María Negroni, la memoria a flor de piel
La escritora argentina publica en España ‘El corazón del daño’, una autoficción donde explora su relación con su madre y los libros
María Negroni (Rosario,1951) se abre en canal. La herida que sentía ha sido reparada después de esta nueva novela, una autoficción titulada El corazón del daño (Literatura Random House. 2022), donde expone su relación con una madre que no sabe cómo expresar amor, por lo que la autora se refugia en los libros.
La novela comienza con una frase de otra escritora, Clarice Lispector, «Voy a contar lo que me sucedió», y lo que le ocurrió a Negroni fue, que cuando una editorial argentina le pidió hacer un libro sobre su relación con los libros y comenzó a escribir otra cosa, empezó a supurar una herida. Al empezar a trabajar en el libro encargado, murió su madre y una frase brotó de su cabeza: «en la casa de la infancia no hay libros». Fue ahí donde la autora entendió, según nos cuenta en una entrevista para THE OBJECTIVE, que el libro «se le fue para otro lado», tuvo que hablar con la editorial y devolver el adelanto.
El corazón del daño «me parece que es una especie de arqueología de una escritora» afirma Negroni, ya que es el primer libro donde se expone abiertamente la relación que tuvo con su madre y, además, podemos ver, cómo se transforma en la escritora que es hoy día. La narración del libro, una autoficción en toda regla, va creando vasos comunicantes por todas partes, referentes literarios como venas o arterias; recuerdos que son alvéolos pulmonares que hacen vibrar la novela como un corazón emocionado.
Lo fragmentario de este libro le sirve a la autora para dar sentido a la novela, porque «en general, no me interesa mucho la anécdota». Afirma que ve el libro agujereado, «donde cuento un poquito y lo dejo» porque de esta forma el lector puede encontrarse entre líneas y alimentar la imaginación.
Es en la importancia de las formas de narrar y de la literatura como fin último de la creación que se crea esta novela, porque «se fue formando como si fuera un rompecabezas, que no intenta agotar aunque sigue una cierta cronología, porque la memoria de esto es una construcción también». La memoria que construye la novela es la de la propia autora aunque, a veces, y se impone la voz de la madre, esa que le dice qué había y qué no había en casa, qué libros había en la infancia y cuáles no, qué debía o qué no debía hacer al graduarse del instituto. «Mi propia madre me cuestionaba los recuerdos», afirma.
Como buena poeta, María Negroni se interesa por la estética, la belleza de las palabras y mucho de lo fragmentario de El corazón del daño tiene que ver con otorgarle belleza a esos recuerdos. Si las formas de narrar de la novela dejan entrever sensaciones al lector, estas puede decirse que vienen dadas porque «a la poesía le interesa el hueso de la vida» y, por lo tanto, «para mí era muy importante que el drama estuviera en las palabras», que no se quedara en un anecdotario de recuerdos que plagaran de literalidad la novela, así como se afirma en una de las páginas del libro, «los libros son la música de un saber que se ignora».
Referentes literarios y la escritura como alivio
El corazón del daño está lleno de referentes de la literatura, de lecturas y de textos de otros autores que han marcado o inspirado a Negroni. Es posible leer citas de Borges, Alcott o Lispector; así como ser autorreferencial, ya que, en novelas anteriores como La anunciación, también está su madre y los recuerdos de las crisis que tuvo con ella, crisis como pistoletazos de salida que hacen movilizar a la protagonista, ella misma, alrededor de su historia de vida.
De las miles de citas que aparecen en El corazón del daño Negroni cita nuevamente a Lispector con una frase tan literal como profunda: «Escribir es horrible» y lo hace porque «es como una provocación para contestar a ese cliché que muchas veces la gente dice ¡Ay, escribís, qué lindo! y yo digo, pues no tienes la menor idea de lo que puede ser escribir». Esta frase de la escritora brasileña puede expresarse de muchas formas pero, para Negroni no es más que una forma de enfrentarte a tus demonios: «La escritura no sale de lo que sabemos, del confort. Ahí no hay creación».
En la escritura, afirma Negroni, desde las épicas antiguas en el Gilgamesh hasta los poetas occidentales siempre el héroe debe bajar a abrazar las sombras, pero las sombras se les escapan, «no es que vos bajaste y lo lograste y ya. No va de ese descenso la escritura, uno supone que va a buscar una respuesta, pero las respuestas no están, es por eso que ese descenso es duro, porque es enfrentarse a la imposibilidad».
El escritor puede que salga redimido o más sabio después de ese encuentro con los demonios, «porque la experiencia de esa confrontación te fortalece o te ayuda a liberarte de todos los pensamientos ya sabidos, esos que se repiten en las conversaciones, en las entrevistas, en las noticias o la televisión. Todo está lleno de ese discurso vacío porque también hay mucho que se publica que, en mi opinión, podría no publicarse, pero en la literatura que vale la pena, se encuentra una especie de alivio».
La creación del lenguaje desde la pérdida
Este año a las librerías españolas han llegado varias novedades que dialogan sobre la temática de la maternidad. Negroni es una de esas autoras. Sin embargo, su punto de vista no es otro que el de la hija. El corazón del daño es un constante diálogo, un ajuste de cuentas entre una hija que quería amor con su madre que no sabía cómo expresarlo, y que a partir de esa simbiosis, nace la literatura.
«Yo no me quiero mover del rol de hija porque para mí, la poesía tiene mucho que ver con la infancia» y «el arte es un juego de adultos, un juego peligroso, un juego difícil, pero un juego al fin. Entonces es un privilegio seguir estando en la posición de la niña», jugando desde esa posición «porque la niña siempre es la rebelde, la desobediente, la que cuestiona el mundo adulto».
En ese diálogo desobediente, la hija se descubre, se pierde en la huida y en ese viaje se encuentra de muchas formas, pero sobre todo, a través de la literatura y de un lenguaje que proviene de lo materno. Los vasos comunicantes, esas arterias y venas que mueven la novela, son el diálogo con la madre y la escritura, ya que la madre es la dueña del lenguaje. «En la novela entonces tenés por un lado ese origen y por otro lado los libros. Una escritora se hace con ese doble origen, la literatura o la tradición literaria y la tradición materna».
La autobiografía de Negroni impregna toda su literatura porque hasta su apellido signa su escritura: «Yo uso el apellido materno, firmo con el apellido materno porque yo entiendo que todo eso viene de ahí, mi amor por las palabras. No solo el amor, sino la escucha».
La escritura, en general, no solo le da alivio a la autora, si no que este libro es una forma de hacer las paces con su madre -algo que se detecta mientras vas leyendo las páginas de El corazón del daño-, y que se puede ver también, como una forma de encuentro consigo misma. «Creo que la escritura siempre ha sido para mí un intento de individuación, pero curiosamente puesto que uno no resuelve nada en esa individuación y la sigues manteniendo presente. De hecho, este libro, el gran personaje no soy yo, es la madre con mayúsculas».
En ese proceso imperfecto de individuación es el que la autora puede reflejar con este libro, en el que expone ante todos una relación difícil con su madre, «un libro de duelo, de despedida» porque es la primera vez que escribe un «libro tan desnudo, un libro crudo» y desde de donde le parece que el lector no queda indiferente «porque hay mucha emoción». Negroni con estas reflexiones vuelve a llevarnos a sus obsesiones, a ese agujero negro donde ella se pierde con todas esas palabras y que impregnan la literatura de todos los escritores, ya que actúan como refugio, como vuelo para la creatividad de quien escribe.
«No escribiríamos si no perdiéramos cosas y perdemos cosas todo el tiempo, en realidad el lenguaje mismo tiene que ver con la pérdida. Me parece que incluso en la historia bíblica nosotros como seres humanos empezamos a hablar al ser expulsados del paraíso. A nivel cósmico, el paraíso es un paralelismo de la expulsión del útero materno, porque el útero viene a ser el Edén. Somos expulsados primero y luego gritamos. Lloramos a medida que vamos siendo conscientes de que ya no somos parte del cuerpo materno. Entonces el lenguaje es el producto de una conciencia de la pérdida y eso va con el origen del escritor».
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