa, en cambio el que recibe la acusación cae en desgracia y es señalado socialmente. Es una caza de brujas. La palabra de alguien ya basta. Antes la censura era más concreta y te sentías apoyado por la gente. Ahora es al revés. Todo empezó con las redes sociales. Poco a poco. Si no estabas de acuerdo con lo que digo, ya no eres de los míos… Ha ido todo muy rápido. 

Los Joglars cumplen 60 años. ¿Dónde están las nuevas generaciones para reflexionar sobre estos temas?

No están. Ni en el mundo del teatro. Ahora todo es ideología. Si alguien no se siente a gusto o se siente frustrado por su militancia activista le impide trabajar. Al salir del franquismo, el público pedía obras más asilvestradas, la Guardia Civil nos tenía que proteger contra Fuerza Nueva, nos destrozaban los vehículos… pero cuando hacías la función estábamos ahí porque era teatro. A Albert Boadella le amenazaron de muerte en Valencia y nos ametrallaron en el teatro. Pero pese a todo la gente quería teatro. Teníamos claro que el ritual del teatro era remover las conciencias, que era una cosa sagrada. Y luego cada uno pensaba como quería de política y de lo que fuera.

¿Puede que antes hubiera una exceso de irreverencia y provocación gratuita? Y que ahora es lógico que estemos en la ola contraria.

Sí, supongo que con la retención que hubo durante el franquismo, después hubo una explosión. La propia movida madrileña tuvo su vertiente de muertos y de exceso. Al contrario de las fiestas dionisíacas, que era un desmadre controlado para luego retornar a la refundación del orden, la movida en ese sentido quizás fue excesiva. Aunque también surgieron cosas muy potentes. Con esta nueva moral puritana, precisamente la gente que ha adoptado esta moral, debería ser la que estuviera en contra.

Al menos ahora todo es más virtual. No le van a destrozar el coche.

No, pero te acusan y te señalan de facha.  

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