Mari Pau Domínguez: «En el lado de los nacionales también había tremendas historias humanas de las que no se habla»
Mari Pau Domínguez vuelve con ‘No habrá otra primavera’, una biografía novelada sobre Carmen de Icaza, una mujer de la nobleza y miembro de la Falange que se salió de todos los moldes para reivindicar y luchar por los derechos de la mujer
Para un escritor hay un reto si cabe mayor que llevar a término una obra, y es llevarla a término cuando le ha sido encomendada, ex profeso, por un editor que confía en que no hay nadie mejor para hacerlo. Ese es el peso de la responsabilidad que sintió Mari Pau Domínguez -pese a estar curtida en infinitud de lides históricas- cuando desde su editorial le encargaron que escribiera una novela basándose en la vida de Carmen de Icaza, una de las escritoras más leídas de los años 40 y una dama de alta cuna que rompió todos los moldes en los que había sido encajada desde su nacimiento. A la muerte de su padre, Carmen se convirtió -con la oposición fiera de su madre- en una de las primeras mujeres periodistas de la Asociación de la Prensa. Trabajó para el diario El Sol, un diario liberal y reformista, partidario de la República. Más tarde, fundó el Auxilio Social de la Falange, aunque nunca compartió los postulados de la Sección Femenina. Supo, como dice la contra de la novela, «alzar la mirada y sobrevolar posicionamientos políticos y rencillas ideológicas, buscando siempre lo que era justo».
Cuando hablo con Mari Pau se muestra amable y cálida. Siente que ha superado el reto: «Cuando un editor piensa en alguien para un proyecto sientes más responsabilidad que si es tuyo. Me preocupaba mucho que ellos se quedaran tranquilos y no pensaran que se habían equivocado, pero la propia editorial reconoció que se había superado la expectativa que tenían». El desafío era aún mayor teniendo en cuenta, como me recuerda, que No habrá otra primavera (La Esfera de los Libros, 2022) «no es una biografía autorizada, es una novela novela, una biografía novelada que tiene también licencias, como que el coprotagonista es Hemingway», aunque Carmen de Icaza y el escritor estadounidense nunca llegaran a conocerse en la vida real. «Cuando inventas algo partiendo de una realidad, si no queda creíble es un pastiche, pero al final la propia familia me preguntaba ‘¿seguro que no se conocieron Hemingway y ella?’», recuerda entre risas. «También la propia editora me lo decía: ¿entonces se conocieron delante de la Casa del Pecado Mortal?», a pesar de que ella, su editora, conocía la historia real a la perfección.
La relación ficcionada entre Carmen de Icaza y Ernest Hemingway es uno de los elementos vertebradores de la novela, una elección que la autora tomó para darle al personaje de Carmen «una verdadera dimensión humana, porque en el transcurso de esa amistad sale mucho cómo era Carmen, y también cómo era Hemingway». Así, al comienzo de la historia los dos se topan (ese es el verbo, porque tropiezan uno contra la otra en plena calle) cuando Carmen está empezando a trabajar para el Diario Sol y Hemingway no es tampoco más que un aspirante a escritor: «Ambos nacieron el mismo año de un fin de siglo, en 1899, y me parecía que no era casualidad, que había algo ahí que me facilitaba hacer ese encuentro entre ambos, pero sobre todo se desarrolla esa amistad cuando ya son mayores, y eso es muy bonito porque Carmen ya está en una posición vital diferente y Hemingway está en una depresión terrible, con manía persecutoria y terrores, que desemboca en el suicidio y que es lo que da sentido al título, que es No habrá otra primavera», desarrolla Mari Pau.
Así, a lo largo de las décadas, vamos conociendo todas las facetas de la personalidad de Carmen de Icaza, una revolucionaria que, sin embargo, no ha pasado a la historia como tal, pero que no cejó jamás en su empeño de reivindicar los derechos para la mujer. No habrá otra primavera recoge también algunos de sus escritos, como el artículo con el que despidió el año 1935, que decía: «Pero en todas partes el problema sigue en pie: por un lado, los Gobiernos y las empresas que consideran que en cuestión de trabajo el hombre posee el privilegio de ‘pasar primero’ y que la mujer casada pertenece a sus hijos y a su hogar’ (…). ¿En virtud de qué extraña justicia se me niega el derecho -que tiene hasta el último de los animalejos- de buscar mi sustento y el de los míos?».
«Carmen de Icaza fue una feminista a ultranza y una persona que se dedicó en cuerpo y alma a defender los derechos de los niños y sobre todo de las mujeres… Y eso en una falangista llama mucho la atención»
«Muchos autores han escrito sobre la guerra civil desde el punto de vista de los vencidos, y me parece muy bien porque hubo un sufrimiento y un ensañamiento terribles por parte de los ganadores, pero lo cierto es que en el lado de los nacionales había historias humanas tremendas también de las que no se habla», explica Mari Pau, «como la de Carmen de Icaza, que fue una feminista a ultranza y una persona que se dedicó en cuerpo y alma a defender los derechos de los niños y sobre todo de las mujeres, y que escribió artículos incendiarios… Y eso en una falangista, que además no militaba, pero que sí acabó en el bando de los vencedores, llama mucho la atención». Además, Mari Pau señala que Carmen «no se llevaba especialmente bien con Pilar Primo de Rivera y no le gustaba el papel al que relegaba a la mujer la Sección Femenina», como dejó patente cada vez que la entrevistaron al respecto. Así decía un fragmento de una de aquellas entrevistas: «Nunca fui falangista. Tuve cargos en organismos dependientes de Falange, es cierto. Pero la Falange jamás hubiera aprobado muchas de las cosas que yo hice siendo mujer. Tenían una idea distinta a la mía del papel que debemos tener las mujeres en la sociedad».
Y es que Carmen de Icaza obró siempre desde la portentosa libertad de pensamiento, y eso fue precisamente, a juicio de la autora, lo que le granjeó el afecto y el reconocimiento desde ambas orillas de la historia. Es sabido que la misma Dolores Ibárruri, Pasionaria, leyó y disfrutó su novela Cristina Guzmán desde la URSS. Por ello le pregunto a Mari Pau, por cuál cree ella que fue la tecla que Carmen de Icaza tocó para ser bien recibida por antagonistas puros: «Yo creo que ella escribía siempre poniendo el foco en lo humano, y lo humano no es blanco y negro, las personas tenemos muestras creencias religiosas, nuestra ideología, pero hay mucho matiz. Carmen Martín Gaite llegó a decir que Cristina Guzmán era la novela que leían todas las chicas casaderas y la que llevaban los chicos en los macutos, por qué, porque era un personaje en el que mucha gente se podía ver reflejada, sobre todo muchas mujeres».
De algún modo, Cristina Guzmán era un reflejo de la propia De Icaza, alguien que tuvo que «salir adelante como pudo, dando clases para hacerse cargo sola de su hijo». La historia de su novela se va trenzando con la de Mari Pau, pues al principio de cada capítulo podemos leer un extracto de aquella: «El ir narrando la novela de Cristina a la par que la mía me permitía que la propia Carmen hablara. Es una especie de Carmen en el espejo, en el espejo de Cristina».
Por ese mismo corazón libre, Carmen fue también quien cargó con el peso de su familia, hasta el punto de tener que darle a su sobrina Carmencita la peor de las noticias, una que le rompió la vida cuando esta apenas empezaba a despuntar: fue la encargada de anunciarle que no podía casarse con su prometido porque eran hermanos. El barullo se había armado porque su hermana Sonsoles mantuvo durante la friolera de 15 años una relación extramatrimonial con el cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, y de ese amor clandestino nació una hija, la propia Carmencita Díez de Rivera, que se enamoró sin remedio de otro de los hijos de Serrano Suñer, nacido de su matrimonio con Zita Polo, hermana de Carmen Polo de Franco. Fue la propia Sonsoles quien, abrumada ante la situación, delegó en su hermana mayor la desagradable misión de desvelar el entuerto.
Todas las historias de la novela vienen arropadas por un magnífico álbum de fotos cedido por la propia familia de Carmen. «El álbum tiene su historia, Íñigo Méndez de Vigo, el nieto, recordó dónde tenía las fotos in extremis, ya casi en máquina, y esas fotos llegaron tal cual estaban en sus álbumes. Aquello fue un subidón. Las fotos que son más profesionales corresponden a la tarea de Carmen en el Auxilio Social, y el resto son inéditas», me explica Mari Pau.
La satisfacción más grande de la autora vino precisamente de la aprobación por parte de la familia de Carmen. Al principio, cuando les contactó para informarles de que iba a escribir un libro sobre la figura de su abuela, el nieto de Carmen se extrañó: «Me decía ‘qué vas a escribir de mi abuela, si ella no tenía una vida de novela’, y luego cuando leyó la novela dijo ‘ahí va, si sí que la tiene’», termina diciendo Mari Pau, risueña.