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Pasado y presente de la guerra de Ucrania

«Para entender la resistencia de los ucranianos recomiendo las clases de Yale de Timothy Snyder, gratis en redes sociales, y ‘Diario de una invasión’, de A. Kurkov»

Pasado y presente de la guerra de Ucrania

Edificios destruidos en un ataque sobre la ciudad de Zaporiyia, en Ucrania. | AFP

Ahora que termina el año no está de más recordar que Europa está en guerra y que su destino sigue en el aire. El escenario recuerda a la Primera Guerra Mundial. Los contrincantes no pueden permitirse una derrota, lo que hace inasumibles los costos de la victoria. Para Ucrania, la derrota sería el fin como país independiente y democrático, pero el costo de la guerra está injusta y tristemente implicando su destrucción. Para Putin, la derrota podría entrañar su defenestración del Kremlin, pero el costo de la guerra implica el fin de la hegemonía rusa en el mundo postsoviético, verdadero motivo de la invasión. Un laberinto. 

Intoxicado de nostalgia imperial, Putin ordenó la invasión de Ucrania por afán expansionista, pero amparado en su experiencia. La devastación de Siria y Chechenia, la anexión sin graves repercusiones de Crimea, la interferencia sin consecuencias en las elecciones en Europa y Estados Unidos a favor de los candidatos iliberales, fueron su luz verde tácita. También, sus servicios de inteligencia le dijeron lo que quería oír. La firma de Ángela Merkel del gasoducto North Stream 2 para surtir a Alemania de manera directa pese a patrocinar la guerra en el Dombás que desangraba a Ucrania desde 2014, le llevaron a pensar que podría forzar un gobierno títere en Ucrania, como tiene en Bielorrusia, que certificara la anexión de esa región de amplia mayoría rusoparlante. Ucrania era solo un paso más en su plan de desgastar a Occidente en su lucha por el «mundo ruso».  Si hubiera tomado Kiev en una semana, Occidente habría aceptado, a regañadientes, ese nuevo envite. Pero la entereza de los ucranianos, encabezados por su presidente, Volodímir Zelenski, ha forzado al mundo a dejar de ignorar la amenaza existencial que supone la doctrina Duguin que Putin ejecuta. De ahí las sanciones a Rusia, aunque reduzca la oferta de energía encareciendo su costo, y de ahí también el traslado masivo de armas modernas a Ucrania. El problema es que no puede ser una estrategia sine die

«Ucrania es una realidad nacional análoga a cualquiera de las existentes en Europa del Este»

Para entender la heroica entereza de los ucranianos recomiendo dos fuentes complementarias. La primera es de historia. Timothy Snyder, el autor del imprescindible de Tierras de sangre, ha subido de manera gratuita a las redes sociales sus clases magistrales de Yale sobre la historia de Ucrania. Erudición. Mirada poliédrica. Atención al detalle. Compresión del peso de lo simbólico y cultural. Imbricación con la historia europea. La conclusión es que Ucrania es una realidad nacional análoga a cualquiera de las existentes en Europa del Este, pese a que el abrazo del oso ruso haya sido más intenso. Dividida entre dos imperios, el austrohúngaro y el ruso, Ucrania tiene las mismas bases históricas y los mismos derechos políticos para ser un país independiente que Polonia, Rumania, Bulgaria o Lituania. La escala de su sufrimiento es inimaginable desde Occidente, aunque pueda resumirse con tres nombres propios: Holodomor, Babi Yar y Chernóbil.

La segunda fuente es crónica del presente. Andréi Kurkov, novelista ucraniano de etnia y lengua rusas, autor de irónicas novelas, publica ahora su Diario de una invasión (Debate), enmarcado entre las entradas del 29 de diciembre del 2021 y el 11 de julio del 2022. De la paz a la guerra. De discutir con encono sobre el cambio de los menús escolares, no porque se cuestionase la mejora nutricional de los nuevos, sino porque los diseñó un amigo de la primera dama gracias a la popularidad de su canal de Youtube, a la gravedad infinita de la guerra, con sus muertos, viudas, mutilados y desplazados. La guerra es una palabra tan omnisciente que no deja paso para el tiempo cotidiano. Y esa es la virtud del diario de Kurkov, como lo era del Homenaje a Cataluña de Orwell.

La guerra es la guerra, pero también es la estafa del vendedor de patatas del mercado local o las noticias de la fila del pan. A Kurkov le interesa saber qué va a pasar con la cultura en ruso en Ucrania, a la que pertenece, y que Putin ha paradójicamente destruido con su invasión, quizá de manera irreparable. Le preocupa la industria cultural de su país, devastada por la guerra. Le preocupa la demografía de su tierra, con millones de mujeres y niños refugiados en el extranjero. Le preocupa el peligro de que el nacionalismo excluyente en Ucrania crezca y olvide que se trata de un país multicultural. Denuncia con sus textos, conferencias y entrevistas el horror que le impone Putin todos los días. Pero, sobre todo, quiere que Ucrania gane la guerra sin traicionarse a sí misma, para que victoria y democracia, victoria y libertad, sean compatibles.

Sin armas nucleares, Rusia no sería ni tema de conversación, pero ante esa amenaza la imaginación diplomática es necesaria, aunque se confunda con la cobardía. El problema es saber qué concesiones son aceptables para ambos y qué garantías son confiables para todos. Ojalá que en 2023 encontremos la salida a este nuevo dilema del prisionero.

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