Ernesto Sevilla: «Las resacas empezaron a ser tan duras que ya no me salía a cuenta»
El popular cómico manchego visita ‘El purgatorio’ para reflexionar sobre la autocensura, el humor negro o su relación con el alcohol
Puede que usted no se lo crea. Seguramente lo niegue. Quizá tilde de mentiroso a este periodista. Pero se lo aseguro, Ernesto Sevilla (Albacete, 1978) es un hombre tímido, un ciudadano apocado. Un exitoso cómico en el cuerpo de un albaceteño extrovertido que necesita siempre, con una necesidad imperiosa, tomarse una cerveza, como mínimo, antes de actuar. Sin embargo -lo comprenderá-, ya hace unos años que dejó las actuaciones en directo.
Nació como humorista en el seno de una generación única e irrepetible de cómicos manchegos: Joaquín Reyes, Julián López, Raúl Cimas, Carlos Areces, Pablo Chiapella… Todos se juntaron, muy jóvenes, en la Universidad de Albacete y se graduaron, con nota alta, en aquel programa mítico llamado La hora chanante, y luego, en el no menos recordado, Muchachada nui. Ambos programas eran bufonadas de corte manchego que exportaron al resto de España.
Además de comediante, Ernesto Sevilla hace tiempo que pasó a la actuación y a la dirección de películas. Sigue sintiendo el síndrome del impostor cada vez que le llaman para actuar. Es un cinéfilo empedernido y puede llegar a ver cinco largometrajes al día. De ahí saca sus ideas, y por ello no ha perdido la inspiración, «aunque me haya vuelto un tanto asocial». Estrenó hace unas semanas en HBO Pobre diablo, una serie de animación para adultos. «Es una serie que se ve muy rápido, es muy ligerita. Empieza y se termina».
Sevilla ha pasado en pocos años del underground, o sea, de que le conozcan pocas personas, al mainstream, o sea, a que le conozcan muchas personas. «Nunca me han dicho que me haya vendido, y eso que me he vendido», exclama el manchego con ese tono seco que produce una sonrisa generalizada. Hay tipos que llevan el humor consigo. Ernesto es uno de ellos. Tanto, que alguna vez, al decir algo serio, nadie le ha tomado en cuenta.»También me he aprovechado de eso. Expresas una tontería, te das cuenta y dices: ‘Ey, que no, que era broma’».
PREGUNTA.- ¿Usted cree que la vida es una broma?
RESPUESTA.- A mí una vez un profesor mío de religión me dijo que mi vida era un chiste. Estábamos en el instituto, iba a un instituto privado y se daba religión. Me dijo que mi vida era un chiste porque me había pillado una caricatura. Le hice una caricatura y le sentó mal. Y yo le contesté: «Dijo el profesor de religión». Y me expulsó de clase.
P.- ¿Ese profesor ha visto el desarrollo de su carrera?
R.- Sí, habrá dicho: «Pues tenía razón» [Ríe].
P.- ¿Se puede hacer reír mucho teniendo después una vida miserable?
R.- Bueno, es casi un tópico del humorista. O sea, los humoristas suelen tener unas vidas muy jodidas. E incluso había humoristas muy buenos que eran muy serios en su día a día. Gila, por ejemplo, todo el mundo decía que era muy serio, de una seriedad que hasta acojonaba. Eugenio no era tan serio, aunque no se podía ser más serio que él en el escenario, pero sí que tiene una vida un poco desdichada. También hay humoristas que yo los he conocido y son gente feliz. Pero es normal. Hay veces que el humor es un mecanismo de defensa y tú haces humor. Muchas veces se te forja para el humor por haber tenido una vida jodida y para superar problemas.
P.- ¿Ernesto Sevilla en qué categoría está?
R.- Bueno, creo que soy una persona bastante tímida. La gente que se me acerca se decepciona un poco, porque soy bastante tímido, pero luego, si se me conoce, soy un cachondo mental.
P.- ¿Se puede decir que la gente que le conoce piensa que es usted buen chaval?
R.- El típico cachondo, «este es un cachondo», pues yo. El típico cachondo del bar.
P.- ¿Se hace mejor comedia siendo feliz que siendo infeliz?
R.- Es que no se puede generalizar.
P.- ¿En su experiencia?
R.- Mira, yo tengo los dos casos y son comedias diferentes. Tengo compañeros que tienen vidas que son un desastre y han tenido infancias que son un desastre. Y claro, han sabido sacar de eso. El humor es una cosa muy especial, como Fellini. Pero luego tengo a gente que es muy feliz y que son auténticas estrellas del humor.
«Hay veces que el humor es un mecanismo de defensa y tú haces humor. Muchas veces se te forja para el humor por haber tenido una vida jodida y para superar problemas»
P.- Pero en su experiencia vital, ¿Ernesto Sevilla ha generado mejor comedia, ha escrito mejor comedia o ha pensado mejor comedia estando feliz que pensado para etapas de mayor infelicidad?
R.- No lo sé. Lo que sí pasa con la comedia es que cuando estás mal, te ayuda. Hay gente que dice: «¿Cómo puedes hacer reír cuando estás mal?». Es que cuando estás mal es cuando mejor te ayuda. Porque esto hace que cuando estás jodido y sales a actuar, por ejemplo, hackeas tu cerebro, porque te pones a hacer el gilipollas y al final tu cerebro piensa que está feliz. Y lo convences.
P.- Rafael Azcona decía que la gran comedia en el cine italiano murió el día en que los guionistas se hicieron ricos y dejaron de ir en autobús. O sea, dejaron de estar con el pueblo, de escuchar las historias cotidianas.
R.- Tiene sentido.
P.- ¿Le ha pasado que ha tenido que montar en metro para encontrar inspiración o algo por el estilo?
R.- No, siempre me he inspirado en el cine. Soy de ver muchas pelis. Todo lo que hago yo es, como diría Tarantino, cine sobre el cine. No viene, como le pasaba a Azcona, del café, viene del cine. Entonces no he perdido inspiración, aunque me haya vuelto un poco asocial.
P.- ¿Cuántas películas puede ver al día?
R.- Pues muchas. Si tengo el día puedo llegar a ver cinco películas. Después de la entrevista, una o dos películas veré, seguramente.
P.- ¿Pero películas repetidas o siempre son nuevas?
R.- No, muchas veces las veo repetidas. Las voy mezclando entre películas nuevas y viejas. Me cuesta mucho empezar una nueva película, por eso a veces tengo que ver una vieja antes, y después una nueva.
P.- ¿La mejor forma de conocer a alguien es saber con qué se ríe o cómo se ríe?
R.- Pues sí, es una manera de acercarte a la persona.
P.- Lo digo, porque creo que la gente se ríe de muchas maneras diferentes y quizá sí se emociona de una manera parecida. Por decirlo de otra manera, que alguien de Podemos y de Vox se puedan reír de cosas distintas, pero que emocionándose se emocionan de cosas parecidas.
R.- Sí, bueno, de hecho, se suele decir que la comedia es más difícil que el drama, porque el drama digamos que toca más o menos los mismos circuitos. Sin embargo, la comedia no, cada uno tiene la suya.
P.- Después siempre premian a los dramas antes que a las comedias. El falso prestigio del drama.
R.- Sí, la comedia es un género menor. Fíjate que los Globos de Oro han tenido que inventarse el premio especial a Mejor comedia porque si no, no se lo daba ningún año. Yo creo que en los Goya tendrían que hacer lo mismo. Inventar la mejor película de comedia para que le den algún premio.
P.- ¿Cuál es su relación con la fe? ¿Con Dios?
R.- Pues no pienso mucho en Dios. Hay días que pienso que debe haber algo ahí, pero hay otros días que no pienso. En cuanto me pongo a reflexionar en esos temas tan trascendentales, me agobio y cambio de pensamiento porque tengo mucho miedo a lo desconocido, a qué hay después de la muerte, etc.
P.- Y a su juicio, ¿cuál es el peor pecado que puede cometer un ser humano?
R.- La envidia.
P.- La envidia la repiten mucho los entrevistados, casi por encima de casi cualquier cosa.
R.- La envidia, pero la envidia que hay aquí en España, la envidia española. Fernando Fernán Gómez hablaba de esto. Él decía que «el español ni siquiera es envidioso, porque lo primero que hace es odiar lo que hace la otra persona». Porque el envidioso es el que dice: «Ostia, qué guay El Quijote. Me gustaría escribir El Quijote». No, el español lo que dice es: «Odio a esta persona porque ha escrito El Quijote y yo no voy a hacer nada más». O sea, es el desprecio. Que eso es una cosa muy española.
P.- Ernesto es uno de los cómicos más queridos de España. Además, pasó usted de que le conocieran pocas personas, o sea, el underground, a que le conocieran muchas, o sea, el mainstream. En todo ese proceso, ¿nunca le han llamado vendido? Como pasa, por ejemplo, con los grupos indies.
R.- No, nunca me lo han dicho. Y eso que me he vendido, claramente. Y estoy en venta [ríe].
P.- La última creación de este cómico manchego es Pobre diablo, que es la nueva serie de animación de HBO, junto a Miguel Esteban y su inseparable Joaquín Reyes. Estando en El purgatorio, qué mejor lugar para hacer promoción de la serie. ¿Por qué demonios tenemos que ver Pobre diablo?
R.- Porque creo que es una serie que se ve muy rápido. Ese es un motivo: es muy ligerita, empieza y se termina. O sea, que puedes hacer otras cosas. Es una serie muy divertida, es una animación para adultos. Aunque sean dibujos, es para adultos y, sobre todo, te vas a reír.
P.- Lo que sí he visto es que ya su primera serie escrita, con apenas 20 años, iba también sobre los últimos 13 días antes del Apocalipsis. Se llamó Dinamarca. Por lo cual veo que el tema de la religión siempre le ha dado mucho juego a la hora de la comedia.
R.- Sí, el tema de religión y el tema del apocalipsis es algo que da para para escribir mucho. Porque, por ejemplo, en Pobre diablo, el protagonista es el hijo del diablo y tiene que provocar el Armagedón en la tierra. Pero resulta que el hijo del diablo pues no quiere seguir los pasos de su padre. En muchas familias ocurre, como pasa en El Padrino, por ejemplo. O sea que el hijo del diablo es buena persona, quiere ser actor de musicales y no quiere nada de hacer el mal. Y eso hace que, en la serie, igual que en Dinamarca, la serie que has nombrado, se hable de repente del bien y del mal. Y eso es un tema que históricamente da mucho juego. El bien y el mal.
P.- Siempre que se hacen bromas sobre la religión católica, sale alguien diciendo: «Ya, pero no hacen bromas con el islam» o «¿A que no hay huevos a hacer chistes sobre Mahoma?».
R.- Ya, pero la gente que dice eso supongo que lo dicen como que parece que les gustaría que a los cristianos también nos mataran por hacer bromas. «Los del islam sí que saben, que matan a los que hacen bromas sobre Mahoma. Así tendría que ser también con los cristianos: que nos matasen».
«A algunos parece que les gustaría que los cristianos nos matasen por hacer bromas»
P.- También en la serie hay requiebros. Hay, por ejemplo, un capítulo dramático en mitad de una serie de comedia. Tengo la sensación y quería preguntarle sobre eso, que está todo como muy encajonado en la ficción. Están las películas de comedia, que solo son de comedia, están los dramas, que solo son dramas. Y la vida no es así. Todo está mucho más mezclado.
R.- La comedia está ahí donde menos te lo esperas. Eso es así y se mezclan los géneros. Yo me acuerdo una vez de una boda en Albacete, que era una boda multitudinaria, que invitan a cientos de invitados, que no conoces a casi nadie.
P.- ¿Conocía a la pareja que se casaba?
R.- Eso sí, y poco más. Pues cayó un tío muerto fulminantemente al salir de la iglesia. En el convite ya se empezaron a oír las primeras bromas. Bromas como «Este asiento está libre» o «Van a poner fiambre» y cosas así. Y eso solamente en el convite. En España somos un país de cachondos.
P.- ¿Pero la familia del hombre fallecido estaba presente?
R.- Hombre, en la mesa nuestra, no. Pero la familia del que murió, sí. Pero sobre lo que comentabas de ese episodio un tanto diferente en Pobre diablo, simplemente está para sorprender al espectador. Porque mola mucho cuando te sorprenden. Hay que estar abierto, para empezar. Tienes que ser un espectador sin prejuicios, abierto, que te guste sorprender, que te sorprendan. Porque hay gente a la que no le gusta que le sorprendan. Le toca mucho los huevos cuando el típico tío que va a ver una película por el cartel y por el tráiler y luego es otra cosa y dice: «No, yo no venía a ver esto».
P.- ¿Eso a usted no le pasa?
R.- No, a mí me gusta que me sorprendan. Me encanta. Pero soy consciente de que a la mayoría no le gusta. De hecho, no suele funcionar. Suele dar malos resultados cuando al espectador le dices una cosa y le ofreces otra. Por eso los tráilers de las películas ahora te muestran toda la película y la gente se queja. Eso se hace así porque ha dado buenos resultados. Tú, el padre que lleva a sus hijos al cine, con ese espectador no puedes jugar.
P.- Woody Allen dijo aquello de que la comedia es tragedia más tiempo. Entonces, dada su experiencia, ¿cuánto tiempo calcula que tiene que pasar para que de una tragedia se haga un chiste? Dependerá del tamaño de la tragedia.
R.- Y también depende de con quién hagas la broma. Una tragedia, si es de forma pública, hay un tiempo que tienes que esperar, un tiempo prudencial para hacer humor. Si es con tus colegas, puedes hacerlo el mismo día. Es muy diferente el tipo de humor que tienes con tu entorno que el que tienes públicamente.
P.- Somos mucho más bestias en nuestro entorno.
R.- En nuestro entorno somos mucho más bestias y nos gusta mucho más el humor negro. Sí, esto son cosas que públicamente no funcionan igual. Luego también como espectadores tampoco reaccionamos igual. El humor negro es algo que practicamos mucho en nuestra intimidad, pero el humor negro tiene algo que tú, cuando viene tu amigo, y te cuenta un chiste negrísimo, tú te ríes porque sabes que tu amigo no es un psicópata, porque lo conoces de toda la vida. Sabes cómo es esa persona. Y precisamente que te haga un chiste tan bestia, te hace más gracia todavía, porque dices: «Mira Ramón, que se ha atrevido a hacerme este chiste». Pero si una persona que no conoces de nada te suelta ese chiste, y la primera carta de presentación que tú tienes es ese chiste, te va a parecer horroroso. O en Twitter. Por eso en Twitter, esa red social que es horrible, la gente no pasa ni una con eso. No te conocen, no saben quién eres. Ni siquiera pillan la ironía.
«En la intimidad, nos gusta mucho más el humor negro»
P.- Claro, somos mucho más bestias en privado y está bien que sea así. Y me parece correcto que ese tipo de chistes no los digamos en público.
R.- Claro, yo creo que también entra en juego también nuestro sentido común. Es que cuando tú conoces a una persona por primera vez, no vas a salir con un chiste de humor negro, o sea, tienes que ir poco a poco. Cuando conoces a una persona tienes que ir cogiendo confianza. Por eso, cuentas un chiste en la intimidad, y no molestas a nadie que no te esté escuchando. Tampoco podemos pretender que todo el mundo, de repente, tenga un humor súper negro y tal.
P.- He escuchado, no sin cierta sorpresa, que atrás quedó la vida disoluta de Ernesto Sevilla. ¿Ha abandonado la noche o la noche le ha abandonado?
R.- La noche me abandonó a mí. La verdad, no me costó mucho abandonar esa vida, porque la noche me abandonó a mí. Las resacas empezaron a ser tan duras, tan duras, que dije: «Oye, esto no me sale a cuenta». Además, uno va cumpliendo años y se nota. Pero de vez en cuando me doy un homenaje. No lo he dejado totalmente.
P.- Como estos toreros retirados que, de repente, hacen una corrida extraordinaria.
R.- Claro, pero no pasa nada, porque lo he ido dejando, porque ya la viví intensamente. Ya llené ese cupo.
P.- ¿Cuál es la relación que tiene entre el alcohol y la comedia? Y ya no solo en las comedias, sino más que en la comedia, el estar delante de un público. Con los miedos que eso conlleva y con la fragilidad que eso conlleva.
R.- Pues la relación yo creo que la tiene, porque yo antes de actuar y bueno, me sigue pasando. Yo era muy tímido, antes mucho más, y entonces yo necesitaba tomarme alguna copa, alguna cerveza para salir a actuar, porque si no, no podía. Estaba muerto de vergüenza. Eso que pasó, que a medida que fui actuando, lo continué. Y luego el horario. El horario que tiene uno como cómico es el de la noche. Entonces es muy raro terminar de actuar e irte a tu casa.
P.- ¿Se da más a los vicios?
R.- Claro, con lo cual, pues ahí estás. Yo sin la cerveza de antes no actuaba. Como mínimo, una cerveza. Pero hace tiempo que dejé de actuar.
P.- Tiene 44 años ahora. Empezó usted muy pronto en el humor y en la comedia. ¿Ya por entonces se hablaba de los límites del humor?
R.- No, no, nada. Cuando tenía 21 años, hace muchos años ya, el humor era otra cosa. El campo del humor era muy diferente a como es ahora. Muy diferente.
P.- ¿Más libre?
R.- No, era de otra manera. Estaba por hacer. Nos encontramos un panorama muy diferente. Nosotros veníamos de los humoristas de los 90. Que eran los cuentachistes. Es decir, que estaban Arévalo, Barragán, estaban los de No te rías, que es peor, aquel programa que había con Chiquito, Eugenio…, pero eran contadores de chistes. Entonces, cuando nosotros llegamos empezaron en España los monólogos. Pero era un monólogo muy de observación. «¿Nunca os habéis fijado en que tal?». El club de la comedia cogió a un humorista americano como referencia, que era Jerry Seinfeld. Era un humor solamente observacional y pensó que todo el stand up era así. Entonces, de repente todos sus humoristas eran así, eran observacionales. Sin embargo, si tú coges el humor americano, ves a Lenny Bruce que es humor súper político. Hay muchísimos tipos de humor. Pero vamos, que yo cogí ese momento, en el momento en el que empezaba el stand up, el monólogo en España, y era una cosa nueva que la gente no sabía. Entonces ahí empezamos.
P.- ¿Y cuándo se empieza a hablar de los límites del humor?
R.- Pues que yo recuerde los límites del humor hace ya unos diez años. Y desde entonces, es una pregunta que siempre nos hacen, sobre la que no tengo una respuesta todavía formada.
«Yo nunca he tenido demasiados problemas con esto de los límites del humor, porque yo nunca he forzado esos límites»
P.- ¿Y le ha cambiado la forma de escribir y pensar comedia con la edad? ¿Se ríe ahora de cosas diferentes que antes no le hacían gracia?
P.- No, yo creo que no he cambiado de forma de escribir. Sigo escribiendo de una forma muy parecida y mi humor sigue siendo casi idéntico. Siempre me ha gustado un tipo de humor que es un poquito absurdo, surrealista. Más surrealista que absurdo. Y que viene de lo cotidiano. Entonces, yo nunca he tenido demasiados problemas con esto de los límites del humor, porque yo nunca he forzado esos límites.
P.- No sé si antes esto pasaba, pero hay una vertiente del humor formada por cómicos y cómicas que, en realidad, son más activistas políticos que humoristas.
R.- Bueno, en Estados Unidos, el stand up, el género en sí, está muy ligado a eso, al activismo político. Lo puedes ver en los humoristas americanos, desde Lenny Bruce hasta los más recientes. Ten en cuenta que es una persona con micrófono hablando. Entonces, digamos que el activismo se adecua mucho al formato.
P.- ¿Cómo lleva lo de la autocensura?
R.- Yo siempre he tenido un poquito de autocensura. Yo creo que todo el mundo tenemos autocensura. ¿Hay más ahora que antes? Pues no sé, ahora lo que pasa es que, desde luego, la gente que le molesta tiene voz y antes no. Eso ya ha cambiado las reglas del juego, efectivamente. Pero yo creo que sigue habiendo espacio para todo. Y lo que pasa es que ahora tú, como profesional del humor, tienes que elegir a las víctimas a las que quieres joder. O sea, si haces un chiste y de repente se molesta aquel al que no querías molestar, pues has hecho algo malo.
P.- ¿Es cierta la fama que dice que a Ernesto Sevilla, por decirlo finamente, se la suda mucho todo?
R.- Hombre, quiero decir, yo soy un tío que tengo grandes tragaderas con la gente. O sea, conmigo es difícil discutir.
P.- Vaya, que pocas cosas le ponen serio. Entonces, ¿cuáles son esos temas que le ponen serio?
R.- Con las enfermedades. Es un tema que no me hace gracia. Fíjate tú, qué excéntrico soy.
P.- ¿De la política española qué le hace gracia?
R.- No sigo mucho la política. Últimamente, Tamames me ha hecho gracia.
P.- Unas preguntas cortas para cerrar su paso por El purgatorio. Siendo cómico, ¿echa de menos a Mariano Rajoy?
R.- Sí, lo echo de menos. Una vez me hice una foto con él, muy simpático.
P.- ¿Le gustaría ser padre algún día?
R.- No, ya se me ha pasado el arroz. Tengo un perro, ya con eso es suficiente.
P.- ¿Cree que Federico Jiménez Losantos es un hombre con mayor vis cómica que muchos de los humoristas de este país?
R.- Hombre, el tío es muy cabrón poniendo motes, es muy fino poniendo motes. Se nota que tiene humor. Ahora bien, es un tío que tiene mala leche.
P.- Sale siempre en las listas de solteros más deseados. ¿En qué otra lista le gustaría aparecer?
R.- En la de personas con más años del mundo.
P.- Nunca ha tenido Twitter, ¿por qué?
R.- Porque me parece una red horrible, muy hostil. La gente solamente te insulta y además la gente tiene acceso directo a ti si te quiere insultar.
P.- ¿Alguna vez le han insultado con algún mote ingenioso?
R.- A mí me han dicho cabezón de muchas maneras diferentes. Agradezco cuando es de una forma ingeniosa. Si es un cabezón por las buenas, no me hace gracia.
P.- ¿Estamos de acuerdo en que Chiquito de la Calzada es el mejor cómico español que ha existido?
R.- Sí, estamos de acuerdo.
P.- ¿Ha padecido alguna vez el síndrome del impostor en la profesión?
R.- Sí, ahora mucho como actor. Ahora cuando me llaman como actor en pelis y tal, ahí lo tengo mucho.
P.- ¿Es Ernesto Sevilla un hombre de risa fácil?
R.- Sí, soy de risa fácil. A mí me gusta todo tipo de comedia y no hace falta que sea muy fina.
P.- ¿Cuál es la película con la que más se ha emocionado?
R.- Buf, con muchas. Pero te voy a decir la típica, la del perro de Richard Gere, Siempre a tu lado, Hachiko.
P.- ¿Alguna vez ha intentado decir algo en serio, pero como es cómico, la gente se lo toma a broma?
R.- Bueno, sí, me ha pasado muchas veces. Y al final, también me he aprovechado de eso. Expresas una tontería, te das cuenta y dices: «Ey, que no, que era broma».