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El último de los grandes escritores de cuentos del Sur de los Estados Unidos: Tim Gautreaux

La editorial La Huerta Grande está traduciendo al español la obra completa del escritor sureño. ‘Luisiana, 1923’ es su última novela publicada en nuestro país

El último de los grandes escritores de cuentos del Sur de los Estados Unidos: Tim Gautreaux

El escritor Tim Gautreaux. | Winborne Gautreaux

No es de extrañar que con el relato «Same place, same things», publicado en la revista The Atlantic Monthly en 1991, texto que es ya una obra maestra y que cuenta con una fortísima influencia de esa mezcla de tragedia, humor e ironía tan cara a la escritora también sureña Flannery O´Connor, el escritor Tim Gautreaux (1947, Morgan City, Luisiana) alcanzara un fulgurante estrellato en su país natal, Estados Unidos, consiguiendo que el texto fuese incluido en la antología de Best American Stories of 1992. En los sucesivos años, Gautreaux siguió publicando relatos en diferentes revistas (Harper’s, GQ, Story o el Virginia Quarterly Review) hasta conformar los 12 cuentos que completarían su primer libro de relatos, el mismo sitio, las mismas cosas (Same place, same things), publicado en 1996. Para cuando Atlantic Monthly dio a conocer al gran público su ya inmediatamente canónico relato, Gautreaux contaba con 45 años. Había publicado, no obstante, un relato años antes, con 36 años, en 1983, en la revista Kansas Quarterly; su título: «A sacrifice of doves». Así las cosas, y a pesar de figurar ya en el olimpo mayor de los escritores de relatos, Gautreaux había comenzado escribiendo poesía: la tesis gracias a la cual consiguió su doctorado en la Universidad de Carolina del Sur en 1972 consistía en una colección de poemas. A partir de este momento, comenzó a dar clases de escritura creativa en la Southeastern Louisiana University en Hammond, hasta 2002, cuando se jubiló. Gautreaux siempre ha dicho que él, a sí mismo, se ha visto más como un profesor de literatura que no como un escritor. De cualquier forma (y sirva esto de consejo para los jóvenes escritores) su entrada tardía al mundo de las letras le permitió, según propia confesión, hacerlo siendo un mejor escritor (Gautreaux llevaba escribiendo relatos desde finales de los 70´s). 

Portada de ‘el mismo sitio, las mismas cosas’. |Imagen: Editorial La huerta grande

Escribir bien

Para Tim Gautreaux fue crucial el seminario al que acudió en 1977 y que estaba dictado por el escritor norteamericano Walker Percy, en la Universidad de Loyola, en Nueva Orleans. Percy le enseñó no solo los rudimentos básicos de la novela y le animó a que se concentrara en la escritura de ficción (y dejara la poesía), sino que le infundió una idea vital para el desarrollo posterior de su narrativa: el hecho de que es la pura responsabilidad de un escritor mostrar algo al lector, algo que es una confirmación de lo que éste ha conocido en la realidad de su vida, pero que, en muchas ocasiones, no sabe que sabe. De ahí que el territorio narrativo de Gautreaux se circunscriba a su Luisiana natal; para Gautreaux, pues, el lugar donde hemos nacido nos pertenece y funciona como una herencia literaria. Y, además, son – en su opinión- cruciales los primeros 15 años de vida (ya que éstos serán los que conformen, de manera indeleble y sentimental, nuestra personalidad). Para el escritor sureño, los diálogos, la pronunciación, la cadencia y los diferentes dialectos son centrales. Su obra toda, de hecho, explora la hondura del alma humana en clave lingüística, territorial y de clase. La riqueza del lenguaje determina, en efecto, el destino de sus personajes (en particular, aquí, la cultura cajun). Fan de Byron, Wordsworth y Coleridge (poetas cuya obra el autor enseñó durante sus años como profesor), es Gautraux un hombre a quien le gusta la accesibilidad de los románticos (cercanía que es aplicable a su propia obra) y el mundo de los obreros y los trabajadores manuales. En última instancia, para Gautraux lo que importa no es escribir para publicar, sino escribir bien. Sobre el hecho de que, con 75 años, apenas haya publicado tres libros de relatos y tres novelas, el escritor norteamericano declara que para él lo importante no es escribir y publicar, sino que se trata de escribir bien. Además, confiesa que ha estado muy ocupado siendo padre, marido y profesor; que la escritura se ha venido haciendo según se ha podido.

El catolicismo en el Sur de los Estados Unidos

A Gautreaux no le gusta que le consideren un escritor sureño, pero tampoco un escritor católico. Siempre dice que es un escritor que ha nacido en el Sur de los Estados Unidos y que, además, sucede que es católico. Sin embargo, ambas circunstancias marcan fuertemente su obra, donde no hay espacio ni para el pesimismo ni para la hipocresía o el cinismo.  Esto último lo deja para los intelectuales y los forasteros, quienes eventualmente aparecen (como antagonistas) en sus relatos. Es, de hecho, tan marcado el sentido de la territorialidad que, en sus cuentos, todo lo que no sea Luisiana se considera Estados Unidos o el extranjero.

Tim Gautreaux es, qué duda cabe, uno de los últimos titanes de la época gloriosa en la que las revistas publicaban cuentos en Norteamérica. Una concepción del mundo y la literatura, tiene Gautreaux, que está relacionada con el deber, el honor, la rectitud y las buenas costumbres. Sus personajes tienden hacia la bondad, lo cual no significa que bajo sus ropajes amables u afables no se esconda la negligencia y la sinrazón. Todos ellos, además, no entienden el mundo cuando este escapa a la más mínima lógica de la técnica o las matemáticas (los relatos de Gauteaux, además, están llenos de una inocente fascinación por las más diversas maquinarias). 

En sus historias los hombres beben whisky, bourbon y vino de fresa y son incapaces de entender a sus mujeres ni a sus hijos. Comparte con las historias de Charles Baxter el hecho de que se trata de ambientes anodinos, sobre los que un factor extraño o un suceso inusual altera las cosas. Los personajes se abren a un conflicto y la resolución del mismo pasa por lidiar con una serie de dilemas morales. Esto es: la razón, la lógica, de repente, entran en conflicto con lo inesperado, el caos, lo arbitrario, el azar del mundo. Y los personajes de Gautreaux se dejan llevar, preguntándose cómo es posible que el río de la vida les haya llevado ya tan lejos de su cauce. Así, fundamentalmente, no actúan por maldad sino por incompetencia. En las historias de Gautreaux las mujeres cocinan, cocinan mucho y son bondadosas y afables o son unas perdidas. Y el contraste entre la lógica, la razón y el primario deseo es un tema central. Propio, por otra parte, de las poblaciones pequeñas, que son aquellas en las que Gautreaux dibuja a sus personajes, siempre en Luisiana.

Un camino de ida y vuelta

Recuerda Tim Gautreaux que cuando era niño escuchaba a los mayores, en el porche, contando historias (Tim nació cuando su madre tenía 40 años). Historias en las que básicamente los hombres mentían y las mujeres expandían los detalles. Sucede en sus novelas y libros de relatos una dicotomía parecida: en los cuentos priman las acciones y en las novelas lo más importante es expandir a los personajes. Ésta es la poética de Gautreaux.

Portada de ‘Luisiana, 1923’. | Imagen: Editorial Hespérides

La obra de Tim Gautreaux realiza un camino (temporal) de ida y vuelta. Así, su primer conjunto de relatos (el mismo sitio, las mismas cosas) anda anclado en los años de la Gran Depresión, del mismo modo que sus dos últimas novelas (Luisiana, 1923 y The Missing (2009) -inédita en castellano-) cuentan dos historias muy diferentes (el rapto de un niño y la relación de dos hermanos en una serrería perdida en el medio de la nada), pero, asimismo, centran su marco temporal en la Luisiana de los años 20 del siglo pasado. Así las cosas, si en su primera novela (el paso siguiente en el baile) Colette, una de las dos protagonistas del libro, recibe una llamada de su tía, quien la «llamaba desde el teléfono del coche» y en su segunda novela (ambientada en los años 20) el teléfono es un artilugio novedoso que va cambiar radicalmente las vidas de los habitantes de Luisiana; casi incomunicados hasta ese momento. De igual forma (aunque de signo contrario), en su primer libro de relatos los cuentos nos describen la época de la Gran Depresión y algunos años sucesivos, mientras que su segundo libro de relatos (Todo lo que vale) nos trae hacia finales del s. XX. En definitiva, que, considerados en su línea temporal, su obra novelística y sus libros de relatos realizan trayectos inversos. Y esto puede tener una explicación muy sencilla (aunque algo atrevida) y que tiene que ver con la tradición (y la memoria): la obra de Gautreaux conecta pasado y presente formando las aspas de la bandera confederada.  Dicho de otra manera: para los personajes de Gautreaux su identidad es no solo su destino sino también su espacio vital. No obstante, esto no representa una limitación, pues, como dice Annie Proulx, Gautreaux conecta con gente de todos los sitios y lugares gracias a su conocimiento profundo de la naturaleza y las relaciones humanas, sobre la belleza y el dolor.

Portada de ‘Todo vale’. | Imagen: Editorial Hespérides

La Huerta Grande publicará toda la obra de Gautreaux

José Gabriel Rodríguez Pazos, el traductor de la obra de Tim Gautreaux al español, es el responsable de que estos libros estén disponibles en castellano, ya que descubrió en un viaje la obra del escritor norteamericano y «por amor al arte», como nos dice la editora Philippine González-Camino, se dedicó a traducirlo. González Camino, cuando Rodríguez Pazos le presentó el texto (la traducción del primer libro de relatos de Gautreaux) y lo leyó, se enamoró de inmediato de esos cuentos. A partir de ahí decidió que publicarían toda su obra. Ya llevan publicadas dos novelas y dos libros de relatos y quedan pendientes dos libros más: el libro de relatos Signals (2017), que contiene doce textos nuevos e incluye ocho seleccionados de sus libros previos, y la novela The Missing (2010). Para Philippine González-Camino, la escritura de Gautreaux, a pesar de tratarse de un narrador en cierto modo clásico, que nos habla de lo conocido con unos ciertos registros narrativos que, a priori, tenemos por sabidos, es muy particular. «Gautreaux retrata toda una cultura y modos de vida de una zona muy concreta de los Estados Unidos y para ello usa con una maestría envidiable esa mezcla del cajún y del francés propios de Luisiana, con los usos de la lengua de cada persona según a qué estrato social o medio pertenezca. Su manejo de las palabras y del lenguaje es formidable», nos dice. Y continúa: «Por eso sus cuentos son como una fuente de verdades, reflejan nuestros pecados, vicios, pasiones, fragilidades o bondades. No sé si se entiende bien si me refiero a él como a un autor rico, su prosa es rica, los valores que destilan las acciones de sus personajes generan riqueza, su humor es rico. Su sentido del humor me fascina. Es como ese comensal que no mueve el gesto mientras nos cuenta algo divertido, esa inteligencia fina que no necesita de más aderezos que la palabra certera. A mí me provoca muchas veces una sonrisa y carcajadas. Me siento más llena cuando termino de leer sus libros. Esa es la riqueza a la que me refiero», sentencia la editora de La Huerta Grande.

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