Neuronas espejo y 250.000 muertos en 15 años: lo último de Jorge Volpi
Entrevistamos al escritor mexicano Jorge Volpi que acaba de publicar ‘Partes de guerra’, una novela sobre la investigación de un crimen que aborda temas como el origen de la violencia o las identidades ocultas del ser humano
Jorge Volpi es uno de los autores vivos más sobresalientes en lengua española. Mexicano de origen y afincado en Madrid, ha sido galardonado con diversos premios y reconocimientos como el Premio Biblioteca Breve, el Premio Alfaguara de Novela o el Premio José Donoso a toda su trayectoria. En su última novela, Partes de guerra, Volpi se adentra en los oscuros caminos de la violencia mediante dos historias paralelas que van conformando un complejo juego de espejos donde el autor enfrenta a víctimas con victimarios.
Un grupo de investigadores del Centro de Estudios en Neurociencias Aplicadas (CENA) se desplaza a Frontera Corozal, situada al sur de México en el estado de Chiapas. Allí se ha producido el crimen de una menor, Dayana, en el que están implicados otros cuatro niños. Volpi afirma que la tarea que quizá le costó más trabajo para escribir la novela fue imaginar a esos jóvenes, investigar cuáles son sus hábitos, cómo se comunican actualmente y además cómo lo hacen en este lugar tan remoto de México. «Me desplacé allí para conocer mejor la zona y lo primero que me encontré fue esa imagen que aparece en una fotografía hacia la mitad del libro. Dos niñas con teléfonos inteligentes en mitad de un entorno de mucha miseria».
«¿Se imaginan cuál es el entretenimiento favorito de los niños de secundaria?, nos preguntó doña Erminia en otro momento de la plática. Juegan a que son narcos»
Fragmento de Partes de guerra de Jorge Volpi
La joven neurocientífica Lucía Spinosi es el personaje central del libro. Aquejada de ataxia de Friedreich, una enfermedad hereditaria que daña el sistema nervioso, Lucía viaja junto a Luis Roth, su maestro y mentor, a Frontera Corozal para tratar de averiguar qué ocurre con los cerebros de unos niños que, de repente, se han convertido en criminales. A medida que se adentra en la investigación, la propia Lucía se verá obligada a revivir su propia cadena de abusos y hará revelaciones sobre cada una de las vidas que ha llevado en secreto su mentor, Luis Roth.
Es aquí donde Volpi reflexiona de forma más evidente sobre otro de sus temas favoritos: el poder. Porque la figura de su maestro y mentor y sus múltiples secretos serán el camino de migas de pan que Lucía habrá de recorrer para dar respuesta a hechos relativos a su pasado o al propio crimen que está investigando. Lucía es un personaje complejo, admirablemente construido. Sobrepasada por la realidad que la rodea, Lucía recurre al método científico, a la neurociencia y a las células espejo para tratar de comprender ese caos. El texto está trufado de breves referencias científicas que tratan de arrojar un poco de luz sobre aquellos rincones más oscuros de la psique.
La oralidad es uno de los elementos más interesantes del libro, que presenta un extraordinario juego de voces entre la narradora, Lucía Spinosi, y todas las personas implicadas en las investigaciones. Niños, adolescentes, padres presentes y ausentes, miembros del equipo de investigación, fantasmas del pasado de Lucía, amantes póstumas de Luis Roth… Con estos elementos Volpi da forma a una novela de investigación criminal originalísima, alejada de todos los clichés del género, logrando una construcción narrativa valiosa y reveladora donde los personajes están en primerísimo plano.
«Las pruebas con resonancia magnética funcional demuestran que la imagen de un cerebro enamorado es equivalente a la de alguien que padece TOC»
Fragmento de Partes de guerra de Jorge Volpi
La novela está ambientada en la frontera sur de México. Un lugar que tiene un gran valor simbólico. «Mi país se ha sentido víctima de Estados Unidos durante mucho tiempo», afirma Jorge Volpi. «Durante muchos años eran nuestros migrantes mexicanos quienes querían pasar la frontera y recibían todo tipo de abusos por parte de EEUU. Sin embargo, desde hace unos años, obligados por EEUU, la frontera sur de México se ha convertido en el auténtico muro para tratar de evitar que migrantes centroamericanos y sudamericanos pasen a EEUU. Y en esa frontera ahora los mexicanos nos hemos convertido en verdugos. Esto era lo que quería mostrar: un país como México que ha sido víctima, ahora se ha convertido también en verdugo para hacerle el trabajo sucio a Estados Unidos».
«Aunque estamos en el último confín del mundo, Corozal es México en chiquito, un pedazo de país con los problemas del puto país entero, todos juntos en estos cuatro metros cuadrados entre la Lacandona y el Usumacinta, supongo que ustedes ni habían oído mentar de nosotros, hasta hace nada no éramos más que un puntito en una frontera olvidada, Chiapas…»
Fragmento de Partes de guerra de Jorge Volpi
Hobbes o Rousseau. Lombroso o Lacassagne. El viejo debate sobre el origen de la violencia sigue sobre la mesa. ¿Nacemos programados para ser violentos? ¿O, por el contrario, nacemos puros a la manera del buen salvaje? Jorge Volpi se plantea éstas y otras cuestiones a lo largo de la novela. Su conclusión deja el debate en tablas: no todo es tan violento como lo describía Hobbes ni tan idílico como lo planteaba Rousseau. «Cuando éramos cazadores-recolectores en el paleolítico», afirma, «vemos que esas sociedades nómadas vivían en relativa armonía, con unos niveles de violencia bastante acotados.
En cambio, cuando nos establecemos como sociedades sedentarias a partir del neolítico y del descubrimiento de la agricultura vemos que aumenta la violencia de forma clara». Volpi anticipa que hay una cuestión que puede hacer que la balanza se desequilibre. Cuando los recursos son limitados es cuando los índices de violencia se desarrollan, «y aunque podemos afirmar que somos los animales superiores que más cooperan entre sí, cuando algo desequilibra las cosas podemos pasar de cooperar a ser terriblemente violentos».
Pero, ¿cuál es el estado de la cuestión actualmente? Autores como Steven Pinker, considerado como uno de los exponentes más importantes de la psicología evolutiva y especialista en el campo del poder cognitivo, sostiene que la época actual es la menos violenta de la historia de la humanidad. Jorge Volpi, por su parte, afirma que «ciertamente vivimos el momento menos violento de la historia a nivel global, pero hay casos como el de México que nos muestran que el tema de la violencia sigue estando muy presente en determinadas áreas del mundo. Antes del 2006, México era un país relativamente pacífico. Sin embargo, desde esa fecha tenemos 250.000 muertos, más de 100.000 desaparecidos y cientos de miles de desplazados internos. Esta ola de violencia no solo ha afectado a México, sino también a muchos otros países de América Latina».
«Un país como México que ha sido víctima, ahora se ha convertido también en verdugo para hacerle el trabajo sucio a Estados Unidos»
El olvido es otro de los temas que se abordan con mayor originalidad en el libro. Sabemos que el olvido, en muchos casos, es un bálsamo, un lenitivo necesario para superar aquellos momentos traumáticos de la vida de cualquier ser humano. Pero también conocemos los peligros que encierra el olvido. Olvidar nuestra historia nos obliga a repetirla. Desde un punto de vista neuronal, Volpi analiza el olvido y nos muestra para qué sirve.
El autor lo compara con una podadora. El olvido es una herramienta de nuestro cerebro que sirve para eliminar los detalles innecesarios de nuestros recuerdos. Sirve para quedarnos con la esencia. De este modo, los recuerdos le sirven al cerebro para compararlos con situaciones nuevas y predecir lo que va a suceder después y garantizar nuestra supervivencia. «Pero en la parte más racional», afirma Jorge Volpi, «nosotros nos identificamos con nuestra memoria, y si la memoria se va perdiendo, nos preguntamos qué queda de nosotros».
Quizá la función de la literatura es compensar a esa podadora que asedia nuestro cerebro, mediante el archivo de una especie de copia de seguridad. En su ensayo Leer la mente (2007) Volpi afirmaba que «los mecanismos cerebrales por medio de los cuales nos acercamos a la realidad son básicamente idénticos a los que empleamos a la hora de crear o apreciar una ficción».