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Cultura

'El libro de las casas', una travesía por el interior de nuestras vidas

El escritor italiano Andrea Bajani cuenta la historia del derrumbe de una familia, un país y un hombre a través de los hogares en los que ha vivido

‘El libro de las casas’, una travesía por el interior de nuestras vidas

Andrea Bajani. | Emiliano Ponzi

Andrea Bajani (Roma, 1975) cuenta que El libro de las casas (Anagrama, 2022) le sobrevino de un chispazo, hace muchos años. «En un minuto tuve clara la idea, la estructura, los personajes; y la lengua, también». Tardaría, no obstante, seis años en escribirlo. Se trata de una historia que no es autoficcional, pero que sí utiliza materiales de la vida privada del autor. Según Bajani, la autoficción presupone un conocimiento total de uno mismo, hasta el punto de que puedes transformar ese material para que otros puedan disfrutar de ello en una forma narrativa o estética. Pero, en su caso, nos confiesa que no es así, «que no lo sé todo de mí, pero sí trabajo con mi vida privada, mis materiales, tomo como origen un matrimonio que terminó, una familia disfuncional… pero siempre viéndolo todo a través de las gafas de la escritura, y a partir de ahí me pliego a los designios y necesidades de la historia».

Así, hay elementos ficticios y otros medio-verdaderos. Lo que sí es incuestionable son los espacios, las casas donde vivió sus diferentes vidas (de hijo, de estudiante, de hombre casado, de soltero, etc) el autor. Y ello provoca en la novela dos cuestiones básicas de estructura y formulación: de un lado, se produce en la misma un desorden cronológico en los textos, que aparecen en fragmentos, pero existe una coherencia sentimental que los sostiene. De otro lado, se trata menos de una narración arquitectónica que geométrica; esto es, habla más de las formas que de las construcciones. 

«Una vida que no acepta el dolor y solo pretende guiarse por la felicidad es una vida falsa»

Andrea Bajani

Se ha de precisar que aquí el concepto de casa hace referencia a la casa propia, el hogar, ese espacio cálido donde uno se siente cómodo. «Para mí -nos dice Bajani- la casa es más un sentimiento que un lugar, por eso hay personas-casa. Refleja más bien una condición: hay restaurantes-casa, ciudades-casa, espacios-casa, ciudades que son acogedoras y contemplan un espacio también para aquellos que no tienen lugar». Por ello, las casas de las que se habla en esta novela «son espacios de intimidad, los lugares donde uno puede ser uno mismo, donde se da el yo verdadero, que no se esconde, que no hace teatro, que no muestra una versión ni la mejor versión de uno mismo. Es el lugar donde uno está desnudo, sin ser visto por nadie, solo por las paredes las casas son las únicas que nos conocen». En definitiva, momentos, emplazamientos u oportunidades que nos dan cobijo o solaz. Así, aquí la amistad se entiende como una casa, el coche y un hospital como una casa, pero también -paradójicamente (o quizá no tanto)- es una casa la cuenta corriente del banco del protagonista de la historia, por ejemplo. La escritura («una casa de palabras ambulante»), los recuerdos fugados, también se entienden como casas, aquí. Así lo define la propia novela, al decir que lo que hace que una casa sea una casa es «el contexto, las personas y la disposición de los cuerpos en el espacio».

Portada del libro.

 El libro de las casas, novela finalista de los premios Strega y Campiello, es un libro lleno de secretos y, al tiempo, la crónica de una pertinaz destrucción, de un derrumbe: de Yo (así se identifica el protagonista) y de un país (Italia), con dos hitos simbólicos que lo jalonan: el asesinato de Pier Paolo Pasolini, el 2 de noviembre de 1975 y el secuestro y asesinato de Aldo Moro, el 9 de mayo de 1978. También goza de un cierto carácter onírico que la emparienta con la primera novela de Bajani, Cordiali Salui (traducida en español como Saludos cordiales y publicada por la editorial Siruela en 2015). Y, en última instancia, es una novela repleta de incertidumbres, que tienen que ver con la imposibilidad de saberlo todo. Así, El libro de las casas «es una suerte de intento de llegar a entender el sentido de lo que es la vida», nos dice Bajani. Y, por ello, vacila y sospecha de las cosas, del mismo modo que nosotros cuando decimos «yo», de ese intento que hacemos cada vez que decimos «yo» y pensamos que el yo de ayer y el de hace un mes, un año, una década, son él mismo; pero no.

«Mi familia literaria es mi geografía literaria y no se circunscribe a Italia, sino que es más amplia»

Andrea Bajani

El candor y el tabú

En El libro de las casas se nos habla de mundos desmembrados y perdidos, de ahí que se recurra a la desnudez de los espacios que habitó emocionalmente el personaje narrador. Nos cuenta Andrea Bajani que eso tiene que ver con su situación personal, que tiene traslación en su faceta como escritor. «Cada vez me interesa más el candor, esa forma de sinceridad absoluta, de ser honesto y verdadero. Esa pureza. Llegar a lo esencial, sin perderme con todo lo que no está en el centro, con todo lo que está afuera», nos dice. Y añade: «Se trata de trabajar con mi interior como hago con mi exterior, con las cosas concretas. No con una retórica vacía que acompañe, sino tratando de llegar al corazón misterioso de las cosas y las personas, sin miedo. Sin miedo a ver qué hay en el fondo de las personas, de un país, de una época».

Andrea Bajani. | Elena Martín

En ciertas ocasiones, al escritor italiano se le ha considerado un escritor social. Preguntado sobre el particular, nos dice Bajani que «nunca me ha gustado ser un escritor social, por el mismo motivo que nunca me ha gustado ser de o pertenecer a una patria, ni entender la novela como una forma conocida. No me gusta estar dentro de una categoría». Aparte, afirma Bajani: «No creo que existan los escritores que no sean sociales». Le interesa el tema de las clases sociales, no obstante, que considera un tabú contemporáneo. Nos dice: «El pensamiento dominante es que no existen las clases sociales, que todos somos iguales, está esa especie de clase media donde todas las casas están amuebladas con Ikea, pero en cambio las clases sociales existen, y este libro es un libro que habla de las clases sociales, de la pertenencia a una clase social». Para Bajani, son las casas donde más se ve de una forma clara las diferentes clases sociales. «La urbanística es la forma como la política decide atribuir los espacios a las distintas clases sociales, y es importante hacer hincapié en ello». Y añade: «Ahora parece que se han perdido muchos vínculos y conexiones. Es como si solo existiera la vida interior y algunas imágenes colgadas en Instagram, sueltas. Creo que es el momento de conectar el cuerpo con el individuo dentro de esa complejísima red social, económica y política a la que pertenece, porque estamos como descorporalizados, como trasladados a otro espacio».

Otro de los temas que es también tabú y que está en este libro, pero que atraviesa la mayor parte de la obra de Bajani es el dolor de la infancia. «Existe la idea, nos dice el escritor italiano, de que la infancia es una suerte de paraíso, un reino de la felicidad, pero, en general, no es verdad; ahora que tengo un hijo pequeño puedo verlo creciendo y sufriendo». La clave, según Andrea Bajani, es que ese dolor que experimentamos en la infancia y luego olvidamos es lo que nos conforma como adultos. «Si fuéramos capaces de reconectar con ese dolor original de la niñez nos daríamos cuenta de que todo está bien. Si no somos lo suficientemente valientes como para aceptar que ese dolor de la infancia nos sigue habitando, jamás podremos vivir una vida verdadera, porque una vida que no acepta el dolor y solo pretende guiarse por la felicidad es una vida falsa». 

La vida: instrucciones de uso

Es imposible no tomar en consideración la obra capital de Georges Perec (La vida instrucciones de uso) al leer El libro de las casas. Preguntado sobre ello, nos cuenta Bajani que, en efecto, se trata de un libro fundamental para él, para la escritura del suyo, aunque no fuera de una manera consciente. Sin embargo, no le parece que, como alguna parte de la crítica italiana ha querido ver, se relacione su novela con el Nouveau roman, con escritores como Alain Robbe-Grillet o Michel Butor, escritores que tratan con frialdad las cosas, escritores que, de alguna manera, arrancan el alma a los objetos. Nos confiesa que siente más cercano a Perec, «que era un loco maravilloso y está lejos del nouveau roman». Para Bajani, resulta de mayor interés ver hasta qué punto una persona queda retenida en un objeto, en una casa. Dice: «Si en una casa ha vivido una familia feliz, pues yo siento que esas paredes contienen la energía de esa familia que ha vivido allí. Yo entonces puedo hablar de la dureza de los materiales de la pared, pero también de la calidez de la familia que ha vivido allí. Un escritor perteneciente a la nouveau roman solo te hablaría de lo primero». 

Pensar en El libro de las casas es pensar también en otros libros que hablan de casas y objetos. Así, El libro de las casas podría relacionarse sentimentalmente con Diario de invierno (Anagrama, 2012), de Paul Auster, donde este repasa su vida a través de los pisos que ha habitado en Nueva York o con La casa de 1908 (Minúscula, 2018), de Giulia Alberico, donde una casa nos cuenta en primera persona la historia de varias generaciones de una familia. También podría vincularse a Autobiografía con objetos (Kriller 71, 2022), de Fernanda García Lao, un libro donde la escritora argentina se busca en el pasado a través del recuerdo de elementos queridos de su pasado.

Respecto de sus compatriotas italianos, nos dice Bajani que no los considera sus únicos compañeros literarios, ni se considera a sí mismo ni a su obra en términos nacionales. «Me siento más cercano a escritores como Enrique Vila-Matas, Alejandro Zambra, Mircea Cărtărescu, Olga Nawoja Tokarczuk, Roberto Bolaño, Antonio Tabucchi o Mathias Énard». Y añade: «De alguna forma, te construyes tú tu geografía, mi familia literaria es mi geografía literaria y no se circunscribe a Italia, sino que es más amplia. Me interesan aquellos escritores que se adentran en caminos más singulares, incluso contemplando la posibilidad de fracasar; escritores que no dan nada por sentado, a los que la literatura les sirve para expresar su libertad».

Andra Bajani vive ahora en Estados Unidos, en Texas. Y nos confiesa que se siente en el lugar adecuado, sin patria. Porque «la única patria es la escritura, y el resto es retórica». Amén.

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