Alfredo Sanzol, humor contra la guerra de Ucrania
El dramaturgo y director del CDN estrena este viernes ‘Fundamentalmente fantasías para la resistencia’, un montaje inspirado en el conflicto con Rusia
El 24 de febrero de 2022, mientras Putin mandaba sus tanques contra Ucrania, Alfredo Sanzol (Pamplona, 1972) y los intérpretes de El Golem tenían ensayo general. Sin embargo, la guerra acababa de estallar en Europa y aquella violencia se imponía a todo. El dramaturgo, que había empezado ya la escritura de su próxima obra, se paralizó. «Cuando supe que había estallado la guerra me bloqueé. Tuve una crisis de sentido. Para qué y por qué iba a escribir lo que pensaba escribir», recuerda que se planteó entonces.
Un año más tarde de aquella dramática noticia, el mundo no ha mejorado demasiado. Ucrania sigue hoy envuelta en un conflicto que ha devastado el país dejando un saldo de millones de desplazados y decenas de miles de fallecidos y desaparecidos. El dramaturgo, por su parte, regresa a los escenarios con una nueva propuesta, Fundamentalmente fantasías para la resistencia, que se estrenará mañana en el Teatro Valle-Inclán y que permanecerá en cartel hasta el próximo 16 abril. Ambos sucesos, el teatro y la guerra, la violencia y la comedia, están conectados en esta pieza que pone el foco en la capacidad del humor para plantarle cara a la tragedia y también en el papel que juega el arte para ayudarnos a sobrevivir.
Inspirada en la experiencia real de un grupo de teatro de Kiev llamado ProEnglish Theatre, que siguió trabajando en su local de ensayo, ahora improvisado como refugio, mientras el mundo que conocían se desmoronaba a su alrededor, el montaje de Sanzol nos traslada a este búnker donde un grupo de teatro, bajo la dirección de Patricia (Natalia Hernández) empiezan a montar una obra que lleva el sugerente título de Pin, Pan, Putin.
«Aunque la obra puede estar dentro de la estela de historias como El inspector de Gógol, Ser o no ser o ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, comedias con contenido político y también satírico, hay una trama muy importante además que tiene que ver con la realidad de estos actores dentro de su refugio. En función de esas dos claves, la realidad de la guerra y la presencia de la muerte y, por otro lado, la trama cómica que ellos crean –Pin, pan, Putin–, fui entrelazando las historias hasta que encontré un lugar en el que ambas se cruzaran», analiza el ganador del Premio Nacional de Literatura Dramática, que procura detenerse en ese punto, para no destriparnos el argumento.
El arte como instinto de supervivencia
No obstante, no fue hasta que Sanzol conoció en Madrid a Anabell Sotelo, integrante de ProEnglish Theatre, que Fundamentalmente fantasías para la resistencia cobró sentido. «Entrar a escribir sobre un tema tan candente, con una herida abierta, supone un gran riesgo»–se sincera el director–. «Lo que pasa es que tenía uno de esos impulsos que, por puro compromiso con mi trabajo y mi cuerpo, te hacen seguir hasta el final. El riesgo era muy grande y el apoyo de Anabell en la primavera de 2022 fue esencial».
De aquel contacto directo, el dramaturgo sacó dos lecciones vitales. «Ella nos dijo que lo que nos había enseñado esta guerra y esta experiencia es que el arte forma parte del instinto de supervivencia. Nunca lo había visto así de sencillo y de claro, con esa potencia. Es una frase que resuelve muchos misterios que tenemos asociados a la creación artística, que creo que son más discusiones impostadas que realidades. Porque esto que yo hago está al mismo nivel que comer o respirar», defiende.
La otra lección fue la necesidad de usar el humor para sobreponerse a la guerra. «El humor ha sido objeto de ataques a lo largo de toda la historia por todos los lados. Ha llegado a ser subestimado y sigue estándolo», afirma. «Cuando atacas un asunto de la realidad que es altamente conflictivo y doloroso a través de la comedia, siempre se cuestiona si es posible hacerlo. Lo que nos dicen ellos –los miembros de ProEnglish Theatre– es que lo que hay que cuestionarse es si es posible responder de manera seria a un hecho trágico. Lo esencial es responder con humor para poder sobrevivir».
Elemento recurrente en el trabajo del propio Sanzol, experto en imbricar de humor a muchos de los clásicos de la escena, la comedia como arma le sirve al dramaturgo para reflexionar sobre el absurdo de las guerras y la figura de dictadores como Putin. «El humor es el reflejo más preciso sobre cómo piensas, qué quieres lograr en la vida, cuál es la visión que tienes de los otros o qué mirada tienes hacia a ti mismo. Por supuesto, tiene muchísimos límites, como la vida, pero eso no quiere decir que tengas que vivir en la autocensura, sino que tienes que ir definiendo por dónde quieres ir», matiza Sanzol.
«Con el humor vas creando un espacio de convivencia. De Putin hago una burla sarcástica, pero también lo humanizo con fines totalmente maquiavélicos. Trucos de comedia que tienen que ver con que el monstruo resulta ser simpático. Eso no es nuevo. Siempre se ha hablado de los grandes dictadores como grandes seductores: Hitler, Stalin, Franco y Mussolini lo eran. La cualidad de seducir y caer bien es esencial para hacer el mal».
De comedia romántica a tragedia
Para todo ello, Sanzol se ha rodeado de un elenco de actores ya conocidos por el dramaturgo de sus anteriores trabajos –la última vez que coincidieron fue en La ternura, XII Premio Valle-Inclán–, como la propia Hernández, Paco Déniz (Andriy), Elena González (Taisia), Javier Lara (Viktor), Juan Antonio Lumbreras (Petro) y Eva Trancón (Oksana), a los que se le han sumado cuatro jóvenes nuevos, Pablo Márquez (Nikolai), María Moraleja (Daryna), Julia Rubio (Olena) y Pepe Sevilla (Kyrylo), en lo que el director vive como «una oportunidad de poder escribir una dramaturgia para un número de actores superior a seis». Un casting determinante si, además, tenemos en cuenta que la obra empezó a escribirse a partir de ellos.
«Es muy importante dejar textos contemporáneos que sean para muchos actores», reflexiona Sanzol. «Porque el teatro es especialmente comunitario y las compañías de muchos actores funcionan de una manera diferente, una manera más parecida a lo que es la realidad del ser humano, en la que es necesario dejar los grandes protagonismos a un lado».
En cuanto el estilo, el director precisa que no ha sido fácil. «La obra contiene varios estilos, desde el tono de una comedia romántica hasta la farsa clásica, pasando por puntos dramáticos y llegando a la tragedia. En ese sentido, es una obra muy libre que ha necesitado usar todos los recursos que el arte dramático tiene a su disposición». Con escenografía de Blanca Añón, iluminación de Pedro Yagüe y vestuario de Vanessa Actif, Sanzol no se olvida del trabajo de la ayudante de dirección, Beatriz Jaén, ni de la importancia de la música, en manos de Fernando Velázquez o el espacio sonoro creado por Sandra Vicente para recrear los sonidos de la guerra. Un trabajo comunitario que, a partir de mañana, devolverá el foco a Ucrania cuando se cumple un año del inicio del conflicto.