El sórdido universo de Andrea Dunbar por primera vez en castellano
Editorial Barrett publica, por primera vez en castellano, la obra completa de la dramaturga británica Andrea Dunbar
Una adolescente de 15 años pierde un embarazo. Nada en su vida promete un futuro mejor. Marginalidad, desempleo, violencia y alcoholismo son las dimensiones de Bradford, cerca de Manchester, donde (sobre)vive en las décadas de los setenta y los ochenta. Sus calificaciones son regulares, pero tiene un don para escribir; no para la gramática y la ortografía, sino para escribir literatura, más específicamente, teatro. Un profesor cuyo nombre no ha pasado a la historia advierte el talento y el dolor de la joven y la alienta a crear. El resultado será una obra de arte. Estas líneas no son ficción. Es así como surge The Arbor, una pieza que brotó con un bolígrafo de tinta verde en un cuaderno. Andrea Dunbar pintó su aldea y su vida en un barrio de clase obrera. La editorial Barrett acaba de editar Obra completa donde reúne las tres piezas de la autora por primera vez en castellano. Además de The Arbor, integran esta edición Rita, Sue and Bob Too y Shirley.
Los Angry Young Men, la generación de dramaturgos británicos que disparaban contra el conservadurismo de la sociedad y las asimetrías económicas después de la Segunda Guerra Mundial condensarían en su nombre esa idea que se mantendría durante varias décadas a través de diversas expresiones: la ira, la furia, rabia. Kingsley Amis, padre de Martin Amis, Arnold Wesker, un muy joven Samuel Beckett, que luego cincelaría su propia poética, y Harold Pinter, entre otros, llevaban a los escenarios piezas donde denunciaban la soledad del hombre posmoderno y la falta de oportunidades de la sociedad.
Andrea Dunbar dispara contra siglos de tradición teatral y del verso estilizado e incluso contra las comedias edulcoradas de Noël Coward tan en boga durante aquellos años
Andrea Dunbar (1961-1990) nace un año después del estreno de El montacargas, de Pinter, y, si bien nunca había asistido a una representación teatral, y vivía aislada de las discusiones intelectuales, continúa en su obra con esa línea de los Angry Young Men, y lo hace con una honestidad atroz. Dunbar dispara contra siglos de tradición teatral y del verso estilizado e incluso contra las comedias edulcoradas de Noël Coward, tan en boga durante aquellos años.
La empática y original edición de Barrett imprime The Arbor en tinta verde. En esta pieza Dunbar irrumpe con una voz. Es un personaje, claro, pero es una voz femenina que tiene la frescura de una adolescente, pero las heridas de un gladiador y la jerga de un presidiario. A través de este personaje llamado CHICA, en un juego cervantino, la autora le da vida a una criatura llamada Andrea Dunbar. Sin embargo, no crea un alter ego. No hay otros en su dramaturgia. Escribe desde las tripas, sin reflexionar sobre las narrativas del yo o sobre la Poética de Aristóteles. The Arbor, como toda la dramaturgia de Dunbar, cuenta con látigos, con diálogos vertiginosos donde hay violencia, perversión, insultos, lenguaje soez, y donde aparece el sexo en primer plano (el sexo no como erotismo o vinculado al placer; el sexo es, en la mayoría de los casos, un mero pasatiempo).
The Arbor, como toda la dramaturgia de Andrea Dunbar, cuenta con látigos, con diálogos vertiginosos donde hay violencia, perversión, insultos, lenguaje soez, y donde aparece el sexo en primer plano
¿Qué significa que un autor sea de culto? ¿Significa algo más que una propuesta escape del mainstream y del consumo masivo? ¿Quién lo cultiva si nos ponemos literales? ¿Existe algún grupo que vele o custodie por este legado? En el caso de Dunbar, la respuesta a esta última pregunta es sí. Andrea Dunbar fallece joven, a los 29 años, víctima de una hemorragia cerebral. En su vida breve logra un hito en la dramaturgia británica, más valioso aún, incluso, por el hecho de ser mujer y por haberlo logrado en un contexto tan adverso: The Arbor se estrena en 1980 en The Royal Court, un escenario oficial inglés, y Dunbar se convierte en la autora más joven en presentar su primera pieza en esta prestigiosa sala. Su obra será desde entonces sujeta a diversas relecturas.
The Arbor es también el film documental, con fragmentos del teatro de Dunbar, que dirigió Clio Barnard [puede encontrarse en Filmin]. El espectador se sumerge en este barrio de clase obrera, respira el clima opresivo, la espiral de frustraciones de estas criaturas y de estas voces desamparadas, y con ellas, reconstruye la vida de Dunbar, quien tuvo tres hijos y quien vivió sus últimos años en refugios sociales.
En 1987 se estrena, la adaptación cinematográfica de Rita, Sue and Bob Too [hay una versión disponible en Youtube], dirigida por Alan Clarke. La edición de Barrett permite comparar ambos discursos y encontrar diferencias y diálogos fieles. Por ejemplo, la película recoge el vínculo violento que tiene CHICA en The Arbor con un joven pakistaní y la xenofobia imperante. La gran diferencia entre ambas propuestas, algo que enfadó a la autora, es el tono de comedia que adopta por momentos la película a través de las interpretaciones. El final de la película, con ribetes de picaresca, nada tiene que ver con la escena final en el bar del texto de Dunbar, un diálogo entre dos mujeres adultas. Rita, Sue and Bob Too –la edición mantiene el título en inglés para conservar la rima– dejó perpleja a la crítica, señala Ángel Mirou en su excelente prólogo. Una noche, un hombre lleva en su auto a las dos adolescentes que trabajan en su casa como canguros y, por turnos, en un descampado, mantiene relaciones sexuales con ellas.
Los Angry Young Men, en la obra de Andrea Dunbar, se convierten en Angry Young Women, muchachas que alzan su voz contra los abusos de la sociedad y de los hombres y lo hacen con una honestidad brutal
Dunbar nunca menciona la palabra sororidad, pero en su obra aparece este pacto, este encuentro entro mujeres. En la era del #MeToo su teatro cobra una gran vigencia por ser pionero a través de múltiples elementos: «No, es no», le dice CHICA a otro personaje en The Arbor. Los Angry Young Men, en la obra de Andrea Dunbar, se convierten en Angry Young Women, muchachas que alzan su voz contra los abusos de la sociedad y de los hombres y lo hacen con una honestidad brutal. Descarnado, desesperanzador, irreverente y políticamente incorrecto. Así es el teatro de Dunbar, un oasis de posibilidades para los intérpretes.