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Cultura

Alejandro Zambra: «La literatura ayuda a rehabilitar la conversación, que está en crisis»

THE OBJECTIVE ha conversado con el escritor chileno sobre la creación literaria, su experiencia de la pandemia con su hijo pequeño y sobre sus próximos libros

Alejandro Zambra: «La literatura ayuda a rehabilitar la conversación, que está en crisis»

Alejandro Zambra. | Paz Errazuriz

A Alejandro Zambra la pandemia le pilló con un nuevo libro bajo el brazo, recién salido del horno: Poeta chileno (Anagrama, 2020), y un ambicioso plan de acompañamiento del mismo, no solo en varios países latinoamericanos, sino en diversas ciudades españolas. Plan que, por razones obvias, hubo de ser cancelado. Así, tuvo que ir haciendo el libro solo su camino y no ha sido sino hasta este pasado mes de noviembre que pudo finalmente viajar a España. Sobre el hecho de ir escoltando la salida y recepción de un libro, en la terraza de las oficinas de su editorial barcelonesa, Anagrama, nos cuenta Zambra que «es supercomplicado el lugar del autor, porque creo que muchas veces le hacemos daño a los libros, porque las entrevistas, al final, es como lo contrario de una conversación. Siempre está esa cosa del autor, como la presión por precisar significados». Y es paradójico porque, nos cuenta el escritor chileno afincado en México DF, «cuando escribes el libro, tienes muchas ganas de hablar de él y hablas con los amigos, pero cuando lo publicas ya no». Zambra es, por ello, partidario de la idea de que cuando un libro se publica «es como los hijos cuando se van de casa. Quieres que les vaya bien, que no se metan en muchos problemas, que se junten a almorzar contigo el domingo, pero ya no dependen de ti. Hay un dejar ir». Y es lo que ha pasado con Poeta chileno, «que para mí fue muy bueno, nos dice Zambra, porque «funcionó solo».

Portada del libro.

Sobre sus rutinas de escritura y trabajo, para Alejandro Zambra es muy importante el precalentamiento. «Todas las mañanas juego un rato. Antes lo hacía con un diario que escribía, aunque después lo abandoné. Hago garabatos y luego ya me pongo a escribir», nos dice. Corregir puede hacerlo en cualquier momento, pero no sucede así con la escritura. «Necesito por lo menos cuatro horas, para que deje de existir el tiempo», afirma. «Tiene que existir el tiempo en otra dimensión. Porque al final todo esto es contra el tiempo. Leer es contra el tiempo, escribir es contra el tiempo…, pero también otras experiencias placenteras, como el sexo o la conversación».

Alejandro Zambra nos cuenta que vive la escritura con mucha intensidad. Que hay momentos más tranquilos, pero en general el texto se va convirtiendo como en un cuerpo que realmente depende de uno para conseguir vida. «Yo separo mucho la escritura de la publicación», confirma Zambra. «Es muy obvio, pero sobre todo cuando hablo en público, me gusta hacer siempre esa división. Porque desde fuera suele entenderse como un trabajo muy preciso, muy determinado, porque ya ves el libro hecho, y hay una historia cerrada ahí; pero hay procesos muy largos de indefinición, de búsqueda, y durante ese tiempo no es tranquilo, es muy intenso», afirma. Preguntado sobre si vive con angustia este proceso, nos dice el escritor chileno: «No sé si angustia es la palabra, porque la desdramatizaría hoy». Dice que hay momentos que sí, porque «en el fondo, estamos siempre buscando ocio, tiempo de ocio real. Tiempo en que pueda escribir, equivocarme».

En su opinión, estamos todos ahora muy sometidos al cronómetro. Estamos muy conectados en un sentido que es muy superficial, conectados a una idea del presente que no compartimos del todo. Zambra no tiene redes sociales. «Yo tengo una red social que es muy absorbente y que se llama literatura», nos dice. Y añade: «No podría tener otra. Por eso justo no estoy en redes, porque si no, no haría nada más». Le preguntamos si no teme que ese no empujar la propia obra, quedando afuera de las redes, pueda perjudicarle. Y Zambra comenta que ha tenido mucha suerte con sus interlocutores en la industria, que han sido muy comprensivos con su trabajo de escritor, estando dispuestos incluso «a que las cosas no resulten. O sea, como que te dejan espacio», nos dice. 

Alejandro Zambra. | Paz Errazuriz

Porque luego está la publicación. Y el dinero. Desde los últimos cinco años, y más o menos coincidiendo con el haberse mudado a México DF, Alejandro Zambra se dedica por entero a escribir. «Antes de eso tuve la suerte de tener otro trabajo permanente que me gustaba mucho. Lo echo de menos», comenta. Zambra daba clases en la universidad. «Lo empecé a hacer muy mal, luego lo fui ajustando; fui aprendiendo. Es un trabajo muy exigente. Tienes que cambiar siempre los métodos, no sirven las cosas que hiciste un semestre al semestre siguiente; es muy absorbente», nos dice.

La vida en México

La vida en México DF (Distrito Federal), para Zambra, está siendo muy familiar. «He estado trabajando y criando (su hijo en la actualidad está por cumplir cinco años). No he hecho mucha vida literaria. Diría que mi vida en Chile o Argentina es mucho más literaria que en México. Allí ha sido más aprender otras cosas».  Sobre las comunidades literarias, opina Zambra, que es como moverse de una burbuja a otra, cuando uno va cambiando de país. Y que se siente mucho más integrado en España (por cierto, que el autor vivió en Madrid un año, en 2001) que no en México. A Zambra le interesan lo que más los espacios de conversación. Y siente que entre chilenos y mexicanos es muy fácil: «Nos encontramos con mucha fluidez. Los mexicanos son muy cálidos», afirma. Ese intercambio de culturas le ha cambiado. «Todo el rato», afirma, «aunque no sé en qué dirección». Y nos cuenta que Poeta chileno, libro que fue escrito en México, «nació por el deseo de saborear por última vez y de forma plena mi forma de hablar. Noté que ya la estaba perdiendo. Y también pasa al revés, que cuando pierdes tu acento, tus palabras, te das cuenta de cuáles eran. Porque a nivel de slang o ritmo hay cosas evidentes, pero de pronto aparecen palabras que tienen significados ligeramente distintos», nos dice.

La cuestión del lenguaje está muy presente en la obra de Zambra y, además, recientemente está vinculada a la crianza del hijo. «El nivel de reflexión lingüística al que te expone presenciar cómo un niño comienza a hablar, ese proceso de aprendizaje es increíble, cómo te remueve, en un sentido estricto, te vuelve a mover. Es un momento que te obliga a reflexionar lingüísticamente. Y hay reflexiones nuevas, otras desafiantes, algunas adormecidas; no sé… como que vuelves a pensar en la potencia metafórica, vuelves a pensar en términos de esa dimensión», afirma. Hay una cosa deliciosa de la lengua española, comenta Zambra, y es que todos hablamos de una forma muy distinta, pero igual nos entendemos. Siempre hay desplazamientos de sentido. «Sobre todo esas palabras que se usan en todos los países, pero que tienen significados ligeramente distintos», precisa. Y, de ello, sucede que solo te das cuenta «cuando se produce un problema de código».

Esto tiene reflejos en los libros, ya que «existe una literatura que está pesando en las ventas y otra que procede más artísticamente, y también al revés: hay algunos lectores que prefieren experimentar la frustración de ciertas lecturas  y otros no». Y sentencia: «Todo lo bueno en literatura, en algún momento sonó como medio raro y fue considerado malo». En este sentido, a Zambra le gusta reivindicar la dimensión musical de la literatura; cree, además, que «la literatura nos puede ayudar a rehabilitar la conversación, que está en crisis». Dice: «Yo veo en muchos espacios que la gente se comporta como en Twitter, se comporta como si no estuviera presente. Y es una huella que va a costar borrar de la pandemia. Nos cuesta compartir el mismo espacio. Hay miedo al contacto físico. Hay una ansiedad que muchas veces se expresa como en la negación de los otros. Parece como si la gente estuviese buscando más motivos para no hablar con alguien que para hablar con alguien».  

Próximos libros

Alejandro Zambra acaba de publicar un libro infantil en Chile, que pronto la editorial Ekaré publicará en España. Con ilustraciones de Gabriela Lyon, se titula Mi opinión sobre las ardillas. A Zambra le ha servido mucho para aprender con el lenguaje, al verlo reflejado en su hijo, Silvestre; esto es, al ver cómo este utilizaba sus propias palabras. Y es que el hijo de Zambra y su mujer (la también escritora Jazmina Barrera) ha participado del proceso de escritura. Nos cuenta Zambra que su hijo «se dio cuenta de que le tengo miedo a las ardillas. Me parecen invasivas, arrogantes. Además, no hay ardillas en los parques chilenos». A Silvestre, criado al lado del bosque de Chapultepec, por el contrario, le encanta jugar con ellas. 

Portada del libro

Zambra también tiene un nuevo libro para adultos, que saldrá este próximo mes de mayo de 2023. Se llamará Lengua paterna y aúna cuento, ensayo, poemas e incluso crónicas. Todos ellos, de alguna manera, vinculados a la paternidad. «Son textos que he escrito muy a poquito, muy naturalmente». Con ello, Zambra trae un deseo por tratar de «enfrentar esa discusión generacional, me interesa cómo simplificarla, ya que está muy enmarañada». De cualquier forma, nos confiesa también que «todavía no sé bien cómo hablar del libro».

Aprovechando que Alejandro Zambra estuvo ejerciendo como librero por un día, a finales del mes de noviembre, en la librería madrileña Tipos Infames, le pedimos que nos recomiende algunos libros para los lectores de THE OBJECTIVE. Son los siguientes: El desierto y sus semillas (Eterna Cadencia, 2014), de Jorge Barón Biza, El libro de la almohada (Alianza Editorial, 2015), de Sei Shōnagon, Proyecto de obras completas (UDP, 2014), de Rodrigo Lira, Los papeles de Puttermesser (Mardulce, 2014), de Cynthia Ozick, El último samurái (Penguin Random House, 2018), de Helen DeWitt, Monkey boy (Almadía, 2022), de Franscisco Goldman y Yo maté a un perro en Rumanía (Almadía, 2022), de Claudia Ulloa. 

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