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Cultura

Tom Sharpe: la risa como arma de defensa

Anagrama publica ‘Fragmentos de inexistencia’, una biografía sobre el escritor británico, quien residió en la Costa Brava durante casi veinte años

Tom Sharpe: la risa como arma de defensa

Tom Sharpe. | Maria Teresa Slanzi

Desde hace décadas, una de las especies invasoras que se han asentado en la costa mediterránea española son los británicos que se compran casa para disfrutar de una vejez tostándose al sol. Uno de los especímenes más singulares de esta especie se llamaba Tom Sharpe (1928-2013). Visitó por primera vez el pueblo de Llafranc, en la Costa Brava, en 1992, se enamoró del lugar y decidió vivir allí el resto de su vida.

Esta prolongada residencia catalana explica que hace unos años el periodista de La Vanguardia LLàtzer Moix publicara una extensa y jugosa entrevista con él en forma de libro –Wilt soy yo. Conversaciones con Tom Sharpe (Anagrama)– y que ahora su biografía –Fragmentos de inexistencia (que acaba de publicar Anagrama)– la haya escrito otro catalán, Miquel Martín i Serra, con la colaboración de Montserrat Verdaguer, la última pareja de Sharpe y su «ángel de la guarda» (en palabras de Jorge Herralde, el editor español de todas las novelas del británico). La doctora Verdaguer es además la presidenta de la Fundación Tom Sharpe, la artífice de una cátedra en la Universidad de Gerona que lleva su nombre y la depositaria de los papeles del escritor. 

Una parte de estos papeles –diarios y fragmentos autobiográficos inconclusos– son la fuente principal de esta biografía que el propio autor pidió que se escribiera antes de fallecer, de modo que su propia voz está omnipresente en forma de citas. Se trata por tanto lo que suele llamarse una «biografía autorizada», lo cual no quiere decir que no presenten las aristas y complejidades del personaje, aunque se echan en falta más testimonios de personas que lo trataron y que pudieran aportar visiones complementarias. 

Portada del libro

Por situarnos: en el altar del humor literario británico P.G. Wodehouse sería Dios Padre, Tom Sharpe el Hijo y Saki, que murió en las trincheras francesas de la Primera Guerra Mundial, el Espíritu Santo. Apóstoles hay más de doce (desde Evelyn Waugh a David Lodge), porque lo del humor en Gran Bretaña es casi un deporte nacional de categoría olímpica. Frente a la ironía siempre elegante de Wodehouse, Sharpe practicó un sarcasmo virulento y asilvestrado. Pese a las diferencias de edad y tono, se admiraron mutuamente. Un anciano Wodehouse le mandó al joven Sharpe una carta elogiosa: «Escribiendo tan bien como escribes y con esta energía no puedes fracasar (…) ¡Creo que eres un prodigio!» Y Sharpe tuvo la intención de convertirse en el biógrafo del maestro, aunque acabó desistiendo. 

En cuanto al humor descarnado de Sharpe, al conocer su peripecia vital es fácil deducir que fue para él un arma de defensa. Dijo en una ocasión que «mi biografía es tan extravagante que probablemente explica la clase de libros que escribo». Pues sí. Durante su infancia, adolescencia y juventud fue acumulando resentimiento hacia el mundo en el que vivía. Su padre, pastor de la Iglesia Unitaria, era un hombre culto pero muy severo, que mostró abiertas simpatías por el régimen nazi alemán; el paso del joven Sharpe por los Royal Marines le mostró la cara menos amable del autoritarismo militar y en las aulas de Cambridge aprendió a detestar el clasismo de las élites británicas.

Para colmo, su iniciación sexual con la masturbación estuvo rodeada de atormentados sentimientos de culpa por la educación religiosa y derivó en una singular pulsión fetichista por las mujeres vestidas de látex. Según cuenta esta biografía, toda su vida llevó consigo un maletín con cierre de seguridad repleto de revistas pornográficas dedicadas a estas fantasías. Por otro lado, su vida amorosa posterior fue en gran medida un cúmulo de engaños y desengaños. Estuvo casado varias veces y tuvo diversas amigas íntimas y amantes, que el libro repasa de forma algo difusa. 

Harto de Inglaterra -y no solo por el clima-, en 1951 decidió marcharse a Sudáfrica, donde vivía la familia materna. Allí perdió la virginidad y se casó con una francesa cuyo ritmo sexual no era capaz de seguir, de modo que el matrimonio fue un desastre. Tuvo un romance con una bailarina de striptease y desempeñó variopintos oficios: administrador, asistente social en los suburbios, maestro y fotógrafo. El trabajo en los barrios marginales y el uso de la cámara lo pusieron en contacto directo con la cara más cruda del apartheid, al que se opuso de forma activa. La policía lo detuvo, lo acusó de comunista y lo expulsó del país, de modo que en 1962 estaba de vuelta en Inglaterra. 

En Sudáfrica también escribió mucho: poesía, relatos y sobre todo teatro. Pero lo más importante es que las experiencias allí vividas fueron el germen de su primera novela, publicada en 1971, en la que denunciaba el apartheid sirviéndose del humor. Se titulaba Reunión tumultuosa y le siguió una segunda obra sobre el mismo tema dos años después: Exhibición impúdica. Sharpe había descubierto que lo que mejor se le daba era plasmar las mezquindades del mundo a través de la sátira feroz.

Vinieron después novelas descacharrantes sobre Cambridge y sobre el mundillo editorial, pero la obra que lo haría mundialmente famoso llegaría en 1976, inspirada en sus desventuras como profesor del politécnico de Cambridge. Sharpe pasó allí varios años, dando clases de literatura a una mezcla de adolescentes apáticos y hooligans al borde de la delincuencia que se preparaban para entrar en Formación Profesional. De esa experiencia nació Henry Wilt, un antihéroe con una zarrapastrosa vida profesional y personal al que todo lo que puede salirle mal le sale mal. El personaje acabó protagonizando cinco novelas que han provocado las carcajadas de millones de lectores. Tuvo también una adaptación cinematográfica -con Griff Rhys Jones como Wilt y Mel Smith como su némesis el inspector Flint-, que el autor detestó con toda su alma. 

Primera novela de Tom Sharpe

En 1987, durante una entrevista en Televisión Española, el escritor se sintió mal y, sin ser consciente en ese momento, sufrió un infarto en antena. Con los años fueron incrementándose los achaques de salud, sobre todo por la diabetes que padecía. En 1992 descubrió Llafranc y decidió quedarse. Primero pasaba largas temporadas en un hotel y finalmente se buscó una casa. En este pueblo luchó contra el bloqueo creativo que le hacía cada vez más arduo crear nuevas novelas. 

Cumpliendo con el cliché del payaso triste, Sharpe trataba de dar esquinazo con la risa a los demonios interiores contra los que luchó toda su vida. Además, siempre llevó bien abierta la herida de que el mundo cultural no se lo tomaba en serio y lo veía como un simple bufón. Él, sin embargo, estaba convencido de la relevancia de sus novelas: «Yo escribo sobre el mundo real, no sobre el mundo idealista, romántico y sentimental donde todos los hombres y mujeres tienen conversaciones profundas sobre el significado de la vida y sobre si uno es adecuado para el otro y bla, bla, bla».

Fragmentos de inexistencia
Miquel Martín i Serra. Con la colaboración de Montserrat Verdaguer Comprar
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