THE OBJECTIVE
El purgatorio

Juan del Val: «Si te sientes ofendido, igual es porque eres un gilipollas»

El colaborador de ‘El Hormiguero’ revela cómo vivió la campaña contra Pablo Motos, su orfandad política o su aversión a los cobardes

Es espigado, enjuto, de piel morena, mantiene el pelo y conserva, debe ser de nacimiento, el toque de chulería (madrileña) necesaria para poder ser torero. Juan del Val (Madrid, 1970) no es matador, no viste traje de luces, ni pisa albero habitualmente. Juan del Val es comunicador, viste camisas, vaqueros y deportivas y pisa platós, además de aceras y charcos. Una tarea, entiéndame la comparación, con riesgos también considerables.

Le atrae lo marginal, quién lo diría, estando donde está, en el programa más visto de la televisión en España, El hormiguero. Lleva siendo casi toda su vida el marido de Nuria Roca, aunque revela que el otro día unas señoras directamente le identificaron como «el marido de Juan del Val». «La gente ya se ha aprendido el nombre, pero sigo siendo el marido de», confiesa entre risas.

Sube hasta ‘El purgatorio’ de THE OBJECTIVE para confesar su madurez: «Ya suelo dormir por las noches». Ha aprendido que uno nunca debe pedir perdón cuando cinco usuarios en Twitter se lo piden, «si tú te has sentido ofendido lo que tienes que hacer es gestionarlo tú». Reconoce su admiración hacia Pablo Motos, su amistad con Tamara Falcó y su orfandad con el PSOE: «Le llaman progresismo a pactar con un independentista, es acojonante».

PREGUNTA.- «Yo he tenido siempre mucha suerte», es algo que le he escuchado decir. ¿Cree más en la suerte que en el destino?

RESPUESTA.- No lo sé, yo considero que he tenido mucha suerte, especialmente con la gente que me rodea y, ¿eso tiene que ver con el azar? Seguramente, ¿con el destino? No creo. Yo creo en la suerte y sobre todo en la mala suerte y yo no la he tenido, por lo general.

P.- Decía Felipe González que los amigos no se eligen, se eligen los enemigos y conviene tener pocos.

R.- Hombre, pero si tienes enemigos, que sean buenos y que sean consistentes.

P.- Que sean leales.

R.- Un enemigo tiene que tener un cierto nivel para darle esa categoría de enemigo, lo otro es una chufla.

P.- ¿Tiene enemigos leales, enemigos consistentes?

R.- Creo que tengo pocos enemigos, tengo poca gente que me odie y creo que son bastante inconsistentes intelectualmente.

P.- ¿Le interesa más la marginalidad que la centralidad? Es decir, las personas que han vivido en el lado salvaje de la vida más que la gente correcta.

R.- He tenido siempre tendencia a la marginalidad y como algunas veces la he bordeado, pues tengo cierta simpatía. Ahora ya no tanto, ahora ya me he convertido en una persona mucho más educada.

P.- ¿Ha madurado?

R.- Sí, he madurado, o sea, no tengo tanto tiempo para estar en la marginalidad [ríe]. Cuando uno está en la marginalidad duerme poco y, generalmente, nunca por las noches, yo ya suelo dormir por las noches.

P.- Pero en la tele, la radio o en la prensa, hay poco espacio para la marginalidad o para los marginales. Quizá debería haber más espacio.

R.- Claro, si en la televisión aparecieran dos marginales ya no serían marginales, serían otra cosa.

P.- ¿Y qué a Juan del Val le guste lo marginal tiene algo que ver con que le guste el flamenco?

R.- El flamenco es una pasión como otras muchas cosas que me gustan y que no son, probablemente, convencionales, por ejemplo, los toros. A mí me gusta lo marginal porque me atrae lo diferente más que lo uniforme.

«Siempre he tenido tendencia a la marginalidad»

P.- ¿Y que le guste lo marginal y que le guste el flamenco tiene algo que ver con que le gusten los toros?

R.- Sí, todo tiene que ver, todo está relacionado.

P.- ¿Lo marginal, el flamenco y los toros?

R: Sí, claro, o sea, yo creo que el flamenco no es la música que más escuchas en una radio, no creo que los toros sean el espectáculo del que más se habla en los medios de comunicación, sobre todo para bien, entonces creo que tienen algo de marginal. No sé quién decía que ser aficionado a los toros hoy día es ser un poco punki, algo de eso existe.

Juan del Val. | Carmen Suárez

P.- ¿Ahora lo rebelde es ser de derechas?

R.- Me da tanta pereza todo esto de «lo rebelde es ser de derechas», es que me sienta tan mal la frase, porque el problema de eso es la perversión de la izquierda. Una perversión que ha convertido en que esa frase que tú me acabas de decir pueda tener algo de realidad y me molesta profundamente, especialmente viniendo de donde vengo.

P.- ¿Cuál es su relación con la fe, con la Iglesia?

R.- Soy un ateo convencido. Mi relación con la Iglesia tiene que ver con la infancia, hacer la comunión, aprenderme el padrenuestro. Es verdad que cuando iba a catequesis a prepararme para la comunión, creo que los valores que me daban solían ser buenos, lo de hacer el bien tanto, eso es algo que no se puede criticar. Con la Iglesia, es que esto es un debate bastante amplio, pero con la Iglesia tengo una relación digamos de distancia y sí, soy ateo y cada vez más convencido.

P.- Tiene una relación marginal con la Iglesia [ríe]

R.- Sí [ríe] y probablemente de menos simpatía que con la marginalidad que a mí me cae bien.

P.- ¿Y para usted, cuál es el peor pecado que puede cometer un hombre o una mujer?

R.- La cobardía, porque engloba muchas cosas. La cobardía no tiene nada que ver con tener miedo, tener miedo es una cosa muy legítima, yo reivindico esa diferencia. Tener miedo está muy bien y te convierte en un ser bueno y ser un cobarde siempre te convierte en un necio.

P.- Yo confieso, Juan, que afronto esta entrevista de una manera rara. Me explico, nunca me había pasado que la persona que entrevisto, conociera y se enamorara de la que es su pareja actual a través de una entrevista. De pedirle una entrevista a Nuria Roca, por si había alguien que no lo sabía, que es tu mujer.

R.- No, prácticamente nadie me identifica. ¿Sabes lo que me pasó el otro día? Una cosa maravillosa.

P.- Dígame.

R.- En general, la gente te va ubicando poco a poco, yo siempre decía que al principio todos mis libros se titulaban de la misma manera, «el del marido de Nuria Roca». El otro día me pasó una cosa fascinante en Sevilla, una señora se me acerca como muy nerviosa, el marido estaba avergonzado y me dice y «le he dicho que es el marido de Juan del Val» [ríe]. Entonces ya es rizar el rizo, la gente ya se ha aprendido el nombre, pero sigo siendo el marido de.

P.- Ya mismo le llaman «el marido de Pablo Motos» [ríe]

R.- Una vez me dijeron «mira el marido de la otra», iban dos señoras y la otra lo entendió perfectamente.

P.- ¿Ha pensado en ponerlo en los libros? Por ejemplo, Boca besada (futuro libro de Juan del Val), autor, el marido de Juan del Val.

R.- Pues es una idea interesante.

P.- Si no existiese el género de la entrevista su vida habría cambiado mucho.

R.- [ríe] Sí, claro, evidentemente. Pero si me dices en relación con Nuria, con ella, de alguna forma, yo hubiera provocado ese encuentro a través de una entrevista o a través de un tropiezo en una calle.

P.- ¿Cree que las entrevistas de hoy con famosos son más aburridas porque tienen más miedo a decir algo que se tergiverse, que se malinterprete o digan lo que digan, saben que les va a caer alguna crítica?

R.- Sí, las entrevistas suelen ser un coñazo todas porque nadie dice nada, salvo cuatro cosas que tienes que decir para quedar bien.

Juan del Val | Carmen Suárez

P.- Pero, por ejemplo, ¿ve a invitados que van a El hormiguero con resquemor?

R.- Claro, dicen «no me preguntes de esto o no me preguntes de lo otro». Especialmente cada vez que les preguntan sobre algo donde se tienen que mojar mínimamente, por supuesto no lo hacen y, naturalmente, no van a decir nada que no convenga o que no les convenga. En general, no solo en El hormiguero, todas las personas que tienen, en teoría, algo que contar casi nunca cuentan nada y esto es algo que sí me parece preocupante, tiene mucho que ver con la cobardía y tiene mucho que ver con esa presión de los mediocres que andan en las redes sociales. Creo que la solución es evidente, no hacer ni caso, pero la gente no termina de entenderlo y he de decir que yo tengo la teoría, pero porque la he demostrado a través de…

P.- [interrumpe] De su experiencia vital.

R.- Claro, es que cuando no haces ni caso cada vez te va mejor, dices lo que te da la gana, se cansan los pesados y ya está, tú sigues y cada vez te llaman de más sitios, es una cosa fascinante.

«La campaña contra Pablo Motos fue dura porque fue injusta»

P.- Ah, ¿sí?

R.- A lo mejor no debería estar desvelando este truco al resto, pero yo les recomiendo que digan lo que les dé la gana. Siempre habrá algún imbécil en Twitter, pero te da igual.

P.- Parece que ahora tenemos que estar justificándonos todo el rato y al final, uno es dueño de sus palabras, no de lo que algunos creen que tú has dicho con tus palabras.

R.- Claro, yo digo lo que digo, lo que tú crees que yo he dicho no lo he dicho, es lo que tú crees que yo he dicho. Eso no tiene nada que ver con la realidad. Hay una cosa en «El polémico», esa sección que hago en El hormiguero, una vez dije «no soporto a los famosos que piden perdón» y no es algo tan gratuito, uno dice una cosa, o sea, «no me gusta tu camisa verde» y de repente alguien se ha sentido ofendido, «ay, pues lo siento mucho si te has sentido ofendido, pido perdón», eso es una cosa muy perversa. Cada vez que uno dice una cosa o se supone que alguien se ha ofendido, lo primero que te piden todos los mediocres en Twitter es una disculpa.

Mira, no me voy a disculpar, pero no me voy a disculpar jamás por una razón muy sencilla, porque si tú te has sentido ofendido lo que tienes que hacer es gestionarlo tú, ver por qué y ya salir para adelante. Pero yo no soy responsable de que tú te ofendas, o sea, se conviene una verdad absoluta que yo no entiendo que es por el hecho de sentirte ofendido tú tienes razón y no, te sientes ofendido porque a lo mejor eres un gilipollas, sabes, no tiene nada que ver con lo que yo haya dicho. Entonces, si cada uno que dice una cosa al rato tiene que salir porque cinco pesados en Twitter le piden que se disculpe y lo hace porque tiene miedo a que se le caiga algún contrato, a que no le llamen, a que vayan a decir o no vayan a ver mi película o a leer mi libro, pues al final nos vamos empequeñeciendo. Al final, pasa lo que pasa, que nadie dice nunca nada, salvo decir «soy feminista, animalista, no se pueden comprar perros y me gusta mucho la col». Vale, pero me parece aburrido.

P.- Vivimos en la era de las víctimas, entonces.

R.- Esto es un planteamiento filosófico, pero yo para ofenderte tengo que tener la voluntad de ofenderte, si yo tengo la voluntad de ofenderte, aquí ya sí tenemos un problema y tú eres un ofendido razonable, pero si yo digo una cosa que pienso en broma, o alguna vez en serio, y tú te ofendes, gestiónalo. La víctima no tiene por qué tener razón, es más, ni siquiera lo es.

P.- Y lo peor, pienso, es cuando alguien pide disculpas usando la fórmula del «si he ofendido a alguien», mira, si has ofendido a alguien pide perdón directamente.

R.- Claro, yo de repente te puedo decir una cosa que sea objetivamente algo hiriente hacia ti, oye pues discúlpame, eso no hay ningún problema. Yo desprecio ese perdón genérico porque es mentira. Es falso esa gente que está pidiendo perdón para que nadie se enfade y les compren su mercancía, pero no lo están sintiendo.

P.- Entiendo que vivimos también en la era de los cobardes.

R.- Bueno, tampoco, o sea, hay gente de todo tipo, pero sí que es verdad que hay una presión de las redes que impiden que se diga nada ya no te digo transgresor, te digo una cosita de humor.

P.- Me cae bien Pablo Motos y veo El hormiguero, ¿cree que me pueden llegar a cancelar por decir esto?

R.- No creo, por decirlo serías una persona sincera, pero claro no es una excepción, me gusta Pablo Motos y veo El hormiguero es una cosa que hacen 3 millones y pico de personas todas las noches, siempre más que cualquier otra cadena, por lo tanto, me parece que lo que estarías diciendo es algo que haces sinceramente.

P.- Pero parece hasta raro decirlo, parece que la gente no lo dice por miedo a un algo.

R.- A ver, Pablo le gusta a mucha gente y a otra no, como a todo el mundo. Lo que pasa es que sí que es verdad que hay una especie de corrientes en las que hay cosas que no se pueden decir. Yo estoy completamente convencido que a todos los comunicadores les gustaría que le dijeran las mismas cosas que a Pablo, la verdad, y sobre todo tener su éxito, independientemente de que un programa te guste más o menos, que un comunicador te guste más o menos, que eso es una cosa completamente normal.

«No soporto a los famosos que piden perdón»

P.- Hace unos meses, no hará mucha falta que lo recuerde, el Ministerio de Igualdad de Irene Montero hizo una campaña para sensibilizar o denunciar situaciones machistas, hubo un spot donde se imitaba una pregunta que Motos le hizo a Elsa Pataky, ya les digo no hará falta recordarlo. Cada uno tendrá su opinión, pero me pareció interesante una tribuna que escribió Juan del Val, a los pocos días, en El Mundo titulada «Pablo Motos y los cobardes», en un momento dado escribe: «Resulta sonrojante ver cómo tantos callan por miedo a que los poderosos desplieguen toda su artillería. Sí, los poderosos son ellos, desengáñense. Y dan miedo. Así que la mayoría se calla: compañeros, supuestos amigos, colegas de profesión… se esconden no vaya a rozarles una bala que va para Pablo Motos. No es su guerra, creen. Son cobardes y además son cómplices».

R.- Sí, en ese trozo que has leído digo una cosa que es mentira, yo digo que esos son los poderosos y que dan miedo, a mí no me dan miedo, eso también te lo digo. En todo lo demás creo que hay una hipocresía, eso que sucedió que es mejor ni siquiera volverlo otra vez a nombrar, fue duro porque fue tremendamente injusto, o sea, se montó, no hablo del anuncio de Igualdad sino de la campaña en redes, un espectáculo tremendamente dirigido con un vídeo de intervenciones desafortunadas de Pablo de hace 10 años muchas de ellas y algunas muy curiosas que, por supuesto, él ya no se ha defendido sobre eso. Pero hay, por ejemplo, un plano demoledor de Pablo tocando el culo de Mónica Naranjo.

P.- Yo vi esa entrevista.

R.- La viste, pues como se puede manipular una cosa tanto, porque es ella la que se levanta y dice «tócame el culo» y Pablo lo hace, nadie ha salido a decir que eso no fue así. En otras ocasiones no, en otras ocasiones no, otras sucedieron porque sucedían cosas que ahora no sucederían, afortunadamente. Sí que te digo que yo llevo en El hormiguero cinco años y en los últimos cinco años no se ha dicho una frase machista, otra cosa es antes, pero no porque yo estuviera o no estuviera, porque antes las cosas eran de otra manera. Al final todo esto, visto con perspectiva, aunque en el momento duela, luego tiene muy poca importancia. Al final la gente ve lo que le da la gana y aunque no se pronuncien, yo creo que el miedo es libre.

Juan del Val. | Carmen Suárez

P.- ¿Piensa que el Gobierno de España no se entristecería demasiado si El hormiguero desapareciera mañana?

R.- No, claro, pero en esto hay bastantes equívocos. Puede ser que este Gobierno se alegrase de que El hormiguero desapareciera, pero que tenga muy claro el siguiente Gobierno que también le va a apetecer. Lo que tienen que hacer los comunicadores es ser críticos con el poder, no dependiendo de quién tenga el poder. Yo no sé lo que le pasaría al Gobierno, a mí me da igual lo que quiera el Gobierno, hombre, muy contentos a lo mejor no deben de estar, pero tampoco otros partidos lo están.

P.- Decía hace unos días un periodista, a raíz de la entrevista a Máximo Huerta donde revelaba la egolatría del señor Sánchez, que El hormiguero es uno de los objetivos a derribar por parte de este Gobierno.

R.- Lo que hace Max es una cosa que quiere hacer y que quiere contar y la cuenta sin más, en eso yo creo que tampoco tendrá mucha responsabilidad Pablo, la tendrá Max. Él cuenta una cosa, una anécdota personal que a mí sí me parece que tiene cierta trascendencia porque define al personaje, Pedro Sánchez está muy bien definido en esa anécdota.

P.- ¿Qué se aprende de Pablo Motos siendo su jefe durante cinco años? En la tribuna en El Mundo decía «es mi jefe y además es mi amigo, lo segundo más importante que lo primero».

R.- Lo primero es que al final tiene caducidad. Pablo y yo somos dos personas con un cierto parecido en la esencia.

P.- En la juventud.

R.- Sí, que pensamos distinto en muchas cosas, en otras no, pero para mí Pablo es una permanente lección de valentía, de alguien que va hasta el final para conseguir lo que quiere. Alguien que, aparte de ser valiente, te deja la libertad para hacer lo que te dé la gana. No sé, yo le quiero mucho y estoy orgulloso de ser su amigo.

P.-¿Juan del Val aprende cosas diferentes de Pablo Motos jefe al Pablo Motos amigo, o no los diferencia tanto?

R.- Eso es interesante, en teoría debería diferenciarlo, pero no. Quiero decirte, él es mi jefe, es el que me contrata y me despide, vamos, lo que define un jefe, y luego tengo una relación bastante buena con él trabajando, a lo mejor comentamos cosas y a veces que, es verdad, mientras que estamos conversando algo de trabajo se nos puede ir algo a lo personal. Para mí, una de las mejores cosas que me han pasado ha sido trabajar con Pablo.

P.- Lo que sí le he escuchado a Pablo, me parece interesante, es esto del éxito y la obsesión. La obsesión por el trabajo y el perfeccionamiento, eso me parece una lección interesante de extraer.

R.- Yo soy muy mayor [ríe], entonces he trabajado con muchas productoras, en muchos programas de muchas cadenas. Evidentemente, el programa de mayor éxito en el que he trabajado es El Hormiguero porque es el programa de más éxito que ha habido. En El Hormiguero se ensaya todo, salvo lo que es palabra, a las 7 de la tarde todos los días y en ese ensayo te das cuenta de lo que es Pablo, o sea, un experimento de ciencia donde el plano para que se vea el agua que cae de aquí a aquí, porque ahí se ve un poco mejor, Pablo se puede tirar hora y media para una música, para una luz, que luego a lo mejor en el programa no cabe y hemos perdido en el ensayo media hora. ¿Cuál es el secreto del Hormiguero? Ese, porque no hay uno, que, sin ninguna necesidad, se tire durante no sé cuánto tiempo para ver si pone una música u otra, una luz u otra, eso tiene mérito.

P.- Sobre la tertulia de El hormiguero, me parece interesante Tamara Falcó, casi sería una pregunta sola. Cuando se enteró de la reconciliación entre Tamara Falco e Íñigo Onieva, ¿a usted también le sorprendió?

R.- A mí quizá más [ríe], eso tiene algo que ver con el momento de la ruptura, ahí no nos entendimos muy bien lo que yo le quería decir a ella. Bueno, la tertulia de El hormiguero, hay tres tertulias, yo estoy en dos de ellas, y la que tú te refieres, la de Tamara, Nuria Roca, Cristina Pardo y yo, esa tertulia es completamente inexplicable. Esa tertulia si tú la piensas no te sale, porque es la cosa más marciana que existe, o sea, son las cuatro personas que menos pueden pegar en una tertulia para hablar de actualidad o de cosas mucho más frívolas. Pero, de repente, eso ha surgido ahí porque se medio pensó y luego salió. Y me hablas de Tamara, pues Tamara es un personaje fascinante.

P.- [Ríe] Fascinante, no tiene otra palabra.

R.- Lo primero, mi relación personal con ella es alguien que me cae bien, imagínate tú lo que piensa ella y lo que pienso yo sobre la vida, no hay ni un punto coincidente, o sea, ella y yo somos completamente opuestos en pensamiento y en todo, pero tiene un rasgo de autenticidad que a mí me gusta mucho.

P.- De Iñigo Onieva me hizo mucha gracia, cuando se desveló un chat de WhatsApp, donde le había recriminado a un amigo que no sé si intentó algo con Tamara, le llamó, entre otras cosas, nuevo rico. Nuevo rico como insulto, ojalá algún día alguien me insulte llamándome nuevo rico.

R.- [ríe] Ojalá, no está mal, pero desconozco esa contienda que tuvieron ellos, a mí de Tamara la única cosa que me parece importante, esto lo digo porque lo he comentado algunas veces, a mí las parejas, muy por encima del amor, está que te guste alguien, algo a lo que la gente no le da mucha importancia.

P.- ¿Físicamente?

R.- Físicamente, que te rías, que te ponga, eso es importante en una pareja, lo más importante, luego está lo de querer, pero eso tiene menos importancia. A mí me parece que Tamara, lo mejor que ha hecho en toda su vida es volver, por una razón muy sencilla, porque le gusta Íñigo, pues fantástico. Eso es felicidad, risa, estar bien y luego durará lo que dure, puede ser toda la vida o un cuarto de hora.

P.- Me gustó mucho cuando dijeron, el último chiste, que Iñigo Onieva era fijo discontinuo.

R.- [Ríe] No está mal, por cierto, Tamara tiene mucho sentido del humor.

P.- Hay una frase en Delparaíso que tenía apuntada y dice «por dinero, por sexo o por vanidad todo el mundo tiene una grieta por la que colarse, que convierte al poderoso en débil, a alguien en nadie», ¿cuál diría qué es la grieta por la que Pedro Sánchez puede pasar de poderoso a débil?

R.- La misma que le convierte en poderoso. Sánchez, yo no le conozco personalmente, pero creo que la empatía es algo que le resulta lejano, eso es una cosa que se tiene o no se tiene y yo creo que no la tiene. No tiene empatía con el ser humano que tiene delante y luego tiene un ego desproporcionado. El ego, creo que es algo muy bueno, o sea, el ego o el narcisismo es un motor es un motor, cuando está solucionado te puede llegar a servir, por ejemplo, para llegar a ser presidente del gobierno contra todo pronóstico y luego puede ser lo que te desenmascare y te acabe haciendo caer. De momento, Pedro Sánchez tiene vida, lo he comentado alguna vez, él es un muy mal enemigo.

P.- Juan del Val es un hombre de izquierdas, así se ha manifestado, pero ¿un hombre de izquierdas huérfano de representación o desencantado con la izquierda?

R.- Sí, es que esto no es izquierda, esto es otra cosa, o sea, le llaman progresismo a pactar con un independentista, es acojonante. La izquierda tiene que ver con la igualdad de oportunidades, ahora ya está todo mucho más difuso, pero es todo lo contrario, entonces ahora dicen que es progresismo y es de izquierdas algunas cosas que a mí me parecen todo lo contrario, por ejemplo, el nacionalismo y que Bildu sea un socio de la coalición. Sí, me siento huérfano, yo siempre he sido votante de Izquierda Unida en un inicio y del PSOE de toda la vida, tampoco soy de una izquierda radical, pero sí, estoy huérfano de un PSOE mucho más clásico, con una concepción y una idea de España que el PSOE de ahora no tiene. Y luego sí, me gusta algo que son los datos y las palabras y en eso no ha mejorado mucho España como yo creo que debería mejorar, después de un Gobierno que, aunque parezca que está permanentemente en la oposición, lleva cinco años gobernando. Si tengo que pedir responsabilidad, se la pido a quién gobierna. A mí este presidente y este partido socialista no me gustan nada.

P.- Generación del 70, lo dije antes, ¿cómo lleva el paso del tiempo? ¿Es algo que le fastidia o le alegra?

R.- Me encanta el paso del tiempo.

P.- ¿Lo lleva bien?

R.- Sí.

P.- Eso sí que me da mucha envidia.

R.- Sí, pero quiero decirte, es que lo primero es que no queda más remedio, la otra opción es muchísimo peor. Yo ahora tengo 52, en octubre cumplo 53, y yo me veo de puta madre.

P.- ¿No ha tenido crisis de los 50?

R.- Ni de los 40, ni de los 30. Yo ahora mismo tengo la edad de mi padre, pero eso es una cosa que te sucede, a mí me parecía ser muy mayor tener 30 años y luego tener 40 y luego tener 50. Yo me lo paso bien, o sea, físicamente estás mucho peor, te arrugas y esas cosas, pero bueno, todavía puedo hacer todo más o menos igual que con 20 con 30, cuando eso no pase, me mosquearé.

P.- Mantiene el niño interior, entiendo.

R.- Eso me parece una tontería, ¿cómo voy a tener un niño con 50 años? Eso es un cuento literario, yo me emociono con muchísima facilidad, me río, me ilusiono, vivo con bastante intensidad cualquier cosa y me pongo contento, eso mucha gente dice «es que mantiene el niño que lleva dentro», no, soy yo, a mi edad, que se ilusiona porque va a salir un día o se ha comprado una camisa. Lo escribí en una novela, yo soy un yonqui de la alegría, me encanta estar contento, reírme, estar con la gente y emocionarme.

P.- ¿Y qué le cabrea?

R.- Pues otra vez lo mismo, los cobardes, por lo que significa la hipocresía, pero cada vez menos cosas. Soy de enfados muy cortos y no van a ninguna parte, o sea, relativizo casi todo. Pero lo del niño, yo no llevo ningún niño dentro, tengo 52 años, si llevara un niño dentro sería un imbécil, reivindico todo lo contrario, la madurez, que no quiere decir que tengas que ser un señor serio y amargado todo el rato.

P.- La inteligencia es saber adaptarse al momento, claro.

R.- Sí, pero no es incompatible la madurez con hacer el gamberro de vez en cuando. Ahora, si te pasas haciendo todo el día el idiota y eso le llamas tú tener un niño dentro, no es que lleves un niño, es que eres idiota.

P.- ¿Cuál ha sido la persona más famosa que ha conocido? Incluso en la fama también hay clases.

R.- Son famosos antiguos, Ana Rosa Quintana, Pablo Motos, Nuria Roca, Ramón García, son famosos que eran famosos de toda la vida, antes de que todo cambiara porque ahora uno es famoso porque tiene no sé cuántas visitas en YouTube.

P.- Después de 17 años, ¿quién os falta por llevar a El hormiguero?

R.- Hombre, falta gente, es verdad que han ido mucho más de los que faltan, pero no te voy a decir la lista porque a lo mejor digo alguno que falta y ha ido.

P.- Revilla, por ejemplo, tiene una buena entrevista.

R.- Sí, a ver si le dan una oportunidad porque yo creo que podría dar una buena entrevista. No le conozco personalmente, le conozco de las escasísimas veces que ha aparecido en televisión.

P.- La penúltima, ¿dónde, cuándo y cómo ha sido más feliz Juan del Val?

R.- Recuerdo alguna etapa, por ser más corta, en la que no he sido feliz. Tiene que ver con mi adolescencia, que fue fea, a partir de ahí, todo más o menos ha ido bien y creo que estoy en una buena época. Siempre he dicho que la nostalgia es una trampa y además siempre es mentira, o sea, no nos lo pasamos lo bien que creemos que nos lo habíamos pasado. No soy nada nostálgico.

P.- La última, ¿cuál ha sido el milagro de su vida?

R.- Yo me veo hoy y me veo hace 35 años y digo es un milagro todo.

P.- Podríamos decir que Juan del Val es un milagro.

R.- Si lo vas a poner como titular, no, pero porque no es el sentido, yo no creo que sea un milagro, me parece pretencioso.

P.- Cuidado, que está teniendo miedo de lo que digan en redes sociales.

R.- Me doy cuenta mientras voy hablando, pero no es un problema de miedo, o sea, creo que esa frase le pegaría más decirla a alguien como, por ejemplo, Pedro Sánchez.

P- ¿Tiene algún titular que quiera que ponga? No le voy a hacer caso, pero por si quiere dar un titular.

R.- Titula como te dé la gana.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D