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‘Aida’: Regresa Verdi, el compositor favorito del público madrileño

La ópera de Giuseppe Verdi explora la pasión y el odio en un triángulo amoroso, así como la guerra y la crueldad del poder.

‘Aida’: Regresa Verdi, el compositor favorito del público madrileño

‘Aida’ en el Teatro Real | Javier del Real

Un imponente telón metálico con jeroglíficos egipcios recibe al espectador. Comienza así un viaje de tres horas por el Antiguo Egipto en un laberinto de pasiones. El Teatro Real vuelve a presentar la elogiada producción Aida, concebida en 1998 por Hugo de Ana, con los cambios realizados a posteriori en la puesta de 2018 y las últimas modificaciones técnicas, de esta año, que incluyen proyecciones. De este modo, la ópera madrileña inaugura la temporada lírica 2022-2023 con el estreno de una versión actualizada de esta tragedia compuesta por Giuseppe Verdi. Se trata de una coproducción del Teatro Real con la Abu Dhabi Music and Arts Foundation, un espectáculo con 300 artistas en escena.

Serán 14 veladas, entre el 24 de octubre y el 14 de noviembre, en las que Aida cante su amor hacia Radamés. La ópera cuenta con tres directores musicales: Nicola Luisotti (quien dirigió la versión de 2018), Daniel Oren y Diego García Rodríguez. Tres repartos, de modo alternativo, les darán vida a los protagonistas de esta tragedia: las sopranos Krassimira Stoyanova, en su debut en Madrid, Vittoria Yeo, Roberta Mantegna y Anna Netrebko (en la piel de Aida); las mezzosopranos Jamie Barton, Sonia Ganassi y Ketevan Kemoklidze (interpretan a Amneris); los tenores Piotr Beczala, Yusif Eyvazov y Jorge de León  (componen a Radamés); los barítonos Carlos Álvarez, Artur Ruciński y Gevorg Hakobyan (le ponen su voz a Amonasro) y los bajos Alexander Vinogradov, Jongmin Park y Simón Orfila (como Ramfis).

En la función que presenció esta cronista el papel de Aida fue interpretado por la estrella lírica rusa Anna Netrebko. Desde su aria en el primer acto y hasta el final del cuarto acto, arrancó ovaciones al eco de «¡Bravo!» que reverberaba en toda la sala. Fuera del teatro algunos manifestantes, con la bandera de Ucrania, repudiaban la presencia de Netrebko acusada de ser “amiga de Putin [la artista condenó la guerra en Ucrania y expresó no estar afiliada a ningún partido político]. Además del los solistas, el gran protagonista de la noche fue el Coro Titular del Teatro Real que se luce en los reiterados himnos de la obra. 

La soprano, Anna Netrebko en el papel de Aida, en el Teatro Real | Javier del Real

Giuseppe Verdi (1813-1901) es posiblemente el compositor preferido del público madrileño, omnipresente en todas las temporadas líricas. Aida es una obra de la madurez del artista, escrita entre 1870 y 1871, y estrenada el 24 de diciembre de 1871 en El Cairo; en febrero de aquel se estrenó en el Teatro de La Scala de Milán y el 12 de diciembre de 1874, en el Teatro Real. Verdi recibió el encargo de Ismail Pachá, una de las máximas autoridades de Egipto en su tiempo. El compositor trabajó junto a Antonio Ghislanzoni, quien se encargó del libreto. La obra fue inspirada en una tragedia de Camille du Locle (autor del libreto de Don Carlos) cuya musa fue la leyenda que el egiptólogo Auguste Mariette intentó reconstruir a partir de sus excavaciones e investigaciones. 

Aida es una princesa etíope capturada como esclava y llevada a Egipto. En su cautiverio sirve a Amneris, la hija del Faraón. Ambas se enamoran de un comandante militar, Radamés, cuyo amor corresponde a Aida (él le canta a su amada «Celeste Aida, forma divina, mística diadema de luz y de flores»). Ni Mariette ni egiptólogos posteriores pudieron precisar la fecha en la que ocurrieron estos episodios. «Aida destruye todos los elementos sobre el escenario. Es una especie de historia antigua de Romeo y Julieta. Lo que importa es el amor entre Radamés y Aida», sostenía Luisotti en la rueda de prensa. La comparación con Romeo y Julieta no es casual: Verdi era un gran amante de la obra de William Shakespeare y elaboró sus versiones operísticas de Macbeth, Otello y Falstaff

La dirección de escena, la escenografía y el vestuario, responsabilidad de Hugo de Ana, constituyen una celebración del buen gusto. Los originales desniveles del escenario hacen que se perciba con facilidad el escarpado terreno egipcio, y en ocasiones se divide una parte del mismo y se eleva otra para construir dos planos, mientras los artistas cantan desde el proscenio. Es imposible contentar a puristas y a quienes buscan vanguardia en simultáneo. En este caso la puesta satisface en mayor medida a los primeros, pero no de modo excluyente, sin dejar de apostar a proyecciones que crean un efecto de inmersión, que transportan al espectador hacia el centro de la acción.

«Lo importante de Aida es su tema: una historia muy antigua, el amor, los celos, la amistad, la guerra, temas muy apropiados para hoy. Aida parece hablar de nosotros», explicaba Luisotti en la rueda de prensa. Aida combina escenas espectaculares, de gran despliegue actoral y escenográfico, como la escena del triunfo en Menfis, pero también otras donde la pasión se condensa en pocas voces. «Verdi encuentra el modo de hacer creer que es una gran ópera siendo esta la más íntima de todas», añade Luisotti y se refiere a las escenas donde emerge la pasión y los celos entre los integrantes del triángulo amoroso entre Aida, Radamés y Amneris. En estas escenas Verdi utiliza «colores de intimidad, colores de seda», sostiene el director musical. Una de las ideas centrales de la propuesta verdiana es la oposición entre el deber y el deseo: «¿Debo desear la muerte del hombre que amo?», canta Aida cuando su amado Radamés se convierte en el líder militar que luchará contra las huestes que comanda su propio padre, Amonasro. 

Faraones, esclavos, sacerdotisas, dioses, monumentos… Aida es un perfecto mecanismo de relojería de voces, interpretaciones, instrumentos, trajes y decorados. Es una ópera pura con virtuosas expresiones.

 

 

 

 

 

 

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