Pablo Rivero se reivindica como autor de género negro con su quinta novela
El actor y escritor es conocido por interpretar a Toni en la popular serie ‘Cuéntame’, pero cada vez gana más lectores con sus novelas
Cinco novelas después, Pablo Rivero se ha hecho con un séquito de lectores de género que esperan ávidos sus historias. Y ya le pasa menos pero aún, cuenta a THE OBJECTIVE con calidez, hay gente que se sorprende de que Toni, el chico mayor de los Alcántara en ‘Cuéntame’, sea escritor: «Me he esforzado mucho en demostrarlo haciendo una novela al año, con lo que ello conlleva, algo que se está viendo recompensado porque hay un movimiento muy bueno en el que los lectores se van recomendando mis novelas. La Cría fue un punto y aparte y puedo decir oficialmente que esto ya no es un hobby sino una profesión, y tengo estabilidad a día de hoy con los libros; eso para mí es el mayor éxito ahora mismo».
Siempre escribe sobre malos Pablo, siempre novela negra. Dice que es porque desde pequeño le han parecido más divertidos porque le llevan a trabajar con lo que no le rodea: «Me puedo permitir bucear en lo oscuro porque en mi vida hay bastante luz. Y me gusta investigar todo lo que tiene que ver con la criminalística, cómo se descubre un misterio, con la psicología de personajes y con un morbo que se llega a convertir en obsesión y finalmente en terror».
La historia que ahora presenta se titula Dulce Hogar (Editorial Suma de Letras, 2023) y en ella Rivero aprovecha para abrir melones sociales usando ese terror y el thriller como andamiaje. La novela cuenta la historia de Julia y Rubén, un piloto de aerolínea y su pareja, exazafata de vuelo. Juntos deciden trasladarse a la casa de sus sueños en una urbanización cerrada a las afueras para centrarse en el sueño de sus vidas: ser padres. Sin embargo, el entorno aparentemente idílico de ese nuevo comienzo va tornándose en pesadillesco. Para empezar, Julia va de avanzadilla porque Rubén está de viaje, y su retorno se retrasa constantemente. Y en esa espera, comienzan a asediarle personajes inquietantes que cercan su casa día y noche. Julia le vale a Rivero para poner sobre el tapete las renuncias que muchas mujeres hacen en pos de la maternidad.
«Ella hace un cambio de vida radical porque no consigue ser madre y empieza a pensar que a lo mejor debe sacrificarse y dejar de ser la azafata independiente, salir del centro de la ciudad y tener el chalet… Al final se adapta a los convencionalismos, y yo indago en qué pasa cuando estás rodeada de gente que alardea de esos convencionalismos», explica el autor. La paternidad cobra una importancia tan capital en la novela que incluso su dedicatoria se dirige ‘a todo aquel que haya tenido dificultad para tener un hijo’. «Conozco tantísima gente de mi alrededor que cuando se ponen no lo consiguen… Y eso es una batalla terrible porque siempre se dice eso de ‘¿y tú cuándo te pones?’, o si tienes ya un hijo te dicen ‘¿y no quieres otro? No podemos tratar a la gente como enfermos, pero sí hay que ser un poco prudentes. Cuando se trate el tema del aborto, de la gestación, la adopción, siempre hay que tener muchísimo pudor, y no se debe politizar», opina.
Otro de los temas que el escritor aborda con su thriller son las condenas que reciben las personas con enfermedades mentales respecto a los presos comunes. El debate lo sirve mediante uno de sus personajes: un joven recluido en un psiquiátrico, acusado de haber quemado viva a su madre. «Muchas veces se hacen juicios rápidos a estas personas porque no hay presupuesto para realizar una prueba que demuestre si está bien o mal. Es una línea muy delicada y pueden quedarse encerrados de por vida si se considera que su dolencia no se cura. Y muchas veces pagan una pena mayor que la de un tío que ha sido consciente de sus actos», reflexiona.
El fuego, también, recorre la espina dorsal de la obra. Las llamas y las cenizas pueblan sus páginas, pues el escritor y actor habla de cómo la mano del hombre se vale de estas para ganar terreno, literalmente, en lugares protegidos. También retrata la corrupción real y descarnada que la sociedad sufre: «Me interesaba hablar de cosas que pueden ocurrir: por ejemplo, cómo se puede manipular la versión que cuentes desde el poder». Y el cambio climático sale a relucir también y hace su parte en el cuadro final: «Yo lo escribí en verano, cuando hubo unos incendios terribles. El fuego es la mejor simbología del cambio climático, las temperaturas y los fuegos. Y era muy guay hacer la metáfora con la llama que se despierta en ella, que está llena de dudas».
Al suspense de Dulce hogar contribuyen una serie de elementos que aparecen de forma recurrente: entre ellos los pájaros y patos que visitan a diario la parcela de Julia y Rubén, poniendo todo perdido y evocando, claro, a las aves del maestro Hithcock: «Hithcock y David Lynch me gustan mucho. Y la primera parte es muy así, aparecen una serie de símbolos como el pozo, los animales, el hombre con la capucha, que fuma todo el rato… que aluden a la perversión. Y la segunda tiene que ver más con un estilo Pierre Lemaitre, que tiene una cosa muy cruda, muy seca». Pablo Rivero llegó a meterse tanto en la atmósfera que creó que se sorprendió un día atenazado por ella: «La casa de la novela es mi casa. Es mi barrio, el colegio… Y cuando luego tenía que dormir allí solo en agosto, que venía de rodar una serie en Soria, me cagaba de miedo», dice con simpatía.
El autor trabaja ya en la que será su sexta novela, que compaginará, como siempre, con su trabajo en televisión (acaba de aprobarse la produción de la última temporada de Cuéntame) y teatro. Cuando le preguntamos si duerme, sonríe y contesta: «Sí, a ver, lo guay de esto es encontrar una historia que te vuelva loco. Ahora voy en el coche, salgo de hablar contigo, me acuerdo de no sé qué y voy apuntando, zas, zas, zas», dice onomatopeyizando lo de apuntar. «Una vez que tengo lo gordo, luego ya es más fácil. El primer borrador lo entrego al mes y algo, luego me aprietan las tuercas los editores y me piden más giros sabiendo lo que puedo hacer. Y de repente hay un día que se enciende la bombilla y todo encaja».