Un original ensayo nos enseña a meditar elaborando un alimento milenario: el pan
El ensayo ‘Meditar y el arte de hacer pan’ desarrolla cómo preparar con nuestras propias manos este alimento puede convertirse en el mejor ejercicio de meditación para cuidar de nuestro bienestar físico y mental
Siempre está en nuestra mesa, una jornada en la que todo sale mal se hace larga como un día sin comerlo, aceptamos que nos llamen tontos si nos lo dan e incluso los duelos con él se vuelven livianos porque, en definitiva, hasta las penas con pan son buenas. De este alimento que copa nuestro refranero popular se ocupa Meditar y el arte de hacer pan (Siruela Tiempo de Mirar, 2022), el último libro de Julia Ponsonby, la responsable de alimentación del Schumacher College, una universidad pionera en Inglaterra centrada en la enseñanza de programas de horticultura basados en la ecología. En su lúcido ensayo, Ponsonby incide en cómo hacer y hornear pan con nuestras propias manos puede convertirse, si sabemos cómo, en el mejor ejercicio de meditación para cuidar de nuestro bienestar físico y mental.
Pero vamos al principio de nuestro idilio con el pan, que es remoto, tal y como aclara en sus páginas: «En los tiempos del Antiguo Egipto, hace unos 4000 años, eran claramente reconocibles los conocimientos para hacer el pan (…). Descubrieron el procedimiento de tomar una porción de masa fermentada y guardarla para que sirva de ‘iniciador’ o punto de partida de la barra del día siguiente, un mecanismo que continúa siendo la manera en que hacemos la masa madre hoy en día. Nació uno de los oficios más antiguos de la historia, que comenzó a extenderse por todos los rincones de Europa, incluidos Grecia y el Imperio romano».
Desde entonces y hasta ahora, las bondades del pan no han parado de glosarse, y tampoco de dejar de estar amenazadas. Por ejemplo, Ponsonby explica cómo durante la Revolución Industrial llegaron «los peligros asociados a la posibilidad de que el pan se blanqueara de manera artificial con una sustancia química tóxica conocida como alumbre» y, mucho más recientemente y dentro de nuestras fronteras, este Real Decreto vino a defender la calidad en su preparación y la regulación de su venta.
Pan para alimentar el cuerpo y frenar la mente
Pero lo cierto es que, normativas aparte, el pan industrial sigue proliferando en nuestras tiendas y supermercados. Sin embargo, en nuestras manos -literalmente- está la posibilidad de consumir un pan saludable, y por ello la autora propone a lo largo de su obra una lista de recetas en las que combina la explicación de los pasos con consejos inspiradores para meditar mientras lo elaboramos. Por ejemplo, en la elaboración de los panecillos morenos nos invita a «amasar, empujar y estirar hacia delante la masa con los puños volviendo a recogerla» y a sentir cómo «el gluten se va tensando y se retrae», un proceso en el cual, si ponemos toda nuestra atención, apagaremos el mundo por un ratito. Es lo que se llama «conciencia plena», un concepto por el que le pregunto a la autora. ¿Cómo llegar a ella a través del empleo de nuestros cinco sentidos mientras hacemos pan?
«Hacer pan invita a emplear al mismo tiempo nuestros cinco sentidos y a crear con ellos delicias saludables»
Julia Ponsonby, autora de Meditar y el arte de hacer pan
«Hacer pan invita a emplear al mismo tiempo nuestros cinco sentidos y a crear con ellos delicias saludables. Al cocinar, necesitamos usar nuestro sentido del olfato y la vista para verificar que los ingredientes estén frescos», empieza desarrollando la experta chef. «Al mismo tiempo, el toque de nuestras manos sobre la masa mientras la amasamos y le damos forma estimula nuestro sistema nervioso y proporciona una conexión física perfecta con la vida a medida que emerge y crece». Si aguzamos el oído, por su parte, este nos permitirá escuchar los pequeños crujidos de la fermentación y el gusto, claro, nos permitirá disfrutar del resultado. El trabajo en equipo de todos ellos, voilà, nos permite alcanzar la ambicionada conciencia plena.
Elogio a la simplicidad del pan y de la vida
De algún modo, el libro de Ponsonby es también un elogio a lo sencillo. En otra de sus páginas dice: «El buen pan, el pan sano, es un magnífico ejemplo de simplicidad. Apenas son necesarios unos pocos ingredientes para preparar una gran cantidad de variedades (…) A lo largo y ancho del mundo, el trigo, el agua, la sal y el fermento se combinan y se trabajan en formas ligeramente distintas para obtener una inmensa variedad de panes, incluidas las baguettes francesas, los jalás trenzados, las pitas con bolsillo, los brezels finitos o los bagels con forma de rosca, por nombrar unos pocos». Leyéndola, me surge otra pregunta: ¿Ser conscientes de que el pan es un alimento tan sencillo como nutritivo puede ayudarnos a encontrar soluciones sencillas a nuestros problemas?
«La elaboración del pan involucra solo tres ingredientes básicos. Sin embargo, al incluir la levadura (que también está hecha solo de harina y agua, pero que está fermentada por microorganismos) es como si sostuvieras una bola de cristal frente a ti que te recuerda que la simplicidad ofrece un camino a seguir más profundo y sostenible. En realidad, no necesitas mucho para marcar una gran diferencia: lo que cuenta es cómo construyes tu realidad y la calidad de los elementos que la componen». Por ello la autora señala que, en muchas ocasiones, «es nuestra actitud hacia nuestra situación la que constituye al menos la mitad de cualquier problema» y que no sirve de nada rodearnos de cosas materiales, «ropa nueva, coches, casas», si no atendemos a nuestra mente «de la forma en que atenderías a una pequeña planta». Su planteamiento me recuerda al que hace poco nos ofreció también Eva Durán, la autora de Plantas para ser feliz, en esta pieza.
«Al preparar algo, no solo aportamos nuestro magnetismo, sino que la voz de nuestra alma se produce en aquello que preparamos»
Hazrat Inayat Khan, maestro sufista
Otra cita de su libro, perteneciente en este caso al maestro sufista Hazrat Inayat Khan, dice así: «Al preparar algo, no solo aportamos nuestro magnetismo, sino que la voz de nuestra alma se produce en aquello que preparamos (…) Si la cocinera está irritada cuando hace la comida, si está gruñendo o suspirando (…), todo ello se presentará ante ti con los alimentos que ella prepara». ¿Es así, le pregunto a Ponsonby, nuestros sentimientos en el momento del cocinado pueden influir en el sabor final del plato (del pan, en este caso)?
«Particularmente, cuando estamos hablando de algo como el pan, que necesita tiempo para reposar y levar, un estado de ánimo estresado no beneficiará el proceso y lo más probable es que el producto final no suba como debe y pueda incluso quemarse o quedar poco hecho. Si es así acabaremos pensando en que más nos hubiera valido salir y comprar pan. Sin embargo, si simplemente nos sentimos tristes, entonces el acto de hornear pan puede ayudarnos a levantar nuestro espíritu al mismo tiempo que ‘se levanta’ el pan, porque hacer buen pan nos conecta con un proceso vivo y brinda una sensación de logro cuando sale bien».
Después de empaparme de la lectura, casi estoy decidida a lanzarme un día, pero me asalta la cuestión universal del tiempo. A lo mejor les ha pasado también mientras leían. ¿Tenemos tiempo para ponernos con las manos a la masa? «Uno de los principales beneficios de hacer pan de una manera artesanal es que permite adaptar la ajetreada vida a la cocción, ya que podemos dejar la masa madre creciendo durante muchas horas, siete u ocho (o incluso más si la metemos en la nevera) mientras vamos al trabajo. Además, el viejo dicho que reza ‘donde hay voluntad, hay un camino’ es lo que toda persona indecisa que quiera comenzar a hornear conscientemente debe recordar», termina diciendo esta enamorada del alimento milenario que nos ganamos, cada día, con el sudor de nuestra frente.