La pastora youtuber
Vivir enredado en las redes es algo que les pasa ya a muchos, pero no a Nazaret Martín, nuestra heroína de hoy, que tiene una sorprendente presencia en esos «lugares»
Ustedes creían que las novelas pastoriles ―los «libros de pastores», como los llamaba Lope― eran cosa del siglo XVI y que las Fílidas y las Amarilis ya no están entre nosotros. Desengáñense. Yo, de puritita casualidad, he descubierto una Amarilis que vive en las redes, lo cual, por cierto, entraña el peligro de vivir enredado, sin saber de verdad dónde se vive. Vivir enredado en las redes es algo que les pasa ya a muchos, pero no a Nazaret Martín, nuestra heroína de hoy, que tiene una sorprendente presencia en esos «lugares», pero que sabe muy bien dónde está. Nazaret es una pastora, pero una pastora puesta al día; qué digo puesta, puestísima, aggiornatissima.
Andaba yo husmeando por Youtube, en busca de conferencias sobre paleogenética (mi interés-obsesión más reciente) cuando me detuve en seco al cruzárseme un luminoso rostro en primer plano y la siguiente leyenda a guisa de título: Hoy he tenío un percance con una oveja, me la ha liao la cabrita.
¡Cómo no detenerse ante unas oraciones tan intempestivas y tan frescachonas!
Ante mí, de repente, una mujer joven, muy joven, una muchacha, en realidad, me contaba, con desparpajo y naturalidad, un trocito de su vida diaria ―un suceso, un percance― que ponía de manifiesto un talento narrativo fuera de lo común. Sí, lo voy a decir: un talento narrativo descomunal.
Los siete minutos del vídeo, con Nazaret por la dehesa a la busca de una oveja herida, garrota ovejera al hombro, rodeada de mastines y de borregas y del ancestral sonido de las esquilas (sólo faltaba un lascivo fauno con un melodioso caramillo saltando a su alrededor), me sedujeron fatalmente, de modo que me puse a explorar su canal: preciosa puerta al mundo rural, para muchos un mundo nuevo y para mí, no desconocido, aunque ya casi olvidado.
Los títulos de los vídeos son estupendos. Los hay gabrielmironianos, como Cogiendo cerezas entre el humo del incendio; educativos, como Así se usa la garrota ovejera o ¿Qué hacemos si un mastín viene a por nosotros? (Eso digo yo, ¿qué hacemos?); periodísticos, en plan «paren las rotativas», como Se quema mi pueblo. ¿Qué está pasando?, y también los hay, faltaría más, reivindicativos, como Me dicen que hablo mal.
En este último, Nazaret revela su temperamento y les canta las cuarenta, pero sin perder la compostura, a quienes censuran sus presuntos solecismos o sus supuestos errores léxicos o sintácticos. Nazaret, narradora poderosa, saca a relucir magníficas dotes didácticas y explica la especial circunstancia lingüística de su comarca, la extremeña Sierra de Gata, lindante con Salamanca y con Portugal, donde además del español, la gente se maneja en castúo (dialecto extremeño) y en A fala, una verdadera lengua, propia de tres pueblos de la zona y sobre cuyos orígenes, seguramente galaico-portugueses (galaico-astures, según algunos) hay abundante información en… sí, lo han adivinado: ¡en las redes!, por lo que evito repetírsela.
«Nazaret es una pastora que cuando habla de su mundo resulta infinitamente más creíble, más natural y más refrescante que cuando Viceyolanda nos propone su mundo munífico de bosques umbrosos»
La prosodia de Nazaret es pura delicia, pespunteada además por esos preciosos diminutivos en –ino que revelan la filiación astur (las perrechinas, la burrina o un adorable «Voy a echar un vistazo despacino», que acabo de oírle). Además de su natural maestría narrativa, la joven Nazaret parece haber entendido también ciertas dinámicas y claves de Youtube, y maneja el paloselfi con una eficacia que ya quisiera Lars von Trier, aunque a veces le hacen de cameramen su padre o su hermano. Mientras camina, reina soberana, por las dehesas, y su rostro hermoso y juvenil ocupa la pantalla con unos primeros planos de radiante autoridad, sus historias y su acento local lleno de embrujo son realzados por su figura, troquelada por la juventud y la vida campestre, que le permite llevar pantalones super slim fit mientras ordeña una cabra, lo que me parece un contraste formidable y audaz.
Nazaret bien podría haber inspirado al Marqués de Santillana, cuando escribió su serranilla inolvidable (aunque se adelantara en un siglo a las novelas pastoriles):
Moza tan fermosa non ví en la frontera, como una vaquera de la Finojosa.
(Por cierto, he dicho «figura troquelada» llevado por uno de los vídeos en los que se habla de cómo se «troquelan» los mastines desde cachorros, para que defiendan los rebaños. Se aprende mucho con Nazaret Martín).
Nazaret nos mete, con suavidad y a la vez con firmeza ―la de quien sabe lo que hace y lo que dice― en el mundo rural, que algunos se apresurarán a identificar con «la España vaciada» (en etiquetas hay que estar a la penúltima).
La vicepresidenta del gobierno (disculpen la digresión) también parece apuntarse a un cierto look pastoril, con sus trenzados y sus peinados, pero no hay color. Nazaret es una pastora que cuando habla de su mundo, el mundo del campo y de la ganadería (extensiva, insiste ella) resulta infinitamente más creíble, más natural y más refrescante que cuando Viceyolanda nos propone su mundo munífico de bosques umbrosos y hontanares de leche y miel, la leche y la miel del comunismo amoroso. Y empalagoso. Suma y sigue.
La estética de Nazaret, mil veces mejor por natural ―cero impostura, cero cursiladas― es la de una verdadera ragazza acqua e sapone, vieja expresión italiana que, por cierto, ha adoptado un ensayo de Marta Riezu, de creciente predicamento.
Nazaret, luz y sencillez, bien podría haber inspirado estos antiguos y pastoriles versos:
Ésta es, Tirsis, la fuente do solía
contemplar su beldad mi Filis bella;
éste el prado gentil, Tirsis, donde ella
su hermosa frente de su flor ceñía.