'Asedio': cine de acción con carga social
La nueva película dirigida por Miguel Ángel Vivas y escrita por Marta Medina es una reflexión sobre el miedo, la identidad española y la corrupción policial
Hay obras escritas desde la complejidad del núcleo. Argumentos pensados como un refrito de ideas entremezcladas que cuesta desgranar y parecen cumplir el aforismo nietzscheano: «El que sabe que es profundo se esfuerza por ser claro; el que quiere parecer profundo se esfuerza por ser oscuro». De ahí salen bizarradas taradas como la última de Ari Aster, Beau tiene miedo. No hace falta marcarse El Molinillo de Viento del Kamasutra para pasarlo bien. A veces, basta con algo elemental, pero intenso. Algo fuerte que, sin grandes artificios, logre azuzar los sentimientos y haga emerger las sensaciones. Asedio, la última película de Miguel Ángel Vivas, escrita por la guionista y periodista Marta Medina, cumple con la máxima de que una idea en apariencia sencilla, aunque no por ello pazguata, enfocada originalmente puede raptar al espectador.
Una antidisturbios blanca en el desalojo de un edificio ocupado por negros. Dicho así, sin matizar, no parece un binomio de Newton. Lo dicho, «el principio de parsimonia»; una estrategia sencilla. Luego la antidisturbios resulta ser novata, durante el desalojo se junta con una unidad que no es la suya y los «compañeros» desconocidos guardan cadáveres en el armario. Ahí ya le metemos filo a la hoja. Son viciosos estos chicos de uniforme. Tienen ambiciones espurias. De hecho, este último punto es lo que llevó antes del estreno de la película al Sindicato Unificado de Policía a denunciar la cinta por «pérdida del principio de autoridad y hacer creer que es real cuando la trama de Asedio es ficción». Apaga y vámonos… Ahora va a resultar que hay que explicar que todas las películas realistas en las que no salga un mazacote con mallas dando porrazos con un martillo pertenecen a la ficción. Aviso a navegantes, lo de «basado en hechos reales» sirve para algo y en Asedio no está escrito por ninguna parte.
Por si fuera poco, en la cinta no se hacen concesiones. La protagonista no es ninguna santa. Sus compañeros y quienes viven en el edificio, tampoco. Asedio habita la escala de grises y los maniqueísmo mejor aparcarlos para los blockbusters de la hora de la siesta. La corrupción es consustancial a la raza y en esta cinta, de plano secuencia e inmersión visual, no quedan muchos pollos con cabeza.
Para entender más los claroscuros de Asedio, que podrá gustar o no, pero de la que es innegable su originalidad en el cine español, hablamos en THE OBJECTIVE con su guionista, Marta Medina.
De primeras, una de las cosas que llama la atención es la condición de novata, un poco de pardilla, que se vuelca sobre la protagonista al inicio. «En las películas», dice Marta, «hay que buscar las cualidades que favorecen el conflicto. Dani es una novata porque de esa forma el personaje está más abierto al cambio, a que se transforme su perspectiva a lo largo de la película como, efectivamente, así sucede».
La cinta pilota por territorios que la acercan a la realidad. Los diálogos, el seguimiento del personaje Dani -interpretado por una sobresaliente Natalia de Molina que ha dado un puñetazo en la mesa dejando claro que le pueden disparar cualquier cosa-, el enfoque de las escenas, los seguimientos de cámara, un cómputo que hace temer que la cosa se aleje de la ficción. «Asedio tiene una base de realidad, pero en ningún momento es una historia real», aclara su guionista. «Quería hacer una película como Asalto al distrito 13 o las películas de Carpenter de los años 70. Obras con una base social pero que son muy de género. Que son películas de acción trepidante. No quería hacer un Antidisturbios que, por cierto, no se había estrenado en el momento en que empezamos a desarrollar el proyecto».
Y, en efecto, Asedio se parece a esas obras. La carga social es clara. Casi podría decirse principal. Hay algo muy de las heridas infectadas de nuestros tiempos. «Miguel me dice que quiere realizar el proyecto conmigo porque yo, en tanto que periodista, estoy con la actualidad. Quería que la película fuera hija de su tiempo y su lugar. Las películas de Charles Bronson, o The French Connection son obras de acción, thrillers, pero donde el contexto social queda muy bien representado. La idea era reflejar una España en crisis donde conviven realidades cotidianas que, no llegando al punto de las banlieue parisinas, son extremas como la de San Cristóbal de los Ángeles y que no salen representadas en los medios de comunicación. No creo que conozcas a nadie que haya ido a un sitio como San Cristóbal de los Ángeles»
No, efectivamente no. Y parece que, al igual que yo no conozco San Cristóbal de los Ángeles, hay sindicatos policiales que no tienen mucha autocrítica. La corrupción de los agentes del Estado no ha sentado bien, pero Marta aclara que no está específicamente dirigida a ellos.
«Hablamos de una corrupción sistémica», específica. «Lo concretamos en estos policías porque el contacto con el poder es más directo. La corrupción viene dada de la inseguridad y de la falta de perspectivas de futuro que tiene la sociedad ahora. ¡Incluidos los propios policías! Se han eliminado escenas del guion en las que se ve una comida donde los policías hablaban de que no podían hacer huelgas, que los chalecos eran viejos o que no se adaptaban al físico de las mujeres. Al final, la idea general es la de dos mujeres contra un sistema injusto y corrupto que aprovecha sus privilegios para sacar tajada. No decimos que toda la policía es corrupta, sino que el poder se blinda y puede llegar a usarla en su beneficio».
La atmósfera de la película es agobiante. Una de las claves es la localización y, sin duda, hay una explicación: «Todo se lleva a cabo en el mismo edificio para generar la sensación de que no hay salida. La narrativa laberíntica respecto a un sólo espacio hace que todo sea mucho más claustrofóbico. Se pensó que fuesen dos edificios pero eso descomprimía la sensación. Por eso nos decantamos por un único lugar que fuese un termitero, con muchos agujeros que no sabes a donde te van a llevar».
Uno de esos agujeros es el del personaje de la coprotagonista Bella Agossou. Esquivando cualquier posible destripe, sí resulta singular que, aun siendo el segundo personaje con más importancia de la cinta, Bella casi no hable en español. «Queríamos reforzar la idea de la incomunicación por ambas partes», dice Marta. «Al principio vemos a Dani intentando comunicarse con ella pero el resto de los policías ni lo intenta. No hay una comunicación fluida porque no quieren escuchar a esa otra parte y, por tanto, la otra parte también reniega de comunicar con ellos. Todos tienen su propia historia pero la mayoría de las veces no queremos escucharla».
Se huele el racismo en Asedio. Lo mismo da que se nos eche encima la cultura woke y el Black Lives Matters, está claro que quienes gozan de una melanina más ruda no están blindados al odio. «El racismo está hiperarraigado», no duda en dejar patente Marta. «Sobre todo en España, que no hemos tenido una inmigración como tal hasta los años 2000. Hay una segregación muy fuerte. De hecho, yo no me he cruzado en mi trabajo con prácticamente ninguna persona negra».
¿Y no será algo más de billetes?, le pregunto. Tal vez seamos más aporofóbicos que cualquier otra cosa. «Sí, lo de la aporofobia está clarísimo. Por eso hacemos nuestras ciudades cada vez menos adaptadas para los pobres. Casi como si los quisiéramos barrer de nuestra vista y aislarlos».
Entrando de nuevo en la narrativa, la peli no tiene un arco de personajes brutal. Si alguien aspira a una cartografía de almas que avanzan, mutan, trascienden, etc., no va a quedar satisfecho. «Hay películas que se enfocan en las relaciones de varios personajes con su entorno y entre ellos. En este caso, es imposible porque estamos el 95% del tiempo con ella. La mayor parte es ella corriendo. Su mirada, su miedo. Es una película de sensación, de experiencia y de meterse en la cabeza de la protagonista».
Grabar una película siempre es una aventura. Sí, suena a campaña de márquetin de un Wonderbox, pero es lo que hay. Junta a un puñado de gente con cámaras, equipo, artistas, egos, despliegues, pifostio, charanga y alguna anécdota te tiene que salir. «Efectivamente, un día vinieron los de Telemadrid a la calle Toledo 15, donde rodamos la película y que, de hecho, es un edificio ocupado. Cuando vieron los furgones de la policía se pensaron que era un desalojo de verdad y comenzaron a preguntar a todo el mundo sobre lo problemáticos que eran los vecinos, y el por culo que daban como para que los echaran. Cuando les dijimos que era una película se quedaron a cuadros. De hecho, los vecinos fueron muy abiertos. No hubo ningún conflicto».
¿Alguna más?, le insisto a la guionista. «Otra interesante es que, a la hora de hacer Vivas el casting, cuando realizó la prueba a Bella, que es de Benín, el país de las amazonas, esta le contó un poco su vida. Y de ahí salió toda la historia de las amazonas y una canción sobre el poder de estas mujeres para arrasar todo si se las echaba de sus casas. Una canción que, de hecho, acaba integrada en la película».
Concluyendo, parece importante preguntarle a Marta por la temperatura del cine español. ¿Fiebre? ¿Buena salud? ¿Fifty fifty?«El cine español pasa por un buen momento. Ha estado en casi todos los grandes festivales de clase A, cosa que antes era anecdótico. El tema me parece que está más en cómo se ajustan asuntos de taquilla y salas de cine con plataformas. Pero habrá un hueco para el cine de autor. Tal vez no como un boom, pero sí como una carrera de fondo».