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John Wayne, el verdadero Jesucristo del evangelismo estadounidense

La historiadora Kristin Kobes du Mez analiza cómo una parte del cristianismo ha trabajado para sustituir el Jesús de la Biblia por un ídolo nacionalista

John Wayne, el verdadero Jesucristo del evangelismo estadounidense

John Wayne en la película 'Centauros del desierto'.

El nacionalismo evangélico en los Estados Unidos lleva años siendo un movimiento con el viento a favor. Definido como una ideología que fusiona la identidad cristiana con el patriotismo, la elección de Donald Trump en 2016 y sobre todo el asalto al Capitolio de 2021 han puesto de manifiesto su enorme relevancia en la vida política del todavía país más poderoso del mundo, por no hablar de sus ramificaciones en otros puntos del planeta como prueban los convulsos mandatos de Jair Bolsonaro en Brasil o de Pedro Castillo en Perú. Sin embargo, el nacionalismo evangélico es un movimiento con una larga historia en EEUU que va mucho más allá de Trump y su resurgimiento en la vida pública estadounidense está más ligado a la cultura popular que a la mismísima Biblia. 

Esa es la tesis principal de Jesús y John Wayne (Capitán Swing), un libro con el que la historiadora norteamericana de origen holandés Kristin Kobes du Mez busca explicar cómo los evangélicos han trabajado en los últimos 75 años para sustituir al Jesús de los Evangelios por un ídolo de la masculinidad y el nacionalismo cristiano. Para ello, parecen haberse olvidado del Nuevo Testamento y han cambiado al Jesucristo famoso por «poner la otra mejilla» por un rudo vaquero individualista, que encarna la esencia del ideal estadounidense de la libertad del Lejano Oeste y cuyo único precepto moral es estar rodeado por una especie de aura de autoridad honrada. 

Efectivamente, como el propio título del libro indica, hablamos de figuras como el conocido actor de western John Wayne, pero también de otras más recientes como Ronald Reagan, Mel Gibson o, por supuesto, Donald Trump. Personajes cuyo único trazo común parece ser la afirmación del poder masculino (y blanco) en defensa de un Estados Unidos («América», como les gusta decir a los propios yankees) concebido desde una óptica cristiana, excluyente y, por supuesto, patriarcal. De hecho, para los evangélicos es fundamental recuperar la tradicional virilidad estadounidense, remasculinizando el cristianismo a costa de desmontar el imaginario de un Jesucristo piadoso y feminizado.

La elección de John Wayne como símbolo de esta nueva visión del hombre cristiano no es casual. En su figura se juntan, al fin y al cabo, el hombre y el mito. Por un lado, está el héroe que es capaz de traer orden a través de la violencia, ya sea en las fronteras del Salvaje Oeste o en los campos de batalla de Vietnam. Por otro, está el propio Wayne lejos de la pantalla, crítico para el resurgimiento del conservadurismo en los años setenta y ochenta, época en la que se prodigaría en eventos organizados por evangélicos en el sur de California e incluso daría un respaldo temprano y clave a la candidatura de Ronald Reagan. 

Portada del libro.

«Es un tema muy común en la escritura evangélica blanca sobre la masculinidad desde la década de 1960 hasta el presente: necesitas tener hombres muy duros y resistentes que puedan proteger a las mujeres y los niños, que puedan salvar el cristianismo y que puedan defender a la nación estadounidense. Y en aras de proteger todo lo que es vulnerable, estas cosas preciosas, los fines justifican los medios», explica la propia Korben du Mez en una entrevista con la radio pública estadounidense, NPR. De esta manera, el mismísimo Jesucristo debe ser también un héroe y no un perdedor, «un último rey guerrero que cabalga en la batalla contra Satanás, el pecado y la muerte en un caballo de confianza, al igual que en los westerns», asegura la historiadora. 

Además, aunque el libro se centre solamente en el caso estadounidense y de hecho peque en numerosas ocasiones de reduccionismo a la hora de explicar una cultura que, como demuestran Bolsonaro o Castillo, ya se está expandiendo por muchos rincones del planeta, su análisis de como la figura del «hombre providencial» se está volviendo canónica a nivel político es también una advertencia de lo que ya está pasando en muchos países, incluso aunque no tengan tradición evangélica. Los nostálgicos de un mundo en el que hombres como John Wayne dominaban las fronteras no están exclusivamente del otro lado del Atlántico, por mucho que Korben du Mez lo omita o ignore.

Doble moral por una buena causa

En cualquier caso, en este mundo cultural evangélico, donde se prefieren películas y otros productos para el consumo de las masas sobre el significado literal de la Biblia, también hay mucho espacio para la hipocresía. Comenzando con Wayne, Kobes du Mez exhibe la doble moral de esta nueva cultura al detallar la aceptación de un actor dos veces divorciado y casado, con problemas de temperamento y muchos vicios que tradicionalmente le negarían cualquier hueco, y no digamos un puesto de relevancia, en una comunidad evangélica. Tampoco Mel Gibson y, por supuesto, Donald Trump, son precisamente modelos de virtud, pero ni sus escándalos sexuales ni sus salidas de tono les han causado problemas en una comunidad en teoría dominada por la moral cristiana. 

¿La explicación de Kobes du Mez? Para defender a la cristiandad, es necesario hombres fuertes que no estén sujetos a reglas, ni siquiera las evangélicas. Durante décadas, los evangélicos blancos conservadores han estado postulando que las diferencias de género son la base de un orden social dado por Dios, en el que ambos sexos son completamente opuestos. La testosterona de los hombres es un designio divino, que permite a los hombres cumplir con sus papel de líderes, protectores y proveedores. 

Generaciones de evangélicos han consumido millones de libros y productos audiovisuales, además de escuchar innumerables sermones que exponen estas «verdades» y justifican cualquier mala conducta sexual o la violencia como un simple impulso masculino, que de hecho puede ser corregida por una «buena mujer cristiana». De esta manera, cualquier fechoría puede descartarse e incluso ser vista como mal necesario: tal y como explica la historiadora, los evangélicos fueron precisamente los que más apoyaron las invasiones de Irak o Afganistán, además de tener más probabilidad de incluso justificar torturas como las cometidas por la CIA en prisiones secretas.

En 2016, escuchamos precisamente esta retórica en defensa de Trump: el hombre de negocios y futuro presidente era un verdadero hombre, que no sería intimidado por la corrección política para hacer lo que debe hacerse. Hablamos, según Korbes du Mez, de un auténtico John Wayne, una persona que no tiene miedo de la violencia si esta es necesaria en la búsqueda de un bien mayor. Es decir, que los evangélicos no abrazaron a Trump a pesar de sus malas artes y despectivos comentarios contra todo lo que no fuera estadounidense y blanco, sino precisamente por ellos.

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