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El Fénix de los Ingenios y la Inteligencia Artificial

Un grupo de investigadores ha descubierto una obra desconocida de Lope de Vega en el fondo de manuscritos teatrales de la Biblioteca Nacional de España

El Fénix de los Ingenios y la Inteligencia Artificial

Lope de Vega. | Wikimedia Commons

Quién le iba a decir a Félix Lope de Vega Carpio que iba a ser noticia cuatro siglos después de su muerte. Que, gracias a un invento llamado Inteligencia Artificial (IA), su nombre iba a correr de boca en boca. Quién le iba a decir a él, conocido como «Fénix de los Ingenios» por su profusión literaria, al que Cervantes llamó «Monstruo de Naturaleza», que iba a recibir atención no por su arte inmortal, sino por los prodigios de una ciencia que en el siglo XVII ni siquiera era ficción, sino simplemente inimaginable.

Él que fue capaz de escribir a mano, con una pluma de ave sobre un tosco papel de pasta de cáñamo, 1.800 comedias, según su contemporáneo el dramaturgo Juan Pérez Montalbán.  Al que, por cierto,  habrá que rectificar, porque ya serían, según su criterio, 1.801 sus comedias. Y eso sin contar los 3.000 sonetos, las tres novelas, las cuatro novelas cortas, las nueve epopeyas y los tres poemas didácticos, según Wikipedia. Él, que como hombre avanzado de su época, fue de los primeros en incorporar la letra bastarda, que revolucionó la caligrafía de la época.

Mucho se ha hablado estos días de Lope de Vega, pero más de la Inteligencia Artificial. Vivimos en un mundo obsesionado con la tecnología y que ve los clásicos como una rancia herencia del pasado. Nos recordaba la pasada semana el dramaturgo y actor Rafael Alvarez «El Brujo» que los clásicos «conservan una intuición por la sabiduría que nos falta a la civilización moderna». Y añadía: «Tenemos toda la parte lógica y tecnológica y dura del conocimiento, esa parte áspera, pero nos falta esa otra visión [la humanística]».

Necesitamos a Lope en este mundo áspero. Necesitamos a ese personaje que fue tan prolífico en los amoríos como en la escritura. Padre de quince hijos documentados -probablemente la IA nos acabará descubriendo más- de diferentes mujeres.  Capaz de ejercer el sacerdocio, a pesar de su vida disoluta,  y de medrar, sin éxito, en la corte. 

Biblioteca Nacional de España

Necesitamos su obra, que, aunque no lo parezca, aún tiene mucho que enseñarnos hoy. Fuenteovejuna, El mejor alcalde, el rey, La Dorotea, Peribáñez el comendador, La dama boba y tantas,  «Clásicos, es decir, actuales», como bien precisó Juan Ramón Jiménez para recordarnos que los clásicos adquieren la condición de tales no por viejos, sino  porque mantienen intacta su actualidad.

En una reciente entrevista, el director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Lluís Homar, explicaba con lucidez nuestra actitud ante los clásicos. «Los franceses, los ingleses y los alemanes tienen un gran orgullo de lo suyo. En cambio nosotros, que tenemos un Siglo de Oro incomparable a cualquier otro fenómeno dentro de la historia de la humanidad (Cervantes, Góngora, Calderón, Tirso, Lope, santa Teresa, san Juan de la Cruz), parece que nos avergonzamos».

Lluís Homar está convencido de que no hay un teatro clásico y un teatro actual. «El teatro solo puede ser contemporáneo». Y terminaba citando al maestro Adolfo Marsillach, quien sostenía que había  que romper con la idea de que el teatro clásico es un museo, que nos enseña el pasado. Tiene que ayudarnos a reconocer y mejorar el presente.

En los últimos años, el cine español no ha sido muy generoso con los clásicos. Desde El perro del hortelano (1996), de Pilar Miró, no ha producido una gran adaptación de nuestros clásicos. El escritor y periodista Manuel Hidalgo se refería hace poco a «la desafección de la televisión pública y del cine español» hacia nuestro patrimonio literario.

Mientras, aún sigue en cartelera la película inglesa Emily (Frances O’Connor, 2022),  basada en textos de las hermanas Brontë. O se puede ver aún en plataformas la magnífica adaptación de la novela de Balzac Las ilusiones perdidas (Xavier Giannol), la mejor película francesa del año 2021.

Tenemos que agradecer a la IA el prodigio de rescatar del anonimato La francesa Laura, escrita por Lope al final de su vida. Sin duda un gran avance técnico que ayudará en el futuro a recuperar otros muchos textos considerados hasta hoy anónimos. Parece que la Editorial Gredos la publicará próximamente y esperemos verla pronto representada en nuestros escenarios.

Ojalá el descubrimiento sirva también para volver sobre nuestros clásicos y recordarnos la importancia de nuestro Siglo de Oro. «No podemos ni llegar a imaginar qué significó -citando de nuevo a  Lluís Homar-,  con todos esos seres extraordinarios creando a la vez: ¡como si hubiera diez Da Vincis o diez Beethovens! Su saber es descomunal: su conocimiento y su sabiduría de la vida. Son un maná que nos permite alimentar lo más esencial, que es el alimento del alma».

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