THE OBJECTIVE
Cultura

Un Superman guineano y un periodista curioso relatan el pasado colonial español

Dos autores reflejan cómo fue ese lado b del colonialismo español en la África negra a mediados del siglo XX

Un Superman guineano y un periodista curioso relatan el pasado colonial español

Manuel Hernández-Sanjuan y la expedición de la Guinea española en 1944 | Hernández-Sanjuán - Hermic FIlms - Archivo Pere Ortín

Al ilustrador Nzé Esono Ebalé (Mikomeseng, 1977) le encanta la palabra sincretismo. En los pocos minutos que llevo escuchándolo ha utilizado la palabra varias veces. Me dice que la acaba de aprender y se nota, parece un niño pequeño que se divierte con un juguete nuevo. A la derecha de Esono se encuentra el periodista especializado en África, Pere Ortín (Sagunt, 1968), quien funge como un hermano mayor en la conversación que estamos teniendo a propósito de la publicación de la novela gráfica que ambos han creado, Diez mil elefantes, publicada por el sello Reservoir Books hace pocos días.

Para Pere Ortín, creador del guion de esta novela gráfica, la cuestión era relatar la otra parte de la historia, esa otra visión de la Guinea española que no se tuvo en cuenta durante el franquismo. «¿Qué pensaría un negro que recibe a unos blancos que vienen a darles lecciones y a extrañarse con sus costumbres?» se preguntan ambos autores. Diez mil elefantes cuenta, en clave de ficción, valga la aclaratoria, ese lado b del viaje que emprendió el cineasta Manuel Hernández-Sanjuán en 1944 desde Cádiz hasta Santa Isabel, la actual Malabo, para documentar los logros de la colonización franquista en África

En ese año la propuesta para la productora de Hernández-Sanjuán, llamada Hermic Films, era documentar las ganas de propaganda española, generar archivo, ver como exótico lo que era común para los guineanos. Es a partir de esta expedición, sus archivos cinematográficos y las muchas entrevistas que Pere Ortín le realizó décadas después a un envejecido Hernández-Sanjuán, que se recrea la cosmogonía guineana de Diez mil elefantes, a través de un personaje que no es nada español ni nada blanco, llamado Ngono Mbá.

Es a partir de las enseñanzas y recuerdos de Mbá que se hila la historia primera, que refleja como un pasado distante y se recrean las consecuencias del futuro. Gran parte de esas consecuencias son las que se viven hoy en día y son visibles en el coautor de la novela, Nzé Esono, quien, como anécdota, tiene otro nombre adicional en su pasaporte: Ramón. Este hecho es una de las tantas consecuencias visibles que Ortín relata en la novela cuando se sincretiza la África negra y el cristianismo español que llegó a impartir o suplantar nombres a principios del siglo XX . «Por ejemplo, si yo te pregunto ¿quién es un Nfum-Ngui? ¿No sabes, verdad? ¿Quién es Copito de Nieve? Sí sabes, ¿no? Pues Copito de Nieve es un Nfum-Ngui«, afirma Esono. 

Sin embargo, Diez mil elefantes no solo relata esa parte de la colonización y de esas costumbres brutales que se impusieron, también sucede contrario, ya que relata las sombras de los guineanos. El propio Nzé Esono comenta a THE OBJECTIVE que casi pierde la mano con la que dibuja cuando era niño. Quería impresionar a una niña del cole y decidió robarle a su hermano el disfraz de Superman que su madre le había confeccionado. Al final saltó pero no quedó como el superhéroe que impresiona porque «quién se enamora de un roto», afirma, ya que «en lugar de caer como un Superman, caí como un hipopótamo». Su madre, como buena creyente curandera, intentó aplicar sus métodos pero el brazo de su hijo se le gangrenó. Al final, Esono no perdió el brazo y recuerda la agonía en el hospital; es por ello que el autor entiende el equilibrio de las fuerzas y las tradiciones. Su madre era mitad curandera, mitad costurera. El disfraz funcionó, su brazo quedó algo reducido. El brazo roto de Nzé recuerda ese «sincretismo entre satanismo, cristianismo y brujería africana», afirma Ortín.

La experiencia de la brujería y las tradiciones fang versus las cristianas son de gran importancia en la novela gráfica. Al igual que la madre de Esono, muchas de las costumbres fang se recrean en el imaginario de Masa, ese nombre que el narrador Ngono Mbá le da a Hernández-Sanjuán en la novela. Ese imaginario hila la narración en Diez mil elefantes, entiendo que la palabra pacto era lo importante entre Mbá y Masa. 

Las enseñanzas de Ngobo al lector también residen en lo que viven las mujeres en esos años, así que no es de extrañar que el narrador relata el desastre de la poligamia guineana a la par del prejuicio ante los hijos naturales entre españoles y guineanas. En ese punto, es visible cómo la tradición cristiana se sincretiza con las tradiciones fang, cimentando así muchos derechos de las mujeres de la época, ya fueran de la África negra o de la España continental.

20 años de amistad a tumba abierta

«Tenemos un cómic en la calle, tío. Si a Pere le gusta el cómic y si os gusta, estoy feliz», comenta emocionado Esono. Esta definición de felicidad es lo que impregna la entrevista. Diez mil elefantes desvela una construcción del discurso sobre la identidad guineana a través de la amistad entre un periodista español curioso y un dibujante guineano exiliado.

Valgan las etiquetas para explicar que Esono fue apresado en 2017 por el régimen de Teodoro Obiang en la cárcel de Black Beach en Malabo. Dibujó algo que al régimen no le gustó. En los meses que estuvo en la cárcel lo único que lo mantenía centrado era dibujar con bolígrafos Bic, mientras, sus amigos, entre ellos Pere Ortín, hablaban con los más altos representantes del régimen para intentar sacar a Esono de la cárcel, a lo que le respondían displicentemente que «lo iban a matar». 

Páginas internas de Diez mil elefantes | Imagen vía Reservoir Books

Para Ortín la participación de Esono en Diez mil elefantes es fundamental porque «el dibujo que le lleva a la cárcel es el dibujo que le lleva hoy a estar aquí. Hay una especie de justicia poética en la vida. Un año estás en una de las cárceles más jodidas del mundo y cinco años después estás en el Salón del Cómic de Barcelona, además él pudo conectar con lo que él siente, con lo que él hace como dibujante. De eso se trata la novela, de conectar«, afirma Ortín.

Ambos autores dicen que han trabajado esta novela a «tumba abierta» porque es una colaboración que lleva una amistad de más de 20 años. Esta preparación sin medir consecuencias es lo que ha llevado a Pere Ortín a investigar a fondo el archivo de Hermic Films y, a Esono, a dibujar las resultados de esta investigación, afianzando así la amistad con ese periodista curioso de su tierra.»Van a analizarlo más a él, no a mis dibujos», afirma Esono, «porque ya está claro que yo quería participar y lo he hecho lo mejor posible, pero como Pere es quien escribe la parte del que viaja y entiende a dónde está yendo, ahí es donde quizás haya más lío». A pesar de lo que diga la imaginación del dibujante sobre cómo los lectores puedan tomar la obra, este elogia la mirada de su compañero, quien para él ha podido «captar esa parte fang» tan propia de ese grupo guineano que va narrando la novela con el personaje de Mbá.

Para Esono como para Ortín, la cuestión es sencilla, Diez mil elefantes habla de la complejidad de las cosas, no solo se queda con una parte. «Esto no se trata de periodismo de soluciones», afirma Ortín, mientras que le refuerza Esono, «ni tampoco es sobre la Guinea de Obiang, la Guinea española o la España del Rey. Nosotros no podemos responder a eso porque vivimos en sociedades que piensan como piensan, pero los lectores son capaces de entender que hay un momento que hemos desconectado de la realidad que está en esa naturaleza que relata Pere», esa naturaleza que impactó a Hernández-Sanjuán. Además, ratifica Ortín, «también hay que entender que entre el blanco y el negro hay mil millones de grises».

Fotos expedición (c) Manuel Hernández-Sanjuán – Hermic FIlms – Archivo Pere Ortín

En el fondo la entrevista es performática. Ambos complementan al otro, como la narración y el dibujo en la novela. Es de esa relación de amistad entre ambos que ha nacido un proyecto que conecta con los lectores para desmitificar el exotismo africano, haciendo entender su diversidad antes y a partir de la colonización española. «La idea es que tú te reconozcas en el rostro del otro y lo veas como próximo, lo veas. Ramón soy yo y yo soy él, y es eso lo que pasa también con otras culturas».

Diez mil elefantes es un proyecto narrativo entre dos coautores que desean verse como uno, inclusive en las regalías y en los derechos de autor de este libro, así que cierran la entrevista comentando a THE OBJECTIVE lo emocionados que estarían de poder llegar a una segunda edición del libro, así que no es de extrañar que después de esta entrevista Diez mil elefantes haya llegado a esa meta.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D