THE OBJECTIVE
Cultura

Elvira Navarro ausculta los fantasmas del pasado

La escritora conversa con THE OBJECTIVE acerca de la publicación de su última novela, ‘Las voces de Adriana’, que trata sobre la muerte y la memoria

Elvira Navarro ausculta los fantasmas del pasado

Elvira Navarro. | Rubén Bastida

En su libro Léxico familiar, Natalia Ginzburg escribe: «La memoria es débil, y los libros que se basan en la realidad con frecuencia son solo pequeños atisbos y fragmentos de cuanto vivimos y oímos». Es inviable leer a Elvira Navarro (Huelva, 1978) y no pensar en Ginzburg. No solo porque la escritora española la admira profundamente, sino porque las dos comparten un estilo conciso y un dominio total de los tiempos y los silencios. En su nueva novela, Las voces de Adriana (Literatura Random House, 2022), Elvira Navarro ahonda en temas sustanciales para el ser humano: la memoria, las voces de los antepasados, la muerte y la resiliencia. Cuenta a THE OBJECTIVE que el libro está inspirado en su propia experiencia de duelo: «Fueron dos pérdidas. Por un lado, la de mi madre y por el otro, la pérdida de lo que para mí era como mi hogar, mi raíz: la casa de mi abuela en el pueblo. Digamos que eso está en la base de libro. Sin embargo, yo siempre necesito que pase mucho tiempo para –a partir de esta base que es claramente autobiográfica– empezar a ponerle ficción».

Portada del libro

La novela se fundamenta en tres movimientos que cobran forma por sí solos: el padre, la casa y las voces. La madre de la protagonista, Adriana, muere tras una larga enfermedad y su padre sufre un ictus. Tras ello él decide darse una oportunidad y rehacer su vida conociendo muchas mujeres a través de aplicaciones de citas. Adriana, en cambio, convierte el cuidar de su padre en rutina, mientras se siente estancada en su propio mundo. La historia va del presente al pasado y es ahí cuando aparece la memoria y las voces muertas de su madre y su abuela. «La memoria se ordena a la verdad sentimental. A lo mejor las cosas no sucedieron exactamente así. No es con un afán de mentir, es precisamente esa modificación que responde a que la memoria quiere persistir. Hay veces que esas modificaciones son exageraciones para que el hecho no se olvide», afirma la autora.

La muerte y el duelo 

«Creo que aprendemos por contraste», sostiene Elvira Navarro. Las voces de Adriana destapa nuestro miedo atroz a la muerte. La visión del padre se enfrenta a la de su hija. El progenitor se muestra más vital y optimista; en cambio, Adriana siente más miedo. «Dos maneras de afrontar la existencia se ven mejor si están contrastadas. En efecto el padre afronta el fallecimiento de su mujer con un optimismo desaforado en un sentido en que se ve capaz de rehacer su vida. Incluso se niega a vivir ordenado a la muerte que parece que le espera. Frente a Adriana que no está enferma, pero teme a la muerte y trata de que el padre viva más. Esa ausencia de miedo por un lado, junto con ese temor aterrador por el otro, hacen un buen juego», aclara la escritora. El pánico que siente Adriana la lleva a querer implantarle a su padre ciertos comportamientos –no fumar, hacer más ejercicio, etc. – para que no se muera él también. Cosa que él decide rechazar y seguir su vida como hasta ahora. 

«Para mí ‘un fantasma’ es un recuerdo, algo incómodo que no se ha solucionado»

Elvira Navarro

La modernidad de las relaciones 

«Con el libro he pretendido ir un poco más allá de la crítica que se les hace habitualmente a las redes sociales: que producen relaciones no verdaderas, que nos distraen, etc.» No estamos acostumbrados a leer sobre Tinder o Meetic en la literatura. Sin embargo, cada libro es hijo de su tiempo y Elvira Navarro ha introducido de una manera inteligente las redes sociales y las aplicaciones para encontrar pareja en esta novela. El padre busca incontroladamente el amor a través de esas páginas webs y se producen escenas hasta un poco humorísticas. «Las relaciones con los demás a través de las redes sociales adquieren también un tinte fantasmagórico. En internet la relación con el otro es una proyección de nosotros mismos».

Elvira Navarro | Rubén Bastida

Adriana utiliza las redes sociales para evadirse de la paralización interior que siente. Hay un momento en el que se cuenta que ella está acabando una tesis y está harta de ello y en consecuencia empieza a redactar las historias amorosas que escucha a su alrededor. Tanto la escritura como el tiempo transcurrido en aplicaciones sociales se convierten en «una escapatoria de la sensación de estancamiento que ella tiene, que también el estancamiento en vida es como una muerte». La escritora pretendía hacer un juego con Twitter. «Quería que las redes sociales estuvieran metidas dentro del propio diálogo interno de Adriana. De tal manera que al abrir Twitter a veces encuentre réplicas a su propio pensamiento. Me parecía inteligente jugar con la propia interioridad de la protagonista», reitera la autora. 

La memoria y las voces de los antepasados 

La evocación de la memoria es un personaje más en este libro, el espíritu de los ancestros. La escritora define un fantasma como «un recuerdo, algo incómodo que no se ha solucionado». ¿Puede escapar uno de los propios fantasmas? «Creo que no», dice Elvira. «Hay un primer paso de toma de conciencia de las propias herencias: de que no te las vas a quitar nunca. Incluso cuando uno huye de su herencia familiar, la está haciendo más presente porque si la vida se construye a partir de una negación, en realidad esa negación está presente todo el rato». Tanto los recuerdos de la infancia de Adriana, como los propios personajes y espacios hacen alusión a la memoria que nos construye como individuos. «La memoria es ficción, no por una voluntad de mentir, tampoco por una voluntad de tergiversar los hechos, sino porque es imposible que lo que nos sucedió se traslade literalmente tal y como pasó en la realidad», asegura la autora.

«La memoria se ordena a la verdad sentimental»

Elvira Navarro

La última parte titulada «Las voces» representa una especie de monólogos que intercalan la hija, la madre y la abuela. Algo así como un coro o una tragedia griega, que en realidad son voces recreadas por Adriana. «Cuando los personajes dicen ‘estas palabras no son mías, me están poniendo un lenguaje que no es el mío’ lo que pretendo es problematizar o que se viera que esas palabras son de Adriana, pero al mismo tiempo funcionan como si fuesen las de la madre y de la abuela». La escritora cuestiona el hecho de intentar reproducir un lenguaje. Justamente porque ni siquiera los vocablos que Adriana está poniendo en boca de sus antecesores son palabras que ellos habrían utilizado. «Pero para Adriana esa es su verdad, no tiene ninguna intención de mentir. Esa es su memoria. ¿Corresponde a algo real? Seguramente no, o de alguna manera absolutamente distinta», concluye la escritora.

El libro disecciona las voces de los antepasados que construyen lo que somos. Queramos o no, somos lo vivido. El presente de un pasado. Un camino de experiencias, sufrimientos y enterezas. ¿Nos liberamos alguna vez? «La escritora Marguerite Duras decía en algún sitio que ‘es mentira que nos liberemos de algo’. Además, Adriana no desea liberarse; ella quiere velar por las voces de los suyos. Este libro trata de que, a su pesar, el tiempo va a hacer su labor de borrarlo todo».

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D